Si tiramos del símil más sencillo, el manido fútbol, cuando un equipo se clasifica para una competición europea del máximo nivel se habla del aumento de ingresos que se puede cifrar en alrededor de 50 millones de euros para el campeón. Y es que la UEFA tiene una dotación en premios anual que se acerca a los 1.500 millones de euros. Unas cifras mareantes para el denominado deporte rey. Nada más lejos de la realidad. En el mundo del motor, los premios no son tan apetecibles.
Pero si bajamos al mundo terrenal, la realidad es muy distinta. En las 24 horas de Le Mans, nadie se hace rico. Ese es el mejor resumen ya que sólo con intentar participar, y siempre que tu coche sea aceptado por el ACO (incluso en la lista de espera), tienes que poner dinero. En enero, todos los equipos dispuestos a participar tienen que abonar 4.600 euros. Dinero que participes o no se quedará en las arcas de la organización.
Una vez que tu equipo recibe el OK, el siguiente pago es de 50.000 euros. Es el precio por cada una de las inscripciones. Con 56 participantes en la lista, el ACO recauda 2,8 millones de euros. A ese pago hay que sumar el vehículo, la logística, el pago de los pilotos (sí cobran por correr) y al personal…La factura comienza a ser gorda.
Y toda esa inversión para simplemente hacerse con un pedazo de gloria ya que el premio monetario de poco o nada te va a servir. Si ganas las 24 horas de Le Mans, algo reservado a los equipos oficiales, el premio es de 40.000 euros. Si tenemos en cuenta que Audi invierte cada temporada una cifra cercana a los 100 millones de euros, el premio se antoja escaso. El resto de premios va, lógicamente, descendiendo con 25.000€ al segundo, 20.000€ al tercero y 15.000e al cuarto y 12.000e al quinto. Además cada ganador de las distintas categorías se embolsa 10.000 euros. Un cifra irrisoria si tenemos en cuenta que un juego de neumáticos para los LMP2 cuesta 2.000 euros.
El resumen es claro, si lo que quieres es ganar dinero, el automovilismo no es el negocio adecuado salvo que tu coche luzca el apoyo de grandes marcas, o muchas más pequeñas, y que sean ellas las que corran con el gasto de la «fiesta».
