Si echamos un vistazo a los diferentes Campeonato organizados por la FIA, nos daremos cuenta de que posiblemente WTCC y Mundial de RallyCross, y en menor medida el Mundial de Resistencia, son los “torneos” que actualmente atraen más a las firmas. Los tres con distintas filosofías, valores y formas de entonar sus cantos de sirena hacia los fabricantes, pero todo ellos con más éxitos que los infructuosos intentos de campeonatos con mucha mayor historia y tradición como el WRC y la Fórmula 1.
En el caso del Mundial de Turismos, Jaime Puig nos comentaba hace un tiempo cuál era su mayor ventaja: la relación inversión/redito publicitario. Junto al Mundial de RallyCross, es una de las categorías más baratas en términos presupuestarios y con un calendario contenido y una buena promoción a través del propio promotor, Eurosport Events, se ha logrado llegar a una estabilidad clave, a pesar de que el dominio de Citroën está pasando algo de factura. Ni tan siquiera con el agresivo cambio de reglamento técnico parece haberse perjudicado al WTCC.
Es más, si prestamos atención a los rumores, hasta cuatro fabricantes se encuentran sondeando la opción de ingresar en dicho campeonato, algunos con el nombre y la historia de Subaru y Alfa Romeo, y otros en crecimiento en esto del Motorsport, como KIA. La carrera este año en Nordschleife promete ser un nuevo punto y aparte en el WTCC, concentrando las miradas de todo el mundo, ayudado en gran parte a la inestimable ayuda mediática de Sébastien Loeb.
El Mundial de RallyCross es aún más joven que el WTCC y con una receta completamente distinta a su homólogo de circuitos ha conseguido captar y tener gran repercusión después de sólo una temporada completa. Los coches son extremos, se puede utilizar prácticamente cualquier “silueta”, las carreras son entretenidas y llenas de toques y el formato es totalmente innovador. A pesar de ser un campeonato con clara tradición familiar entre los nórdicos, IMG lo ha globalizado, llegando con sus retransmisiones y con una buena labor en redes sociales y Youtube a prácticamente todos los lugares del planeta.
Cierto que el reglamento es difícil de entender, pero la emoción de las carreras engancha a propios y extraños y no perjudica a aquellos que no han visto nunca una carrera de este tipo. Ha perdido parte de su esencia tradicional, pero con coches cercanos a los 600 CV y unos comisarios bastante permisivos, el ritmo es frenético. Sin cambios destacados en el reglamento (salvo la entrada de los aceleradores electrónicos en 2016), la estabilidad y los bajos costes (también en logística ya que sigue siendo un campeonato en el que las formaciones privadas son vitales) están siendo claves para atraer equipos y fabricantes. Los últimos rumores apuntan a que cinco o seis fabricantes están estudiando su llegada al World RX para 2017. La presencia de pilotos carismáticos como Block, Loeb, Solberg, Duval, Hirvonen e incluso Pastrana han sido un soplo de aire fresco.
Y por último el WEC. Si tanto en el WTCC como en el World RX hemos hablado de que los costes contenidos han sido clave para su promoción, en el Mundial de Resistencia la clave es la permisividad del reglamento en cuanto a las novedades tecnológicas. En un campeonato en el que los prototipos híbridos de 1.000 CV están a la orden del día, las firmas han encontrado una salida ante la negatividad de la Fórmula 1 a la innovación y la camisa de fuerza del Mundial de Rallyes. Tal vez, al igual que el WTCC con Loeb, a la categoría le falta la llegada de un superclase como Fernando Alonso para aumentar su difusión durante la temporada, hasta la llegada a Le Sarthe.
Actualmente con Porsche, Audi, Nissan y Toyota, (además del misticismo e interés que siempre rodea las 24 Horas de Le Mans) el WEC está cerca de encontrar su punto más álgido, algo que presumiblemente está cerca de llegar si el Grupo VAG finalmente decide emprender una aventura con o sin Red Bull en el Gran Circo. Sólo la llegada de Ferrari con un LMP1 (Alfa Romeo, Lamborghini y Subaru también han pasado por los mentideros) mejoraría la actual situación de un campeonato que ha recuperado parte de la repercusión perdida en la pasada década.
Para el final dejamos las dos grandes. Ni el Mundial de Rallyes, ni el de Fórmula 1 han logrado durante los últimos años llamar la atención de las marcas. Incluso con cambios reglamentarios de por medio, ninguno de los dos ha recuperado parte del prestigio perdido. Tan sólo Toyota ha decidido embarcarse de nuevo en el WRC después de que la crisis haya dejado de ahogar al país del sol naciente.
La entrada de Red Bull en el WRC como promotor no ha deparado cambio alguno y las retransmisiones siguen dejando mucho que desear, de las que tan sólo podemos destacar los tramos en directo (en cada prueba se pueden contar con los dedos de la mano) ya que las tomas y las OnBoards siguen siendo deficientes. La eliminación de los splits y el cambio en el orden de salida han sido positivos en cuanto a la competición, pero al campeonato le sigue faltando “algo”. La pérdida gradual de los rallyes clásicos y unos coches que no terminan de transmitir y que además siguen siendo de unos precios “prohibitivos” hacen que el WRC siga sin ser aquel paraíso para las marcas de comienzo de siglo. No creo que necesiten un Shootout o copiar el formato de otros campeonatos o categorías, pero sí necesitan un cambio radical y parece que lo menos doloroso sería hacer unos coches más excitantes.
En cuanto a la Fórmula 1, la situación es peor aún. Las firmas que quedan en el campeonato se resumen en Ferrari y Mercedes AMG (con Renault relegado a ser únicamente motorista), mientras que cada campeonato que pasa significa la pérdida de un equipo y tres o cuatro con grandes dificultades económicas y prácticamente endeudados hasta el cuello. Se ha perdido espectáculo en pista, el reglamento de los V6 Turbo híbridos, además de caro, ha resultado en fracaso en términos de sonido y la normativa de las carreras se ha complicado hasta límites en los que tan sólo los aficionados que están día a día informados sobre la actualidad del Gran Circo lo comprenden. Si además, unimos que la FOM, en su infinito afán recaudatorio está suponiendo un yunque demasiado pesado para la difusión y popularidad de la Fórmula 1 completamos un póker que ha hecho que la categoría reina haya perdido en sólo unos años millones de aficionados.