Me ofende profundamente que alguien trate nuestra joya de la corona como una posesión sin alma, sin emoción alguna. ¿Es posible enamorarse de un coche? Es una máquina, y no tiene sentimientos. Pero sí podemos sentir sentimientos hacia una máquina que además de transportarnos, nos emociona al volante y nos hace sentir vivos. «Es sólo un coche», repiten los que conducen electrodomésticos de transporte sin alma. Los desalmados son ellos. Este vídeo demuestra de una vez por todas que un coche no es sólo un coche.
Atención, puede hacerte llorar de emoción.
Era 1965, y un joven padre de familia adquiría un Chevrolet Impala SS. Un enorme coupé con motor V8, un muscle car de la época, en la que todo era grande y todo consumía mucho combustible. Este padre de familia conservó el coche con el que solía impresionar a sus hijos y llevarles a todas partes durante 20 años. Pero a mediados de los años 80 lo tuvo que vender, los tiempos eran duros y hacía falta el dinero. Casi 25 años después, sus hijos deciden comprar el mismo coche que su padre disfrutó antaño. La misma unidad, con el mismo bastidor.
Lo encuentran a unos kilómetros, en el estado de Pensilvania. Pero justo antes de comprarlo un concesionario de Montreal se lo lleva a Canadá. Ni cortos ni perezosos, ordenan traerlo de Canadá y aparecen con el coche en un parque donde el ya abuelo juega con sus nietos. Sí, es una campaña de marketing de Chevrolet de hace unos años. Pero decidme que la emoción no es real. Decidme que el coche no desencadenó un torrente desbordado de emociones en su antiguo dueño. Atreveos a decirme ahora que un coche es sólamente un coche.
En Diariomotor: ¡Amor a primera vista! Esos coches que nos llegaron al corazón #flechazosDiariomotor