La kiloemtritis, un fenómeno que tiene lugar en países como España y que crea muchos escépticos en lo que a vehículos con alto kilometraje se refiere. Pues bien, este Mazda 323 Kombi de 1991 quiere quitar miedos no solo con un odómetro que registra 2 millones de kilómetros, sino también funcionando aún pese a su mal estado estético y con ganas de ir a por más.
Y es que esta unidad en concreto no ha tenido la mejor de las vidas, pero puede que eso sea incluso razón de peso para perder miedo a los vehículos con alto kilometraje, especialmente si se han tratado bien. Y aunque bien es cierto que este Mazda 323 tiene soluciones tan poco ortodoxas y hasta peligrosas como un depósito de combustible externo en el maletero, sigue funcionando.
El Mazda 323 con 2 millones de kilómetros que… ¡va a por más!
No tiene faros -o al menos no en las mejores condiciones- ni pilotos traseros, tampoco espejos retrovisores, y arrancar a su motor de 1.6 litros no resulta sencillo. Pero se mueve, se mueve con la dirección completamente desalineada, se mueve con una peligrosa solución a algún fallo en el depósito de gasolina que pasa por poner una garrafa en el maletero con dos tubos conectados directamente al motor.
Y no, el familiar nipón no ha llevado una buena vida en la dura África, donde unas carreteras carentes de asfalto y unas condiciones climatológicas adversas se han cebado con él. Tampoco el tipo de conducción ha sido benévola con el 323, a quien sacuden sin piedad por todo tipo de ratos y caminos en los que la dirección apuntando hacia las 15:00 y no hacia las 12:00 no facilita las cosas.
Sea como fuere, el Mazda 323 con dos millones de kilómetros a sus espaldas sigue vivo, y es prueba irrefutable de que, aunque el tipo de motor que lleve influye, un coche con alto kilometraje puede ser una buena opción, sobre todo si se ha cuidado adecuadamente aunque no sea el caso de nuestro protagonista.