Sébastien Ogier ha escrito ya con letras de oro su nombre en la historia del Mundial de Rallyes. Lejos de su tercer Campeonato del Mundo de Rallyes y con 31 victorias ya en su palmarés, el piloto que maduró junto a Volkswagen ha dejado de ser el sustituto de Sébastien Loeb para empezar a pedir su propio hueco en el WRC. El primer fin de semana de octubre llegará Seb a su tierra ya coronado como único tricampeón (sólo superado por los 9 de Loeb y los 4 que consiguieron Kankkunen y Mäkinen), y lo hará dispuesto a seguir agrandando su leyenda.
Tal vez no sea el piloto más querido en Francia, donde algunos aficionados reprochaban el poco ‘bombo’ que ha recibido su tercer título, lo cierto es que ni el lugar (Australia, de madrugada en Europa), ni el hecho de haberlo logrado con un Volkswagen Polo R WRC (ya sabemos lo chovinistas que suelen ser en el país vecino), ayudaron. También es cierto que el carisma de Ogier no es el mismo que el de Loeb y la simpatía que despierta el de Gap no volvió a ser la misma después del enganchón con el nueve veces Campeón del Mundo en 2011. Sin embargo, el de Volkswagen se ha ganado el derecho propio de ser tratado como lo que es, un superclase.
Ese es precisamente el único calificativo que se me ocurre para Ogier. La superioridad con la que está consiguiendo los entorchados está siendo tal que comienza a recordar en la forma con la que jugaba Loeb con sus rivales, con Latvala en el papel de un desafortunado Hirvonen (el año pasado sin ir más lejos desaprovechó la oportunidad de discutirle el campeonato a Ogier al más puro estilo Mikko en Gales) y Thierry Neuville, en el del siempre irregular Petter Solberg. Sin embargo, esto no deja de ser una opinión.
Por ello, es la hora de recurrir a los datos. Ayudados por las estadísticas que acompañaban el último número de nuestros colegas galos de AUTOhebdo, vamos a hacer un breve repaso a los números de Loeb y de Ogier desde su debut al volante de un World Rally Car, eliminando los rallyes disputados con los S1600 o S2000. El primero de ellos, la edad con la que ambos consiguieron su tercer título consecutivo (el primero lo consiguieron ambos en su tercera temporada en el Mundial), en el caso del alsaciano, el de la temporada 2006 con el Citroën Xsara WRC ‘semioficial’ de Kronos. En el caso del recién proclamado campeón, ha llegado a dicha cifra con 31 años y nueves meses, mientras que en el caso de Loeb esto llego con 32 años y 8 meses, casi un año más que el piloto de la firma de Wolfsburgo pero en menos campañas disputadas ya que el de Citroën lo consiguió en su quinta, mientras que Ogier lo ha obtenido en la sexta.
Seguramente al leer esta información, los aficionados más acérrimos de Ogier estarán soñando con la posibilidad de conseguir un 10 título y así borrar a Loeb ‘del mapa’, sin embargo, en más de una ocasión el de Volkswagen ha dejado deslizar que no tiene pensado estar muchos años en competición. Palabras que posiblemente puedan cambiar con la llegada de los excitantes WRC de 2017 o que puedan acelerarse ante la pasividad de la FIA frente a las continuas quejas del tricampeón por un orden de salida que obviamente fue creado para limitar su superioridad. Hace poco Armin Schwarz le echaba en cara precisamente eso, que otros grandes campeones como Carlos Sainz o el propio Loeb tuvieron que ganar en una situación similar de desventaja y que a ellos no se les escuchó quejarse ni una sola vez. Veremos cuál es su decisión final, por ahora parece que tenemos Ogier para rato.
El ratio de victorias cosechadas al llegar a su tercer título también está muy parejo. Loeb consiguió a finales de 2006 28 victorias 70 pruebas, las justas para ser el primero en superar el record que hasta aquel entonces ostentaba Sainz, mientras que Ogier, sin haber terminado la campaña 2015 ya tiene 31 de 74 oportunidades y está en clara disposición de sumar tres triunfos más en Córcega, Catalunya y Gales. Los porcentajes son de un 41,8% frente a un 40% a favor de Ogier, algo que no deja de mostrarnos la increíble superioridad con la que ambos pilotos han competido en la primera parte de sus carreras. Auténticas bestias que no se cansan de ganar y de devorar rivales.
