Siguiendo el camino de los siempre criticados rallyes, las Bajas norteamericanas no copan tantas portadas ni abren tantos telediarios, pero posiblemente tengan una proporción de incidentes/pruebas mayor que en el caso de la variante de utilitarios/turismos. Y no por la peligrosidad de los vehículos o por la imposibilidad de dar cabida a todos los aficionados, sino por la irresponsabilidad y falta de educación y de colocación de los aficionados.
Las brechas en la seguridad son más que habituales. Los aficionados, en su mayor parte norteamericanos, no respetan las normas básicas de seguridad, lo que da como resultado que los coches pasen habitualmente muy cerca de las personas y que en ocasiones lleguen incluso a causar algún atropello al inmiscuirse en el camino de los competidores. La falta de seguridad y pasividad de los organizadores ha llegado al punto de que no es la primera vez que una persona ajena a la competición se cuela en el camino de los coches y provoca un accidente.
Precisamente, en segunda de las carreras del SCORE World Desert Championship (la primera fue San Felipe 250 y la segunda Baja Sur 500) se han producido dos incidentes lamentables que han dado la vuelta al mundo. En uno de ellos, Adpaly López se encontraba precisamente a la pick-up de uno de los aficionados y tras ver que no se apartaba del camino, le daba un toque en la trasera y el lugareño volcaba. Afortunadamente salía ileso del percance, pero se desataba la polémica.
Una polémica que seguiría horas después cuando tras un duro cuerpo a cuerpo entre el propio Adpaly López y Robby Gordon, el estadounidense, ex–piloto de la CART y de la NASCAR y actualmente disputando el Dakar, arrollaba a uno de los espectadores que estaban situados, el cual también afortunadamente sobrevivía, pero que obviamente sufría importantes lesiones en sus extremidades. Una más de la larga tradición de accidentes que se han producido en carreras de este tipo.
No quiero que veáis esto como un ataque a la competición. Las Bajas son otra expresión llena de adrenalina y un duro reto, en el que piloto y copiloto se lanzan por estrechos caminos desérticos y largas trialeras. He defendido una y mil veces los rallyes de ataques gratuitos o informaciones en las que lo único que importa es mostrar imágenes repletas de morbo más que la noticia en sí. Sin embargo, aquí está claro que esto no puede seguir sucediendo.
Familias enteras al pie de pista en cambios de rasante sin visibilidad en los que un error del piloto puede desembocar en una fatalidad debido a las altas velocidades y mastodónticas suspensiones que se montan, ‘aficionados’ esperando hasta el último momento para apartarse al paso de los coches (como si de los Sanfermines o los Grupo B de hace 30 años se tratara) y en algunos casos incluso tumbándose para que los coches pasen saltando por encima de ellos.
No he podido disfrutar nunca de una Baja Norteamericana en directo, pero desde que llevo siguiéndolas a través de la red de redes (hace ya unos cuantos años) he visto absolutas barbaridades que no he visto en ninguna otra competición del motor. Esto tiene que parar.
La Baja 1.000 es posiblemente una de esas pruebas mágicas, que todo piloto de Off-Road debería disputar una vez en la vida si no fuera por los altos costes de logística que conlleva una carrera al otro lado del charco (también el Pikes Peak) y los presupuestos que conllevan estos buggies de 800 CV de potencia y chasis tubular. Sin embargo, a frase de ‘Motorsport is dangerous’ es aplicable a todas las disciplinas y si los aficionados encima ponen de su parte para hacerlo más peligroso el coctel es explosivo, teniendo los que están fuera del coche todas las de perder.
Los participantes tampoco están exentos de esa peligrosidad, Kurt Caselli o Jeff Kargola son algunos de las últimas víctimas mortales que se han cobrado esta disciplina. Incluso la leyenda cuenta que en la Baja 2007 uno de los helicópteros de los equipos que competían en dicha edición se estrelló y entre algunos de los fallecidos se encontraba un lugarteniente de uno de los cárteres más importantes de Tijuana.
Pues eso. El automovilismo es peligroso, no lo hagamos más. Es el momento de que tanto espectadores como organizadores tomemos conciencia y trabajemos juntos para hacer más seguro nuestro deporte.