Contenido
- 1. Equivocarse de combustible
- 2. Saltarse los periodos de mantenimiento
- 3. No pisar correctamente el pedal del embrague
- 4. Ignorar los testigos del motor
- 5. Dejarse las luces encendidas
- 6. No revisar las presiones y estado de los neumáticos regularmente
- 7. Apoyar la mano sobre la palanca de cambios
- 8. Aparcar al sol y no usar un parasol
– ¡Sí, sí, a las cinco la reunión! ¡Tranquilo que no se me olvida!
…
– Puff, ostras, que son las seis y se me ha pasado ir a la reunión, ya verás mañana…
Personas despistadas y olvidadizas haberlas las hay. Sin ir más lejos, yo en ciertos temas lo soy, pero por suerte intento sacar partido a mi móvil y uso el calendario para las cosas importantes. Para nada es malo ser despistado, incluso hay estudios que apuntan que esas personas son más inteligentes y pueden tomar mejores decisiones. Pero seamos sinceros, no es lo mismo olvidar que a las diez ponen tu serie favorita o ir a echar la quiniela, que olvidar la presentar la declaración de la renta: no todos los olvidos tienen el mismo coste.
Al igual que en el propio devenir de la vida misma, con tu coche sucede lo mismo. Existen despistes que pueden quedar en eso, en un simple despiste sin importancia, pero hay otros que pueden llegar a provocar costosas averías. Y para eso estamos nosotros, para convertirnos en la aplicación de calendario de tu móvil y contarte qué no debes olvidar y qué podría pasar si lo haces.
1. Equivocarse de combustible
Este es un despiste del que ya hemos hablado en Diariomotor, pero es que aunque parezca muy poco habitual, según un estudio del RACE en el año 2015 casi 73.000 conductores han repostado el combustible erróneo en su vehículo. Es por ello que actualmente existen varios sistemas poka-yoke o anti-error, como por ejemplo que el boquerel de la manguera diésel sea de un diámetro mayor, de forma que no entre en el orificio de llenado de los coches de gasolina (que es más pequeño), aunque ello no impide que se reposte gasolina por error en un vehículo diésel.
Por tanto, asumimos que el despiste que puedes cometer es el de repostar gasolina en lugar de diésel, lo que puede tener un coste nulo o de unos 20-30 euros si cambias el filtro de combustible, siempre que cuando te hayas dado cuenta de tu error tan solo hayas repostado un par de litros, hasta una factura de un buen centenar de euros si se han producido daños en el sistema de inyección (inyectores, bomba de combustible, juntas…). En cualquier caso, lo más recomendable si te sucede, es que avises al operario de la gasolinera para cerrar la calle y empujes el coche (sin poner el contacto para que no se cebe la bomba) hasta un sitio seguro donde cargar el coche una grúa y llevarlo al taller para que vacíen y limpien el depósito, además de sustituir el dicho filtro de combustible.
Otro despiste, pero sin importancia hoy en día, es repostar gasolina con el octanaje equivocado o menos recomendable. Pueden darse dos casos, usar un octanaje superior al recomendado (sin consecuencias para la mecánica, tan solo de unos 30 céntimos más por litro para nuestro bolsillo), o bien repostar gasolina de menor octanaje, por ejemplo de 95 en lugar de 98. En ese caso es cierto que nos habremos ahorrados unos eurillos, pero nuestro coche no estará desarrollando las prestaciones que se le presuponen, ya que gracias al sensor de picado la centralita “limita” el motor con el objetivo de que no se produzcan autodetonaciones.
La única solución a toda esta problemática es “centrarse” unos minutos y asegurarnos que repostamos el combustible correcto. Si tienes dudas del combustible que usa tu coche (si llevas uno de alquiler o prestado), en la tapa del combustible o el propio tapón lo suelen indicar siempre.
2. Saltarse los periodos de mantenimiento
En los coches actuales es cada vez más improbable que te olvides de cuando tienes que pasar por el taller para realizar algún tipo de mantenimiento puesto que tienen mil testigos y pitiditos para avisarte de ello. Pero siempre está el factor de “mañana pido cita”, aunque en los coches más antiguos sí que hay excusa.
El principal despiste, o más bien prórroga, es el del cambio del aceite. Un aceite degradado da lugar a una peor lubricación y refrigeración del motor, lo que en el caso más extremo de todos provoca un gripado del motor, cuya solución acaba desembocando en uno nuevo.
