A día de hoy ya han fallecido 448 personas en las carreteras españolas. Eso significa un incremento del 6% con respecto a 2015, cuando para estas fechas habían fallecido 421 personas. Estas son las cifras que ha confirmado la Dirección General de Tráfico, y que como viene siendo habitual solo reflejan los datos referidos a accidentes mortales en vías interurbanas, y con un cómputo de las víctimas mortales que fallecieron en las 24 horas posteriores al accidente. Los datos definitivos, que incluyen los fallecidos posteriores, y en el resto de vías, se proporcionan más adelante por cuestiones obvias, como el hecho de que esos datos están repartidos entre diferentes administraciones con competencias transferidas en materia de seguridad vial.
En cualquier caso, mayo ha cerrado con 13 fallecidos menos que en el mismo mes de 2015, con un total de 85 fallecidos en las carreteras españolas, en 84 accidentes mortales, tal y como publicaba EFE esta mañana.
También hay que tener en cuenta un dato importante. En 2016 se ha producido un accidente de especial gravedad que ha contribuido a que estas cifras aumenten. En marzo fallecían 13 estudiantes Erasmus en un accidente de autobús en Tarragona, cuando regresaban de un viaje a las Fallas de Valencia.
Con estas cifras la pregunta del millón es la siguiente, ¿cómo podemos regresar a la senda favorable, de disminución de fallecidos en accidentes de tráfico, que seguía España en los últimos años?
La mejora de la seguridad de los automóviles, y la renovación del parque automovilístico que debería producirse con la recuperación tras la crisis, deberían mejorar ese aspecto. El gran problema está en que esa misma recuperación, y tal y como apuntan las cifras de desplazamientos de la DGT de los últimos meses, está consiguiendo que aumenten los desplazamientos por carretera. A eso deberíamos sumarle otros factores, como el hecho de que el mantenimiento de las infraestructuras no haya sido el adecuado (y estoy siendo muy cauto para no emplear expresiones más hirientes) durante estos años en los que la situación económica no acompañaba.
También, como conductores, deberíamos hacer autocrítica. Pensar en que muchos de los fallecidos en carretera se deben a distracciones, pensarlo cada vez que tomemos el móvil para hablar mientras conducimos, o cometemos otras irresponsabilidades, como conducir cansados, o con unas copas de más. Y también deberíamos exigirle esa misma autocrítica a nuestros gobernantes, exigir más vigilancia, más control, pero también un control efectivo y sin afán recaudatorio.
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