Si algo ha quedado patente en los últimos años es que el modelo de negocio de las autopistas de peaje españolas no funciona. Los tiempos de bonanza económica llevaron al desarrollo imparable de las infraestructuras. Aunque al hilo de su mantenimiento aún existan muchas cuestiones que puedan argumentarse detenidamente, España puede presumir hoy en día de gozar de una de las redes de autopistas y autovías más extensa y desarrollada, también proporcionalmente con el número de habitantes, y con la extensión del territorio, de Europa. Las infraestructuras de un país no son un gasto absurdo, sino una inversión. Pero el problema al que nos enfrentamos no es otro que el de la quiebra de las autopistas, que obligará al Estado a su nacionalización para tratar de gestionarlas apropiadamente.
La nacionalización de las autopistas de peaje significa que, las utilices o no, tendrás que pagarlas. Evidentemente ese es el caso de las autovías que carecen de peajes, que por supuesto se han financiado gracias a la inversión pública. La duda ahora es si la inversión requerida en la nacionalización de las autopistas de peaje revertirá en un beneficio para los usuarios y si estas realmente era necesarias en el momento en que se planificó su construcción.
Actualmente hay ocho autopistas en quiebra y riesgo de liquidación. El Ministro de Fomento aseguraba estos días (Europa Press) que el Estado tendrá que asumir su gestión y soportar una deuda que supera los 3.400 millones de euros. Sin ir más lejos, y según el acuerdo que el Ministerio habría alcanzado con el juez este mismo año, tendrá que asumir la gestión de la R-3 y la R-5 de Madrid antes de julio de 2017. También se encuentran en situación de quiebra las otras dos radiales de Madrid, la R-2 y la R-4, y la autopistas que unen Madrid y Toledo, Cartagena y Vera, Ocaña y la Roda y la M-12 Eje Aeropuerto, que une Madrid con Barajas.
Se estima que el coste del proceso de reversión de las vías al Estado podría alcanzar los 5.000 millones de euros. Aún no se sabe cuál será el proceso de gestión de estas vías tras su nacionalización y si se mantendrán los peajes.
Las autopistas de peaje en quiebra se enfrentaron fundamentalmente a dos problemas. El primero tiene que ver con un problema con las estimaciones iniciales, que llevaron a que se disparasen los costes por el incremento exponencial que se produjo en los terrenos a expropiar para su construcción. El segundo, el poco tráfico que han soportado durante los últimos años, como consecuencia de la existencia de rutas alternativas por autovía que reducen las ventajas de la autopista de peaje en muchos casos, y como consecuencia de la crisis. En cualquier caso, parece que en los últimos años el tráfico soportado por estas vías estaría recuperándose, aunque aún muy lejos de los volúmenes (no inferiores a 10.000 vehículos diarios) que se estima serían necesarios para rentabilizar la inversión.
En Diariomotor: