Pocas situaciones más desesperanzadas se me ocurren, especialmente rodando a un ritmo fuerte en un circuito tan exigente como el Nürburgring. Cuando pierdes al completo el control del coche – a no ser que seas un piloto de la talla de Walter Röhrl – no hay mucho que puedas hacer. Sólo te queda encomendarte a los dioses del asfalto, y rezar por no impactar contra nada ni nadie. Es lo que le ha ocurrido al piloto de un Porsche 911 GT3, tras pisar de forma accidental la hierba del lateral del circuito y perder por completo el control de su coche, a una velocidad posiblemente muy elevada.
Todo comienza con una pérdida de control, probablemente causada por un exceso de velocidad y corregida de forma excesiva. En parte, es difícil culpar al conductor de una situación así – es complicado modular la corrección cuando todo pasa tan rápidamente, pero una velocidad excesiva en circuito sí es un error evitable. Pronto el coche da un latigazo al lado contrario, y la pérdida de control sobreviene con violencia. El coche impacta contra el piano y da un violento trompo, terminando la escena con una fuerte entrada en la zona de gravilla. Ha tenido mucha, pero que mucha suerte.
Las escapatorias de gravilla son muy poco comunes en Nürburgring, y en cualquier otra curva el coche habría acabado destrozado contra las protecciones metálicas – en esta ocasión se ha quedado a muy escasa distancia de estas. Por fortuna el dueño sólo ha tenido que lamentar un enorme susto y daños en pintura y paragolpes frontal. Estoy seguro que cuando vuelva al Infierno Verde – si vuelve – lo hará de forma mucho más sosegada. Aún debe estar temblando del susto, en el que podría haberse quedado sin un coche realmente caro.