Sin embargo, y siendo sinceros, todo el mundo se acaba acordando de cambiar el aceite del motor tarde o temprano, al contrario de lo que sucede con cuatro elementos que son igual de importes. En primer lugar, y más ahora que se acerca el verano, sustituye el filtro antipolen o del habitáculo, el cual es el responsable de que el aire que entra del exterior sea filtrado. Un filtro sucio u obstruido da lugar a un caudal de aire muy inferior al normal, y una falsa sensación de que el aire acondicionado no enfría. El coste de este filtro suele ser inferior a 30 euros, y puedes hacerlo tú mismo en cinco minutos, incluso algunos fabricantes adjuntan una octavilla con las instrucciones a seguir.
Siguiendo con los grandes olvidados nos detenemos en el aceite de la caja de cambios, ya sea manual o automática, y del diferencial. Nunca me cansaré de decir que es un aceite que necesita ser sustituido, como cualquier otro, ya que con el tiempo y los ciclos de temperatura pierde sus propiedades, por mucho que el fabricante del coche (que no de la caja) se empeñe en decir que es de por vida. Es un mantenimiento que se debe realizar cada 60 u 80 mil kilómetros, y que en el peor de los casos no debería superar los 400 o 450 euros, importe que parecerá un regalo si con ello evitamos tener que sustituir nuestra carísima transmisión automática por otra nueva.
¿Sabías que el líquido de frenos es un líquido higroscópico? Esto quiere decir que atrae el agua, perdiendo así sus propiedades pasando a ser más compresible, por lo que ya no transmite la presión hidráulica desde la bomba de freno hasta los pistones de la pinza. Es por ello que es recomendable sustituirlo cada dos años, ya que su coste es muy económico y con ello puedes evitar un accidente. Además, puedes aprovechar la ocasión y revisar los latiguillos de freno, y en caso de que presenten algún desperfecto o ya tengan su edad, sustituirlos también.
Finalmente no quiero olvidarme de los amortiguadores, esos elementos invisibles y que parecen que no requieran ser renovados, ya que nos vamos acostumbrando progresivamente a su desgaste y pérdida de eficacia. Así pues, ya que acabo de recordártelo, no olvides de sustituirlos. De media, se estima que su vida ronda los 100.000 km o unos cinco años, dependiendo siempre del tipo de conducción y por donde nos movamos.
Y así podría seguir escribiendo El Quijote con todos los elementos de desgaste que hay que sustituir, como la correa de distribución, bomba del agua, bujías… y las consecuencias de no hacerlo. Lo más importante de todo es que consultes de vez en cuando el plan de mantenimiento de tu fabricante y lo sigas escrupulosamente, o si tienes alguna duda déjate asesorar por tu mecánico de confianza.
3. No pisar correctamente el pedal del embrague
Esto es algo que deberíamos tener automatizado tras el paso por la autoescuela. ¿Cuántas veces te lo habrá dicho tu profesor o profesora? Por pisar correctamente el pedal del embrague entendemos dos, o incluso tres, situaciones distintas:
• Pisar el embrague hasta el fondo para cambiar de marcha.
• No dejar apoyado el pie izquierdo en el pedal del embrague, ya que pare eso tenemos un reposapiés.
• En las retenciones, durante un semáforo o un atasco, poner punto muerto y no dejar el embrague pisado y la marcha engranada.
Siguiendo estos tres consejos, cosa que es cuestión de habituarse hasta que nos salga de manera automatizada y no caigamos en el despiste de no seguirlos, estaremos alargando la vida de nuestro embrague y evitando un desgaste prematuro debido a una fricción excesiva e innecesaria, al igual que otros elementos como el empujador o el collarín del embrague.
4. Ignorar los testigos del motor
Piensa, como decían un antiguo profesor mío, que si esos señores arrogantes, con gafas y bigote llamados ingenieros los han puesto ahí será por algo. Por tanto no conviene ignorar ni posponer ningún testigo que se encienda del cuadro, ya que este estará indicando el mal funcionamiento de algún elemento, ya sea del propio elemento en sí o del sensor en cuestión que esté estropeado. Así pues, ignorar estos avisos provocará que el problema se agrave, y con ello la factura de su reparación, por no decir que el riesgo de sufrir un accidente según cuál sea el elemento afectado.
Muchas pueden ser las averías en función del testigo encendido. Puede tratarse desde una obstrucción del FAP, válvula EGR… hasta una pérdida de presión de aceite como consecuencia de un nivel bajo o un sensor que esté ofreciendo una lectura errónea. Así, como ya hemos comentado, en función del problema la avería o coste será mayor o menor.
5. Dejarse las luces encendidas
Por suerte es algo cada vez menos habitual, ya que cualquier coche medianamente moderno o tecnológico tiene algún tipo de alarma para avisarnos de que nos dejamos las luces encendidas. Si bien es cierto que con las luces de posición o estacionamiento, pensadas permitir ver un coche aparcado en zonas con poca visibilidad, esa alarma no nos avisará.
