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Podemos decir abiertamente que el turbocompresor de un motor diésel es uno de sus componentes más importantes, si no el que más. Por ello, antes de acudir al mecánico por una avería en el turbo de tu diésel, será mejor descubrir cuáles son los síntomas de un turbo que está a punto de fallar en un motor diésel. No solo queremos prevenir su rotura para evitar el trastorno de quedarnos sin coche por una avería en nuestro diésel, sino que también queremos evitar la abultada factura que supone reparar un turbo o sustituirlo.
Humo en el escape: negro (malo), azul (peor)
Ya os lo hemos advertido en más de una ocasión, inspeccionar el humo del escape es una tarea que nos sirve para descubrir diferentes averías desde sus inicios. El color del humo de nuestro motor diésel puede ser un valioso indicador sobre una avería, siendo además una alerta sobre la gravedad de la misma. Si detectamos que el escape de nuestro coche expulsa abundante humo negro y que además notamos pérdida de potencia, la avería puede tener que ver con unos filtros faltos de mantenimiento o unos inyectores sucios, pero si estos puntos ya han sido revisados y la avería persiste, lo más probable es que el turbocompresor esté fallando. La falta de suficiente aire a presión provoca una combustión ineficiente por defecto de aire, una situación que puede darse por unas válvulas de control (sobrepresión o geometría variable) que no actúan adecuadamente en la regulación del turbo, o por fugas en los conductos de admisión o escape que impiden que el turbocompresor realice su trabajo.
Si al mirar el escape observamos que el humo es de color azulado, casi con total seguridad estamos ante un turbocompresor cuyos rodamientos están en las últimas. Al deteriorarse los rodamientos del eje de la turbina, la estanqueidad del turbocompresor desaparece y el lubricante que engrasa este eje pasa al interior de la turbina de admisión. Esta situación provoca que el aceite se «cuele» hasta los cilindros donde es quemado, produciendo así ese característico color azulado con brillo que se identifica fácilmente en el humo que expulsa el escape. Conviene detectar esta avería lo antes posible, pues el paso del tiempo y los kilómetros solo la agravarán pudiendo provocar incluso la grave situación de retroalimentación. Para prevenir estos problemas lo mejor que podemos hacer es procurar respetar los periodos de calentamiento y refrigeración del propulsor.
Admisión con presencia de aceite lubricante
Aunque no hablamos de un problema sencillo de reconocer y también puede estar producido por averías en la EGR, la presencia de cierta cantidad de aceite en los conductos de admisión es síntoma de que la estanqueidad del sistema no es la adecuada. Esta presencia de lubricante en los conductos suele provenir del turbocompresor, una avería que se localiza en el eje de la turbina donde se está produciendo una fuga. En una fase muy temprana es más fácil reconocer la avería de un turbocompresor por este motivo que por el color del humo, pues si pillamos a tiempo este problema posiblemente solo se produzca cuando el motor está frío que es cuando los componentes no han adquirido su temperatura de trabajo y por lo tanto las holguras son mayores. Revisar el nivel de aceite es una tarea obligada en estos casos pues también nos permite descubrir la magnitud de esta avería, pues quemar aceite es una avería muy seria que puede terminar con una rotura sin solución.
Falta de empuje o empuje intermitente
Estas averías se dan por fugas o por averías en los sensores y válvulas de control. Si el empuje de nuestro turbocompresor es intermitente o detectamos que solo en una zona del tacógrafo mantenemos la potencia del propulsor, lo más posible es que tengamos la geometría variable atascada por culpa de los depósitos allí acumulados, o que tengamos un fallo en las válvulas que controlan la presión de soplado del turbocompresor. La limpieza de un turbocompresor no es compleja, aunque sí que requiere su cumpleto desmontaje para ser realmente efectiva. Evitar el abuso de la conducción urbana o la circulación a muy bajas vueltas perimitirán prevenir la acumulación de depósitos.
En ciertas ocasiones también podemos tener problemas de fugas de aire, tanto en el mismo turbocompresor, como en los conductos que a él se conectan. Las pequeñas fugas suelen pasar desapercibidas, aunque sí que son reconocibles por saltos en la subida de vueltas del motor, más perceptibles cuanto mayor sea la fuga. La solución de esta avería pasa por un análisis en profundidad de todo el sistema de sobrealimentación, tanto en frío como en caliente, pues pequeñas fisuras en colectores y cuerpo del turbocompresor suelen dar problemas en frío, pero en caliente casi desaparecen por la dilatación de los materiales.
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