Si la edición del Dakar de 1989 fue muy recordada por la moneda de 10 francos lanzada al aire por Jean Todt para determinar cuál de sus dos pilotos (Ickx o Vatanen) ganaría la carrera, la del año anterior se ha convertido también en una de las que han marcado la historia del rally-raid más duro del planeta. La del 88 está escrita en las páginas del Dakar como la edición en que Ari Vatanen perdió la posibilidad de ganar su segundo tuareg después de que le robaran una noche el Peugeot 405 T16 Grand Raid en la capital de Malí.
Peugeot Sport decidía estrenar esa edición el relevo natural de su transformado 205 T16 (anteriormente coche del Mundial de Rallyes y desterrado tras la prohibición de los Grupo B) y poner a su hombre de confianza, Vatanen al volante del nuevo coche, el 405. Mientras tanto, Juha Kankkunen competía con una de las unidades antiguas, en una clara estrategia de ‘asegurar el tiro’ por parte de Peugeot Sport, al correr con un coche que en 1987 ya había demostrado ser capaz de ganar.
Tras la etapa que unía Timbuktu y la capital de Malí, Bamako, Vatanen encabezaba la prueba por delante de Kankkunen, pero con una ventaja suficiente como para afrontar las últimas cinco etapas de dicha edición. Obviamente a la firma del león le interesaba que ganara el 405, así que nadie se atrevía ni tan siquiera a mencionar la posibilidad de que el debutante, KKK, pudiera pelearle la victoria a su compatriota, menos aún cuando Vatanen tenía dos horas de ventaja.
A la mañana siguiente, una llamada a Jean Todt en su habitación de hotel daba un vuelco al Dakar de 1988. Al otro lado de la línea, los ‘secuestradores’ aseguraban tener el Peugeot 405 T16 Grand Raid del líder del París-Argel-Dakar y por él pedían hasta 25 millones de francos como si se tratará de una de esas tramas de película de Serie B que nos tenemos que tragar los domingos por la tarde. Nadie sospechó al ver salir el Peugeot durante la madrugada del parque de trabajo que se encontraba situado en el estadio de fútbol de Bamako y la seguridad, prácticamente inexistente, demostraba tener grandes brechas.
Algunos apuntaron a que había sido una estrategia por parte de Peugeot para cambiar el motor, otros apuntaban a la seguridad/organización africana y otras voces dirigían sus ojos hacia alguno de los participantes ya que según ellos era imposible que unos secuestradores ajenos al mundo de la competición hubieran sabido seguir el complicado ritual que obligaba a realizar el 405 T16 para ser puesto en marcha.
Vatanen no podía obviamente acudir a la hora de salida que tenía programada y tras el margen de tiempo de rigor (30 minutos) era descalificado de la prueba. Apenas dos horas después, el 4×4 con los colores de Peugeot y el inconfundible patrocinio de Shell y Pioneer era encontrado a las afueras de Bamako con el depósito de combustible vacío. Ari trataría de reengancharse a la carrera, pero la organización del rally no tendría otro remedio que obligarles a abandonar la carrera por las quejas del resto de participantes. Nunca se aclaró si el coche apareció porque los ladrones desistieron en el intento o si finalmente Peugeot pagó el rescate para que su unidad no pudiera caer en manos de la competencia y con él todos los secretos que le hicieron ganar el Dakar los dos siguientes años.