La ambición, casi utópica, de unir continentes mediante rutas terrestres viene de lejos, varios milenios atrás. Rutas que llegarían a prosperar entre Europa y Asia, alcanzando su máximo esplendor en los tiempos de la figura denostada de Genghis Khan, y la estabilidad que el Imperio Mongol aportó a la Ruta de la Seda. Hoy en día no se nos ocurriría viajar o transportar bienes entre Europa y Asía por vía terrestre, o sí (ver noticia en BBC). El avión se ha erigido como el transporte intercontinental más rápido y los inmensos buques que surcan los océanos, como la solución más económica y eficiente para el transporte de mercancías, por ejemplo nuestros coches. ¿Qué sentido podemos encontrarle entonces a ese plan que propone conectar por vía terrestre Londres con Nueva York, cruzando desde Asia hasta Norteamérica por el estrecho de Bering? ¿Veremos algún día realizado este proyecto?
Aunque en estas semanas el hipotético proyecto haya acaparado titulares con el anuncio de los planes del departamento de ferrocarriles de Rusia y su responsable, Vladimir Yakunin, que según han especulado muchos no solo estaría cerca del presidente Vladimir Putin, sino que además podría convertirse en su sucesor, el proyecto viene de lejos.
El mayor impedimento, aunque no el único, sería salvar el estrecho de Bering. Una masa de mar que separa Siberia de Alaska, con una separación de 84,7 kilómetros en su paso más estrecho. Y en los últimos años ha habido diferentes proyectos para salvar esta distancia, ya fuera mediante un túnel, o un puente, y conectar mediante líneas de ferrocarril de alta velocidad o incluso carreteras, a los continentes de Asia y América. Como ya podrás imaginar las implicaciones que conllevaría en cuanto a ingeniería, política y financiación, si no suficientes para descartar el proyecto, sí que parecen difícilmente salvables.
Según muchos investigadores, Asia y Norteamérica ya estuvieron conectadas por un puente de tierra en el estrecho de Bering hace 20.000 años (ver artículo en Naukas).
La idea de Vladimir Yakunin es precisamente esa, recuperar el proyecto para cruzar el estrecho de Bering como un primer paso para materializar la conexión física de Rusia con el mundo. Yakunin habla incluso de cómo Rusia debe conquistar el futuro «liderando los avances tecnológicos», defendiéndose de la globalización occidental (leer artículo en The Siberian Times), y el modelo neo-liberal, afianzando una ruta de transporte que para unir Estados Unidos y Europa necesariamente tendría que atravesar Rusia. Parece que vamos captando la idea, ¿no?
Recreación de la posible ruta realizada por CNN
El proyecto no solo comprendería la conexión intercontinental por el estrecho de Bering, sino también afianzar una red de carreteras que siga la ruta del famoso tren transiberiano. De manera que Londres y Nueva York, en el lado este y oeste, respectivamente, del Océano Atlántico, quedarían conectados por una ruta terrestre de más de 20.777 kilómetros. Si fueras capaz de conducir a 120 km/h de media, sin bajar el ritmo, no parar a descansar, ni satisfacer tus necesidades fisiológicas, tardarías más de 7 días en cubrirla. No está nada mal.
Los problemas de esta ruta, nuevamente, implicarían a la ingeniería, la política y la financiación. ¿Qué retos habría que resolver para salvar el estrecho de Bering? ¿Cómo podrían ponerse de acuerdo Rusia y otras naciones, como mínimo Estados Unidos, para llevar a cabo tal empresa? ¿Cómo se obtendrían los billones de euros de financiación que requeriría un proyecto de tal envergadura?
Que un proyecto de esta envergadura fuera viable es algo muy cuestionable, especialmente cuando todo apunta a que el único o, mejor dicho, el mayor beneficiado, sería Rusia. Pero más allá del hecho de que en esa conexión entre Europa y Estados Unidos, se atraviese Rusia, o incluso más allá de la conexión por el estrecho de Bering, lo más importante, y el reto más próximo que tiene Rusia en estos momentos, es el de mejorar los transportes terrestres en la vasta extensión de tierras que cubre su país, para acabar con el aislamiento de muchas regiones del área de Siberia. Yakunin lo comparaba incluso con los grandes proyectos de ingeniería civil de la Unión Soviética, de los tiempos de Lenin y Stalin.
Por muy bonito que parezca para el viajero poder organizar un road-trip en su coche desde España hasta Nueva York, y para aquellos que con ganas de aventura alguna vez nos hemos planteado incluso llegar a Mongolia en coche (ver Rally Mongol), no parece que su construcción pudiera revolucionar los transportes, ni aportar nada nuevo a las conexiones ya existentes mediante aviones y buques. ¿No crees?
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