Siempre con la sonrisa en la boca, haciendo gala de humor y tirando como viene siendo habitual en él de ironía para demostrar su seguridad. Sin embargo, la temporada de Fernando Alonso ha estado lejos de ser la ideal, es más ha sido sin lugar a dudas la peor de su larga carrera deportiva dentro de la Fórmula 1. Algunos me diréis que olvido la de Minardi, pero obviamente no son comparables la escudería italiana con McLaren-Honda, ni en presupuestos, historia o recursos. Tampoco es el mismo Fernando Alonso que debutaba hace 14 años al volante del monoplaza-cantera que sirvió a muchos pilotos para dar el primer paso en el Gran Circo.
En Yas Marina este fin de semana se ponía la guinda a una temporada que deja un sabor de boca amargo. Tan sólo 11 puntos conseguidos en dos Gran Premios, múltiples abandonos, falta de fiabilidad, un monoplaza que nunca ha estado en tiempos de los mejores y en el que se ha celebrado incluso quedarse a menos de tres décimas de la vuelta rápida de carrera conseguida con unos neumáticos más duros. No se puede calificar la temporada de otra forma que no sea ‘absoluto desastre’. ¿Qué ocurre cuando uno de los mejores pilotos de parrilla se encuentra en esta tesitura? Pues que el foco se pone aún más sobre él a pesar de que no sea responsabilidad suya el mal desarrollo del equipo.
Durante este 2015, el nombre de Fernando Alonso ha sido parte de cientos de titulares, ninguno de ellos relacionado con la lucha por los títulos, inalcanzables para todo aquel que no llevara un Mercedes AMG. Las imágenes del Gran Premio de Brasil tomando el sol tras un nuevo fallo mecánico, los rumores sobre un año sabático creados por el propio Ron Dennis, las constantes habladurías sobre su posible salida del equipo o incluso todo el oscurantismo que se creó en torno al accidente que protagonizó el asturiano en los test de pretemporada en el Circuito de Montmeló y que lo tuvo en el dique seco hasta Malasia.
Precisamente todas las cámaras buscaban el box del asturiano en Melbourne, provisionalmente ocupado por Magnussen y sin tener clara la fecha de retorno del asturiano, la campaña ya comenzaba con ajetreo, asegurando incluso algunos que Alonso no se volvería a subir al MP4-30, por enfermedad o simplemente porque el monoplaza no era seguro. Estas teorías se quedaban en agua de borrajas sólo unos días después cuando el bicampeón del Mundo se ponía a su volante para disputar uno de los Grandes Premios más duros de la temporada, el de Malasia y terminó como muchos esperaban, con el primer abandono de un año muy largo.
El motor Honda no da para luchar por las victorias:
En aquel momento del año, la prensa cargo tintas y se lanzó contra el proyecto McLaren-Honda, mientras que los hombres dirigidos por Eric Boullier seguían confiando en terminar el año luchando por los triunfos. China les daba un nuevo destello de realidad. Alonso terminaba su primera carrera, pero lo hacía fuera del top ten, algo que mostraba por dónde iba a ir más o menos el guion. Bahréin dio un nuevo motivo para la esperanza, superaba Q1 (todo un logro viendo cómo avanzo la temporada 2015) y terminaba undécimo, un espejismo en medio del desierto que quedaba demostrado con la vuelta de la Fórmula 1 a Europa, al GP de España, cita en la que se esperaba la primera gran evolución para el MP4-30 y Fernando debía abandonar por la primera de las catastróficas desdichas que le ocurrían: un tear-off de otro piloto se colaba en el conducto de refrigeración de uno de sus frenos y a punto estaba de jugar a los bolos el español en su entrada a boxes.
Mónaco, Canadá y Austria serían tres abandonos consecutivos, los dos primeros por problemas de fiabilidad (caja de cambios y escapes) y el tercero porque Kimi Räikkönen se metió debajo del McLaren en la primera vuelta. No sería el primer abandono de Alonso en primera vuelta en 2015 y también significaba una de las mayores rachas sin terminar carreras de su carrera dentro de la Fórmula 1.