En este caso el peor y único problema que puedes tener es que te quedes sin batería. La primera opción y más sencilla sería llamar al servicio de asistencia en carretera de tu seguro para que traten de arrancarlo (puede que al año siguiente te suban un poco el coste del seguro según la modalidad contratada), u optar por cambiar la batería, lo cual supone un desembolso de mínimos unos 70 euros en adelante, según el tipo que necesite tu coche.
6. No revisar las presiones y estado de los neumáticos regularmente
Por desgracias es más común de lo que parce, y sobre todo, de lo que debería ser. En primer lugar, el neumático es el único elemento de contacto entre tu coche y la carretera, siendo el responsable de mantenerte pegado a ella en todo momento. Por él pasan todas las prestaciones: aceleración, frenado, adherencia y paso por curva… por lo que un neumático en buen estado es primordial.
Mi consejo es que, al menos una vez al mes, revises las presiones de tus neumáticos (normalmente en la tapa del depósito o el umbral de puerta del conductor hay una pegatina con los valores recomendados) y el estado de los mismos, fijándote si existe un desgaste irregular, algún tipo de grieta o deformación, y que obviamente no se ha llegado a alcanzar los testigos de desgaste. No obstante, aunque esos testigos marcan el mínimo legal (1,6 mm), es recomendable cambiar los neumáticos cuando la profundidad del dibujo sea inferior a 3 mm. De hecho, la diferencia en la distancia de frenado entre ambos valores puede ser superior un 15 % según indican diferentes estudios.
Por último, y no menos importante, es revisar las diferentes marcas en el flanco del neumático, como la fecha de fabricación y el tipo del mismo. En cuanto a la primera, encontrarás un número de cuatro cifras (SSAA), donde las dos primeras se refieren a la semana y las dos últimas al año de fabricación del neumático. Así, por ejemplo, el código 1018 quiere decir que ese neumático se fabricó la décima semana (del 5 al 11 de marzo) del año 2018. Si tus neumáticos tienen más de cuatro o cinco años ha llegado la hora renovarlos, ya que habrán perdido sus propiedades y estarán, como se conoce popularmente, endurecidos o cristalizados. Por otro lado, en cuanto al tipo de neumático, la marca M+S indica que se trata de un neumático de invierno (pensado para circular a baja temperaturas, nieve, barro…), por lo que no son aptos para circular durante las demás estaciones del año o inviernos en según qué lugar, ya que ese neumático no proporciona las condiciones de adherencia óptimas y se desgastará prematuramente. Así, puede darse el caso de que compres un coche en el norte de España o en el extranjero con esos neumáticos y no te hayas dado cuenta.
Con todo ello, podemos ahorrar desde unos euros en combustible por circular con una presión inferior a la recomendada, hasta tener que reemplazar los neumáticos por un desgaste irregular fruto de circular con una presión incorrecta, por no decir que también estaremos reduciendo la posibilidad de sufrir un accidente debido a un neumático en las estado.
7. Apoyar la mano sobre la palanca de cambios
Este es otro despiste típico en el que no debemos incurrir, al igual que como comentábamos sobre el pedal del embrague. La palanca de cambios está directamente conectada a la caja a través de una serie de varillas. Así, al apoyarnos sobre ella estamos ejerciendo una fuerza que acabará deteriorando las diferentes articulaciones y uniones de las varillas, lo que da lugar a un manejo impreciso de la misma, cuya única solución suele pasar, como no, en desmontar la caja de cambios de nuestro coche y reparar el sistema.
8. Aparcar al sol y no usar un parasol
Por último llegamos a algo que puede parecer banal y sin importancia, pero intentar aparcar a la sombra y usar el parasol es algo que con el paso del tiempo nuestro coche y nuestro bolsillo nos lo agradecerá. La pintura de la carrocería, aún más si es de un tono oscuro, acabará en mal estado tras una larga y prolonga exposición al sol, al igual que los diferentes plásticos y gomas del exterior, como las típicas de los cristales o marcos de las puertas. Así evitarás tener que acabar pintando el coche, porque seguro que, como buen petrolhead que eres si estás leyendo Diariomotor, no podrás seguir viendo tu coche en ese estado.
En cuanto al uso del parasol los propietarios de coches clásicos sabrán por qué lo comento, ya que es muy común llegar con las prisas, aparcar y salir corriendo, ya que total, luego se pone el aire acondicionado a tope y arreglado. Pero con el tiempo y esos ciclos de temperaturas los salpicaderos de según qué modelos se acaban rajando, e incluso el cuero de los asientos, y si pintar un coche es caro, cambiar un salpicadero con toda mano de obra que ello conlleva barato tampoco es.
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