El McLaren Senna es un coche rapidísimo. Es capaz de hacer el 0 a 100 km/h en menos de tres segundos, supera los 320 km/h y en circuito es eficaz como pocos, gracias a su impresionante rendimiento aerodinámico y los 800 CV que desarrolla su motor V8 biturbo de 4,0 litros. Aunque no es un coche diseñado para carreras de aceleración, es capaz de humillar al 99,9% de los coches del mundo en este tipo de competiciones. Eso sí, ante el 0,01% restante… no puede hacer nada. Y dentro de ese 0,01%, está el temible Hoonicorn, el atómico Ford Mustang de Ken Block.
El Hoonicorn comenzó su vida como un sencillo Ford Mustang Hardtop de mediados de los años 60, y hace apenas unos años, fue transformado en una temible bestia de altas prestaciones, con la que Ken Block ha protagonizado ya dos de sus míticas gymkhanas. En su actual evolución, su motor Roush V8 de 6,7 litros está sobrealimentado por dos turbocompresores de gigantescas dimensiones, desarrollando una potencia en el entorno de los 1.400 CV, si al coche le damos de beber etanol. Además, es un coche de tracción total y su caja de cambios es una rapidísima unidad secuencial.
En una carrera de aceleración de cuarto de milla, el McLaren Senna no es rival para el Hoonicorn de Ken Block. En los primeros metros, el efectivo launch control del Senna le hace ganar medio coche, pero en cuanto el Hoonicorn logra transmitir su tremenda potencia al suelo… el Senna queda rápidamente superado. Llama la atención la tremenda aceleración del Hoonicorn – que no está diseñado para el drag racing – y lo cortos que son los desarrollos de su caja de cambios. Aunque su territorio sea la gymkhana, humillar supercoches no se le da nada mal.