Netflix acaba de estrenar a nivel mundial una nueva serie sobre coches. Se llama Fastest Car, y promete diversión para los fans de las preparaciones y las carreras de aceleración. Su premisa es bastante simple: cuatro coches preparados compiten contra un superdeportivo de serie, en una carrera en línea recta. La gracia está en los coches preparados, todos ellos construidos por sus propietarios. Coches que en muchas ocasiones tienen un aspecto antiguo o desvencijado, pero que esconden en sus entrañas motores que pueden superar los 1.000 CV de potencia, con prestaciones de escándalo.
Apenas he tenido tiempo a empezar a ver la serie, pero lo cierto es que tiene muy buena pinta. Me gusta que Netflix se ha preocupado en encontrar coches interesantes. Coches que pertenecen a propietarios con una historia apasionante a sus espaldas. Como por ejemplo, un parapléjico que abandonó su depresión construyendo un hot rod en su garaje, o la hija de un especialista de cine, que ha respirado muscle cars y gasolina desde que tiene uso de razón. Historias de pasión por el automóvil, en definitiva.
El contrapunto son superdeportivos de serie, también con historias peculiares por parte de sus propietarios. Toda la serie desprende un ligero aroma a «lucha de clases» con un trasfondo automovilístico. Mediante rondas eliminatorias estructuradas en diferentes episodios, varios coches preparados se enfrentarán en una final sobre el lago Mirage, en California. Será el «season finale» de esta primera temporada. Sobre estas líneas hemos dejado el tráiler de esta serie. Si te parece interesante, ya está disponible en Netflix.