Imagen: fotomontaje satírico de la revista El Jueves
Cuando ayer reflexionábamos acerca de la nueva política de radares de la DGT, no podíamos evitar ser mal pensados, sí, considerar que estábamos ante una estrategia de lavado de imagen e incluso cierto carácter electoralista. Es lícito pensarlo. Estamos en un año convulso en lo político, de numerosas citas electorales, y es la primera vez en mucho tiempo que la Dirección General de Tráfico presenta un proyecto con tantas medidas que seguro agradarán al conductor. Y vaya por delante que estoy completamente convencido de que estas medidas son muy razonables, pero ni creo que la Seguridad Vial y la política de gestión del Tráfico haya de entrar en el juego electoral, y mucho me temo que con esto no será suficiente para lavar la imagen de la DGT y la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, muy maltrecha por decisiones que se han tomado en los despachos en estos años con mayor o menor acierto.
Decía que las mejoras que avanza Tráfico son muy lógicas. La idea de posicionar los radares en localizaciones que estén justificadas por alta siniestralidad o velocidades medias demasiado altas, que no encajen en los límites establecidos en esos tramos, es algo que veníamos demandando desde hace años. Que la DGT avise de las posiciones en las que se situarán sus controles, puede ser discutible, pero también es razonable y evita la sensación de la «caza» indiscriminada de conductores, a discreción, y casa con el carácter preventivo que han de tener estas medidas de control de la velocidad.
También estamos de acuerdo con la unificación de los márgenes de error en los radares de velocidad de gestión estatal. Resulta razonable. Y tampoco hemos de verlo como un aumento de los límites de velocidad encubierto.
Entre las asociaciones de víctimas de accidentes de tráfico ha habido discrepancias, algunos comentan ese posible aumento de los límites de velocidad encubierto en la estandarización de los márgenes de error, y otros critican que se especifiquen las zonas en las que se situarán los controles de velocidad. Pero también hay quien valora positivamente el carácter disuasorio de la publicación de los tramos con posible presencia de radares móviles, que también ha de coincidir con puntos de especial peligrosidad en nuestras carreteras.
¿Por qué no va a funcionar como técnica de lavado de imagen, ni en su posible estrategia electoralista? Porque tantos años transmitiendo esa sensación de temor al conductor no van a olvidarse con unas medidas de maquillaje. Y ni estamos diciendo que esa estrategia de persecución no haya servido de nada, porque a la vista de las cifras y de lo que observamos en nuestras carreteras, han cambiado los hábitos de los conductores; ni que estas medidas que se han tomado en estos días no sean positivas, ni necesarias, que lo son.
El problema es que la seguridad vial no se enseña con mano dura, aunque la mano dura ayude, sino con medidas de apoyo. Por ejemplo, con una mayor presencia de contenidos curriculares sobre Seguridad Vial en las escuelas, como en Alemania (Circula Seguro) o la famosa Vision Zero sueca que aboga por involucrar a todas las administraciones en la erradicación de los accidentes de tráfico.
La política de persecución de las infracciones es necesaria, pero contraproducente en el momento en que el conductor tiene un mayor temor a la sanción que a los riesgos que corre al cometer una infracción. De la misma manera que las medidas que ha tomado la Dirección General de Tráfico son positivas para enmendar los errores, pero no suficientes.
Y es por eso que me quedo con las soluciones que propone mi colega Josep Camós, de nuestra competencia (en Motorpasión), como abogar por la educación vial como formación continuada (y revisar ese trámite periódico por el que todos pasamos de la renovación del carné); auditar las infraestructuras; o impulsar la concienciación colectiva (por ejemplo cediendo más apoyo a las asociaciones de víctimas).
Tal vez un día no tengamos que hablar de estas cosas. El día en que los políticos no piensen en la recaudación en las arcas públicas, ni en la percepción que tendrán de ellos los votantes cuando introduzcan su papeleta en la urna.
En Diariomotor: Menos radares trampa, más transparencia: las 6 claves de la nueva política de radares DGT