Ayer os hablamos del Ford Mustang clásico – un Fastback del año 1965 – que trataría de completar el ascenso a la colina en el Goodwood Festival of Speed, un rito por el que cientos de coches pasan cada año en este maravilloso nirvana automovilístico. Este proyecto era especialmente interesante, al ser la primera conversión a coche autónomo de un coche clásico, sin centralita o electrónica de ningún tipo. El proyecto de Siemens y la Cranfield University se hizo al asfalto, y pronto comenzaron los problemas. El resultado del ascenso, más que revelador… fue bochornoso.
El Mustang no equipaba en el momento del ascenso la clásica colección de radares y sensores de cualquier coche autónomo, pero se sabía perfectamente el camino. O eso nos habían comunicado en la nota de prensa: la ruta había sido mapeada, y el coche sólo tenía que orientarse por GPS, sin salirse de su camino. Por seguridad, estaba presente un conductor en el coche, además de tres pasajeros espectadores. La presencia del piloto se requería por si el sistema fallaba… y lo cierto es que tuvo que intervenir en varias ocasiones para evitar un accidente.
Dejando a un lado la baja velocidad del coche, su comportamiento en pista era errático, como si el piloto automático que lo gobernaba estuviera conduciendo bajo los efectos del alcohol. El coche daba bandazos de un lado a otro de la pista, pisaba la hierba y en más de una ocasión, se iba repentinamente hacia un lado de la pista. En los últimos compases de la subida, el coche se desvía repentinamente hacia la derecha e impacta contra las protecciones de paja. Un pequeño accidente sin consecuencias, más allá del bochorno de los ingenieros participantes en el proyecto. Podéis verlo a partir del minuto 24 en el vídeo que hemos insertado sobre estas líneas.