¿Sabías que hubo un día en que los fabricantes trabajaron en parachoques rellenos de agua? La idea puede parecer un tanto absurda, e incluso estrafalaria. La imagen que tenemos de un coche colisionando con otro no es precisamente la de observar cómo se proyecto un chorro de agua a presión del parachoques hasta crear un charco sobre el asfalto. Pero lo verdaderamente interesante es que a finales de los años sesenta se estuviera trabajando en esta tecnología, aparentemente ridícula, con un fin tan interesante como reducir los costes en las reparaciones de pequeños impactos a baja velocidad. ¿Y qué tal funcionaban? ¿Por qué no prosperaron?
La empresa Energy Absorption Systems, afincada en Illinois (Estados Unidos), se propuso atenuar significativamente los costes de estas reparaciones desarrollando un sistema encargado de absorber los impactos con mayor efectividad. Ese fue el surgimiento de un sistema de cojines, o bolsas rellenas de agua, instaladas en las defensas de los coches. Recuerda que en aquellos años aún se utilizaban parachoques, a menudo metálicos, cuyo coste de reparación era elevado y poco efectivos a la hora de absorber impactos para evitar daños mayores en la carrocería. Basta recordar lo fácil que era dañar el chasis en los coches de antaño, con impactos que hoy en día se hubieran saldado con unas reparaciones menores.
La supuesta fragilidad de los coches modernos no es más que un mito, alimentado por la construcción de carrocerías cada vez más ligeras y diseñadas para deformarse progresivamente (lo cual también puede salvarnos la vida) y haciendo que las piezas más caras o difíciles de reparar no se dañen en un impacto (y solo se dañen en impactos realmente fuertes). Si lo razonas con detenimiento y te dieran a elegir entre que un impacto provoque una abolladura considerable y muy escandalosa en una aleta, o el desplazamiento de unos milímetros de tu chasis, estoy seguro de que elegirías la primera opción.
Según un reportaje de abril de 1970 (en Automotive Fleet) estos parachoques eran especialmente efectivos para proteger la carrocería a velocidades de hasta 18 mph (29 km/h), las velocidades a las que normalmente se sufren accidentes urbanos.
Como ya habrás podido imaginar, el agua inyectada a presión en bolsas ejercía un papel perfecto absorbiendo el impacto, mediante la compresión y dilatación de la bolsa, reduciendo los picos de la aceleración y la deceleración del impacto en un 60% a velocidades de hasta 60 mph (96 km/h). De manera que también era excelente para salvar la vida de los ocupantes.
La historia, y el vídeo que ves más arriba, la conocíamos gracias a Jalopnik estos días. Como también conocíamos que el proyecto piloto iniciado en 100 vehículos de la flota de taxis de Nueva York y San Francisco demostró una reducción de los costes de reparación del 56%, y en los tiempos de reparación del 50%.
Los parachoques rellenos de agua no prosperaron, en parte debido a la adopción de sistemas de defensas más efectivos en la protección ante impactos, basados en plástico y bandas de goma. Para los que tuvieran dudas acerca de cómo el frío podía afectar a estos parachoques de agua, la marca diseñó una solución acuosa con un punto de congelación realmente bajo, que no se congelase en invierno.
Evidentemente hoy en día esta solución nos parecerá ridícula, en un momento en que las soluciones de deformación controlada para resistir la energía de un impacto se basan en avanzadas estructuras con diseños inteligentes, y no en vetustas bolsas de agua. Y especialmente ridículo si pensamos en otra de las máximas de la industria, la de ahorrar peso, y sobre todo masas en suspensión y en lugares tan estratégicos como el exterior de los ejes. En su día también tuvo que enfrentarse al hecho de que afectase a la estética del propio parachoques, de aquellos ostentosos parachoques cromados de la época.
La idea del Citroën C4 Cactus y los Airbump no es muy diferente, salvando las distancias de utilizar otro fluido, el aire, en vez de agua. En cualquier caso es una historia curiosa, ¿no crees?
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