Hace unas semanas me despaché a gusto, desde mi poltrona, contra Nico Rosberg por dar signos que parecían de evidente debilidad. No voy a negar que pensé eso, y lo sigo pensando de lo que sucedió en las primeras carreras, pero tras la prueba de Bahréin del pasado domingo, creo que es justo destacar la buena carrera que protagonizó el alemán, con destellos de nervio y, por decirlo suavemente, arrestos en algunas maniobras. La pena, y ahora ya se sabe a ciencia cierta, fue el fallo de frenos en las dos últimas vueltas de carrera, un problema que parece ser que podría haber atacado a Hamilton, o al menos eso parece tras escuchar una confusa transmisión de radio hacia el final.
Sigo pensando que Nico tiene más mano izquierda, y más sentido político que Lewis Hamilton, y que por eso tiene un pequeño lastre en cuanto a prestaciones. Él es el hombre Mercedes, el que lleva ya 100 Grandes Premios pilotando flechas de plata, el que empezó el proyecto desde el inicio, y nadie lo cuestiona. Desde la lejanía no puedo evitar pensar por qué hay tanto revuelo con que si Hamilton renueva, o no, mientras que nadie habla de Rosberg. no sé si es por desinterés desde los medios, o porque todo el mundo da por hecho que Rosberg ES Mercedes.
Al margen de mis especulaciones, el domingo vimos a un Rosberg tenaz, inconformista, duro y que iba a por todas contra Sebastian Vettel, dispuesto a no subestimarlo más. Sin duda la imagen de la carrera, para mí, es esta:
Sin llegar a ser la imagen del año, de momento, creo que representa fielmente el espíritu de Rosberg el domingo, un Nico decidido a ir a por todas, y a por Lewis Hamilton, en una escena que llegó a cotas altas de emoción porque parecía que se iban a encontrar todos en la curva uno, con «inesperado» resultado. Ese es el Rosberg que me gusta ver, y más este año, en que los dos Ferrari están brillando a gran nivel, lo que le da al campeonato otro color.