Así lo demuestra que ambos campeones hayan conseguido el triunfo a dichas alturas de sus carreras (siempre hablando del momento en el que consiguieron su tercer título, no lo olvidemos) en 15 pruebas distintas, con más valor incluso en el caso de Ogier ya que ha tenido que lidiar con un calendario de sólo 13 pruebas con no demasiadas variaciones de año en año. Con todo esto, podemos sacar la conclusión provisional de que Ogier es aún más completo de lo que lo fue (ayudado también por un calendario en el que la tierra tiene más peso que el asfalto, superficie en la que no se desenvuelve tan bien), si se me permite hablar en pasado, Loeb.
Sin embargo, hay una faceta en la que el descubrimiento de Guy Frequelin si es claramente superior al de Olivier Quesnel, la regularidad. Todos conocemos la faceta guerrera e irreverente de Ogier, en muchas ocasiones, la misma que le ha costado las críticas y que le llevo a buscarse la vida y la posibilidad de irse en 2011 a Ford, o la decisión definitiva de irse a final de ese mismo año a Volkswagen a pesar de tener que pasar un año a camino de piloto de S2000 y probador de lujo. Esa faceta le costó muchos abandonos en el principio, en aquellos duelos Loeb vs Ogier a cara de perro en los que habitualmente el perdedor era la joven promesa que muchas veces iba por encima de sus posibilidades con el único objetivo de dar un golpe de estado.
Esto hace que en estadísticas como la de los abandonos por error de pilotaje, sea Sébastien Loeb el que supera al de Volkswagen con tan sólo 4 retiradas en 70 rallyes, en lugar de las 6 en 74 que sufrió Ogier. Esta combatividad que hace que el ex-piloto de Citroën tenga un mejor ratio de victorias/rallyes disputados, también le ha llevado a tener tres podios menos (44 vs 47), más de un 7% menos que frente al poseedor del record del Pikes Peak y ahora piloto del WTCC.
Con todos estos datos, es inevitable caer en la comparación entre uno y el otro, por muy injusta que sea, lo único que queda patente es que estamos viviendo una segunda dictadura francesa de un Napoleón que todavía no ha encontrado una guillotina suficientemente afilada que lo aparte de su apabullante posición de dominio. También es cierto que los que echaron en cara en el pasado que Loeb ganó sin rival y gracias a una montura superior, están viviendo un déjà vu en toda regla, tanto en el tema de los oponentes, que anteriormente ya he mencionado, como en el del coche. Y es que lejos de las 9 victorias conseguidas por Volkswagen este año (7 de Ogier y 2 de Latvala), los números del Polo R WRC en estas casi tres temporadas completas son sonrojantes para sus rivales.
VW lleva 31 triunfos de 36 posibles, tan sólo Citroën en cuatro ocasiones y una Hyundai, han conseguido bajar del escalón más alto del podio a uno de los pilotos del equipo germano en estos tres años, haciendo del utilitario de Wolfsburgo el coche estadísticamente más exitoso de la historia con un 86% de ratio victoria/número de rallyes y con 467 scratchs en 668 tramos disputados. Y todavía hay gente que se atreve a negar su superioridad (cifrada por sus rivales en hasta 4 décimas por kilómetro en algún terreno).
Por delante, otro año más hasta que el cambio de reglamento técnico pueda traernos un salto similar al que los rivales tendrán que dar para cazar a Mercedes AMG en la Fórmula 1. Difícil que Hyundai esté en disposición de lograrlo con su cinco puertas en 2016, difícil que Toyota, junto a Tommi Mäkinen puede tener un debut tan contundente después de todos los bandazos que está dando el proyecto y más difícil aún que con los presupuestos más limitados, Citroën o M-Sport puedan volver a ser los que fueron en 2011. A riesgo de ser pesimista, tan sólo la entrada de Audi en el Gran Circo y el redireccionamiento presupuestario dentro del Grupo VAG hacía la firma de los cuatro aros puede frenar el avance inevitable del panzer alemán. Pero esto, de nuevo, vuelve a ser mi humilde opinión.