La historia del Dakar de hoy se remonta a la década de los noventa y tal vez es menos conocida por el público en general que las que hemos tocado anteriormente. Hasta principios de la década de los noventa, los pilotos españoles ya se habían consagrado en el Dakar. A pesar de que ninguno de ellos conseguiría el triunfo final hasta Nani Roma, Carlos Mas o Jordi Arcarons ya habían demostrado que los españoles eran capaces de ir muy rápido e incluso poder plantar cara al resto en la navegación. Sin embargo en coches la historia es muy distinta.
Tendríamos que esperar hasta 1992 para ver el primer gran éxito de un piloto nacional en el Rally-Raid más duro del planeta dentro de los coches. Corría a cargo de Salvador Servià y junto a él, el también conocido copiloto Jaime Puig, en la actualidad a la cabeza de SEAT Sport. Tras varias participaciones al volante de un Range Rover, Servià y Puig salían al Dakar del 92 con un Lada Samara de la categoría T3. Un coche, preparado por ORECA, en el que participó en su desarrollo Jacky Ickx y que tal y como reconocía el propio Salvador, tenía la mecánica pirata del Porsche 959 que años antes triunfó en esa misma competición. Y es que debajo del capó había ni más ni menos que un motor seis cilindros Porsche de 3.600cc, 300 CV de potencia y una velocidad punta de 220 km/h (el diseño de suspensiones fue realizado por la empresa aeronáutica Tupolev).
Se trató obviamente de un movimiento publicitario por parte de Poch y de la firma rusa, la cual quería exportar sus productos también a Europa. El coche, con tracción total y unas características que poco tenían que envidiar a los Citroën oficiales que por aquel entonces competían, demostró su rendimiento de forma más que sobrada. Tanto, que a base de regularidad, Salvador y Jaime lograban ponerse lideres al principio de aquella edición que unía por primera vez París con Ciudad del Cabo.
No sería el único momento para la celebración de este trio formado por la tripulación española y el coche ruso. Casi llegando al final de la prueba, que en esta ocasión no finalizaría en las orillas del Lago Rosa de Dakar, Servià y Puig iban a conseguir la primera victoria de etapa dentro de la categoría de coches. Un hito que más tarde daría paso a muchas más (José María Servia, hermano de Salvador conseguía nueve, mientras que Carlos Sainz ya lleva 28), e incluso dos victorias en la general: las conseguidas en 2010 por el propio Sainz y en 2014 por Nani Roma.
Se trataba de la 19ª etapa, la cual unía Ruacana y Grootfontein (con una especial de 280 kilómetros entre Odangwa y Oshibelo). Si repasamos la tabla de vencedores de aquel año, nos encontramos un dominio absoluto de los Citroën pilotados por Vatanen y Waldegard y de los Mitsubishi de Shinozuka, Weber y Hubert Auriol, ganador final de la prueba dentro de las cuatro ruedas. El nombre de Lada es el único que aparece entre la firma de los diamantes y la de los dos chevrones en el 1992, tomando el relevo de las victorias de etapas que consiguieron Ickx y Hubert con este Proto ruso con corazón alemán. No sería el único éxito que Salvador sumaría con Lada, ya que ese mismo año se proclamaría Campeón de España de Raids e incluso conseguiría un espectacular 6º puesto final en el Dakar de 1993, sólo superado por los Mitsubishi y los Citroën oficiales.
Sin embargo, sería en la edición de 1992 cuando Salvador Servià y Jaime Puig nos dejarían una de esas imágenes que pasaron a la historia del Dakar. En una de las especiales, pudimos ver en las imágenes OnBoard al piloto catalán cantar la letra de ‘Granada’, algo que ya habían hecho otros tenores como Placido Domingo, Josep Carreras o Luciano Pavarotti, pero a buen seguro que a ninguno les grabó Puig mientras se lanzaban a toda velocidad por la tierra del París Dakar. A partir del minuto 12:
Foto | 360carmuseum