Esa fue la frase que gritaba el año pasado Tom Coronel mientras sufría en una de las etapas con más arena de la pasada edición del Dakar. El piloto holandés, habitual del Mundial de Turismos se volvía a embarcar este año en la aventura, de nuevo con un buggy monoplaza y esta vez con su hermano Tim de nuevo haciéndole de inseparable compañero en un año en el que la fortuna tampoco le ha acompañado.
El carismático piloto de circuitos ha vuelto a tener una edición aún más aciaga y en apenas cinco etapas ha sufrido numerosos problemas mecánicos, electrónicos, ha soportado diluvios, se ha quedado atrapado en el fesh-fesh e incluso ha sido arrollado por un camión. Sin duda, la idea de participar al volante de uno de estos buggies ligeros sin parabrisas no es la mejor, más aún cuando todos estos problemas técnicos te obligan a ir cientos de kilómetros remolcado por uno de esos ‘elefantes del desierto’. ¿Volverá a repetir su famoso “I love it, I hate it”?.