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Fernando Alonso: un samurái con la catana roma

En España no estamos acostumbrados a perder, por eso no dudamos en enterrar a nuestros ídolos deportivos antes de aceptar que en el deporte no siempre se puede ganar, ni aun teniendo a algunos de los mejores deportistas, por números, de la historia. Durante los últimos años se ha enterrado y desenterrado metafóricamente a nuestros ídolos, entre los que encontramos nombres estos últimos años como Alberto Contador, Rafa Nadal e incluso las selecciones nacionales de fútbol y baloncesto a pesar de que nos han dado la que es posiblemente la década más exitosa para nuestro deporte. Fernando Alonso es otro de esos nombres.

El asturiano cumplía hace unas semanas el décimo aniversario de su primer título. 2005 y 2006 era una época en la que muchos pensaron que además de los records de precocidad (que poco a poco fue batiendo Sebastian Vettel), Alonso estaba en disposición de batir al sistemático y en ocasiones obsesivo, Michael Schumacher y sus 7 Campeonatos del Mundo de la Fórmula 1. Sin embargo, esto son carreras y existen otras variables que en se imponen sobre el talento, la disciplina, el trabajo incansable y los pronósticos.

Un superclase que se deja de llevar por el corazón en las elecciones:

Las elecciones nunca han sido el punto fuerte de Fernando Alonso. Tal vez en su intento de demostrar su calidad, o consagrarse aún más como uno de los mejores pilotos de la historia de la Fórmula 1, el ovetense ha aceptado retos similares al fichaje de Valentino Rossi por Ducati. O lo que es lo mismo, buscar la heroica con una montura un escalón inferior a la del resto. El problema, es que como se ha dicho en muchas ocasiones, esto son carreras de coches, no de pilotos, si no estaríamos hablando de un trofeo monomarca o de atletismo.

Desde 2007, año en el que estalló el escándalo con McLaren, Ron Dennis y su compañero de equipo por aquel entonces (tal vez el más correoso que ha tenido en su carrera), Lewis Hamilton, Alonso no ha terminado de encontrar una formación en la que el buen ambiente y el gozar con un monoplaza competitivo confluyen en el mismo punto. Precisamente, el regreso a Renault en 2008 le permitió recuperar la confianza en la Fórmula 1 y sentir el cariño de una escudería hacía un piloto que se había ganado el derecho de ser primer piloto, pero que había visto como su posición de fuerza se había resentido con la llegada de la fulgurante nueva estrella británica.

Fernando se volvió a sentir valorado, e incluso hizo una sólida segunda mitad de temporada, ayudado por su victoria menos querida, la de Singapur y el ‘crashgate’. Dos años con una escudería del rombo que ya estaba encaminada hacia su desaparición o transformación en el equipo Lotus. Dos años que le sirvieron de puente hacia el lugar en el que prácticamente todo piloto de Fórmula 1 desea estar: Maranello.

Los años en Ferrari llegaron en el mejor momento de Alonso. La madurez siempre ha sido una seña de identidad del por aquel entonces nuevo piloto de los italianos y esto acompañado al que posiblemente hayan sido la mejor era en cuanto a pilotaje hicieron que muchos soñaran con volver a verlo ganar un título Mundial. No fue así, y la esperanza degeneró en la frustración de un piloto que al igual que Carlos Sainz, es tan exigente consigo mismo como con su equipo. Esto obviamente terminó desembocando en los habituales roces, roces que se hicieron heridas incurables cuando se producen bajo la atmosfera de presión en la que vive la escudería italiana, siempre obligada a ganar.

Honda, harakiri con una catana roma:

Fernando Alonso volvía a McLaren seducido más por Honda que por los británicos. No es nada desconocido que el bicampeón es un enamorado de la cultura japonesa y concretamente de los samuráis, de los cuales suele citar proverbios e incluso tiene tatuado un guerrero tradicional nipón en su espalda. Trabajador incansable ha confiado en que con su esfuerzo y el de los nipones la situación inicial se revirtiera, incluso soñando con acabar la temporada luchando por podios. Sin embargo, no será así y tanto él como Button se están dando cuenta que la travesía por el desierto va a ser más larga de lo esperado.

La escasez de test y la falta de fiabilidad están siendo el mayor escollo para el dúo formado por McLaren-Honda que mira con preocupación hacia 2016 y lo que puede volver a ser un año muy duro a pesar de contar entre sus filas con dos campeones del mundo. Las bromas se suceden, las críticas a Honda, las amargas quejas de Fernando Alonso en Suzuka, en la casa de la firma japonesa, todavía resuenan más de una semana después de que Alonso ‘explotara en carrera, recordándonos incluso a sus últimas temporadas en Ferrari y la frustración vivida en momentos como el GP de Italia de 2013.

No he podido evitar aprovechar que Honda, en colaboración con el equipo que se encarga de construir los Turismos para el BTCC, hizo la cortacésped más rápida del mundo para representar a un Fernando Alonso cabizbajo ante la situación actual, impotente como un samurái que se ha dado cuenta que su catana no tiene filo. Sin embargo, me parece injusto responsabilizar únicamente a Honda, como también me lo pareció el año pasado cuando Red Bull y Toro Rosso se cebaron cada día con Renault. Tal vez con los más de 100 CV que le faltan, el chasis de los de Woking no fuera tan competitivo como llevan asegurando desde pretemporada.

Está claro que la unidad de potencia de Honda no ha sido lo que se esperaba, sobre todo porque la parte eléctrica sigue sin aguantar y eso, en la actual Fórmula 1 ‘verde’ e hibrida es prácticamente un suicidio. Tarde o temprano McLaren volverá, como ya lo hizo Ferrari, siempre y cuando Ron Dennis no la termine de enterrar debido a sus políticas elitistas a la hora de elegir patrocinadores. Veremos si para aquel entonces Fernando Alonso continúa en el Gran Circo o si está disfrutando de otras categorías, igual de validas, en las que sí disponga de las armas (sí, estoy hablando del WEC) pero en la que tendrá otras variables, como compañeros de equipo que esta vez sí correrán junto a él. Muchos lo volverán a desenterrar cuando ese momento llegue…

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Iván Fernández

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