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Las bujías son un elemento imprescindible para el correcto funcionamiento de cualquier coche con motor de gasolina. Son tan antiguas como el automóvil en sí, y sin ellas no se podría producir la explosión de la mezcla de gasolina y aire en el interior de las cámaras de combustión. La chispa de las bujías es un simple arco voltaico entre dos electrodos, producido por el paso de corriente eléctrica a través de ellos. Son absurdamente sencillas y fiables, pero son componentes sometidos a un uso y desgaste constante, y deben ser reemplazadas según las especificaciones del fabricante de tu coche.
¿Cuándo tengo que cambiar las bujías de mi coche de gasolina?
A riesgo de sonar gallego, la respuesta es clara: depende. Las bujías tienen una vida limitada, pero su vida puede variar desde los apenas 20.000 km o 30.000 km de las viejas bujías con núcleo de cobre a los 120.000 km o 160.000 km de las modernas bujías con núcleos de platino o iridio. La respuesta a la pregunta está en el manual de usuario de tu coche, donde podrás encontrar el intervalo recomendado de reemplazo para las bujías. El extremo inferior de la bujía está en la propia cámara de combustión, y está sometido a altísimas temperaturas y presiones de forma constante, por lo que su desgaste es inevitable.
Por fortuna, las bujías son baratas. Su precio puede oscilar entre los poco más de tres euros por bujía en las de cobre, a en torno a 20 euros para cada bujía de platino, de vida mucho más extendida. La gran mayoría de coches de gasolina llevan una sola bujía por cilindro, pero algunos coches con motores «twin spark» – también llamados de doble ignición – llevan dos bujías por cilindro. Los motores de doble bujía más conocidos son los fabricados hace años por Alfa Romeo, pero también existen motores de doble bujía en Mercedes o Nissan. La doble ignición es bastante común en el mundo de las motocicletas.
¿Qué ocurre si no cambio las bujías cuando toca?
Al igual que ocurre cuando alargamos más de la cuenta el cambio del aceite, el motor no dejará de funcionar o sufrirá un fallo catastrófico, pero sí corremos un mayor riesgo de quedarnos tirados, o provocar una avería mayor. El «mejor» de los casos es el de una bujía con una punta de encendido demasiado desgastada provocará interrupciones en el encendido, que serán percibidas como vibraciones o un ralentí irregular. En caso de fallo completo de la bujía lo más posible es que el testigo de fallo motor se encienda y el cilindro en el que está montada la bujía deje de funcionar.
En un motor de cuatro cilindros el coche pasará a funcionar con tres cilindros, con un sonido mucho peor, tirones y sacudidas, y en general un comportamiento claramente defectuoso. Incluso podríamos tener problemas para arrancar el motor. La sustitución de las bujías, una tarea simple y poco costosa, atajaría de raíz estos problemas. No obstante, podemos no tener estos síntomas y seguir usando unas bujías cuya vida útil ha quedado muy atrás. Si lo hacemos, nos exponemos a que el aislante cerámico del propio electrodo central se rompa, o el propio electrodo de masa se parta.
Y entonces tendremos un problema mucho más serio, porque estos trozos de cerámica o metal caerán al interior de la cámara de combustión. Si un trozo de bujía se desprende, rayará las paredes de la cámara de combustión y puede romper los segmentos del pistón. Incluso podría afectar a las válvulas y a la propia cabeza del pistón, provocando una avería costosísima. Ten en cuenta que la velocidad lineal de los pistones de un motor es de decenas de metros por segundo (cientos de kilómetros por hora). Todo, por no cambiar una pieza de desgaste cuyo precio puede ser de apenas tres euros.