Tras la tempestad siempre llega la calma y eso significaron los Gran Premios de Gran Bretaña y Hungría. La estrategia en el primero y una carrera loca en el segundo dieron a Alonso los únicos 11 puntos que logró durante esta temporada, aunque ya nadie se creía el discurso de luchar por las victorias o los podios que muchos seguían tratando de vender. Aun así, la imagen que quedaba antes del parón del verano era la de Alonso tratando de empujar él sólo su McLaren para alcanzar el Pit Lane, una clara alegoría a lo que le estaba tocando vivir con el MP4-30.
Alonso, solo, tirando del proyecto y del monoplaza:
El parón de vacaciones permitió afrontar el desastre de la segunda mitad de calendario mucho más descansado. El monoplaza seguía aquejando una falta de fiabilidad preocupante, mientras que la parte eléctrica de la Unidad de Potencia Honda seguía sin estar a la altura. Lo peor estaba por llegar con circuitos rápidos como Bélgica, Monza, Sochi, Austin o Suzuka. Si en su etapa con Ferrari parecía estar abonado al quinto puesto, en su nueva era con McLaren, Alonso parecía estar atado al 11º, logrando dicho resultado en USA, Japón y Rusia. Tal vez el GP más favorable, el que se disputaba por las calles de Singapur terminó con un nuevo abandono por un problema en la caja de cambios.
A Alonso lo desquició completamente verse luchando con los Sauber, adelantándolos en las curvas para verse de nuevo rebasado en las largas rectas de Spa y Suzuka. Tanto que pudimos ver la primera explosión publica de Fernando, cuando gritó y pataleó contra el propulsor de GP2 que montaba el McLaren. Incluso Marcus Ericsson fue el injusto blanco de las iras del calentón del ovetense.
Tras verse luchando bajo la lluvia en Austin (donde pudo haber conseguido algo mejor que el 11º puesto final si no llega a ser por la pérdida de potencia en la recta final del GP) la dura realidad lo golpeaba de nuevo en México donde Alonso nos regalaba otra de las imágenes del año con su aparente tranquilidad previa a la carrera, sentado en el box con los pies en alto. Todo tenía su explicación: el equipo sabía que el motor estaba KO y la aparición del español en la reinauguración del Autódromo Hermanos Rodríguez duraba poco más de una vuelta. A boxes, nuevo abandono y una falsa sonrisa de optimismo o aceptación al ponerse delante de la prensa para dar la cara.
Demasiado tiempo libre para pensar y tomar el sol:
Dos Grandes Premios para terminar y en ambos las imágenes fuera de la pista tuvieron más peso que los resultados en pista. En los entrenamientos libres y clasificación de Interlagos, Alonso debía aparcar el McLaren y nos dejaba un lenguaje corporal de aceptación de la derrota, sentado, tomando el sol e incluso bromeando con la posibilidad de incluir un bolsillo en el mono para llevarse el móvil y pasar los ratos muertos. Lo cierto es que los ratos libres producidos por estos problemas técnicos le daban al español para comenzar a estudiar una carrera universitaria en Ingeniería Eléctrica… o incluso un Máster de Gestión Deportiva. En el trazado paulista terminaba, pero sin duda ha tenido tardes de gloria mayores que la de esta edición.
Abu Dhabi era la última. A pesar de la limitación a sólo 5 unidades de potencia, Alonso ya tenía marcadas 12 motores de combustión interna, 11 MGU-H y 11 turbocompresores en su marcador. El pinchazo en la clasificación del sábado impedía que el McLaren se pudiera meter en Q2 junto al de Button, mientras que en clasificación, el toque con Nasr difícil de explicar, el pinchazo, la posterior colisión con Pastor Maldonado y el Drive Trough marcaron la carrera en sólo una vuelta. Demasiadas emociones que se coronaron con la búsqueda de la vuelta rápida al final del Gran Premio. Meramente anecdótico conformarse con quedarse a tres décimas en la última carrera del año y en condiciones muy específicas si tu verdadera meta es la de pelear por las victorias. Al menos el piloto insaciable que es Alonso se divirtió en pista buscando ir al límite.
Se cerraba el peor año de Fernando Alonso en la Fórmula 1. Por mucho que en su casillero tenga 11 puntos más que en la temporada con Minardi, el año ha estado muy lejos de las promesas realizadas en pretemporada y afortunadamente para ellos, peor no puede ser 2016. Hora de descansar, airearse y ponerse a preparar la próxima campaña, olvidándose ya de atacar a Ferrari para justificar su decisión de cambiar de escudería.