Menuda evolución que lleva la Fórmula 1, ¿eh? En los últimos 60 años las cosas han cambiado enormemente. ¿Cómo? ¿Que hablar de los últimos 60 años es un poco exagerado? Bueno, es que hacerlo de los últimos cinco o diez está muy sobado ya y la realidad es que a lo largo de toda su historia, la Fórmula 1 ha ido sufriendo cambios graduales. Diantres, si es que la historia de la Fórmula 1 ¡es la historia de los cambios en el mundo de la automoción! Así llegamos a la moderna aerodinámica de la Fórmula 1, que alcanza cotas verdaderamente quirúrgicas.
En su día, la aerodinámica más primitiva ayudaba a que el coche se pegara al suelo. Los primeros alerones tenían la función de generar agarre mientras todo lo demás tenía el objetivo de mejorar la penetración del aire. Se trataba de objetivos opuestos y raramente trabajaban en conjunción. Esto, junto a enganches de los alerones traseros en las suspensiones de los coches, generó situaciones donde los alerones traseros llegaban a doblarse, poniendo en peligro la integridad física de los pilotos. Con el tiempo la situación fue cambiando y los monoplazas empezaron a intentar generar más agarre aerodinámico.
Finalmente, los diseñadores y expertos aerodinámicos de la Fórmula 1 fueron entendiendo que la clave estaba en coordinar los esfuerzos para mejorar la penetración del coche reduciendo su resistencia al aire… a la vez que se buscaba aumentar dicha resistencia para parar el aire. Seguimos en lo mismo; objetivos encontrados. Pero a pesar de lo contrario al sentido común que parece la jugada, la realidad era que los equipos buscaban una aerodinámica que respondiera de una forma en recta y de otra en curva -de ahí lo de ‘dinámica’-.
De esta forma, llegamos a la actual aerodinámica, cuya importancia ha ido creciendo exponencialmente hasta llegar a unas cotas difíciles de imaginar hace tan solo quince o veinte años. La Fórmula 1 tiene tanto que agradecerle como de lo que culpar a la aerodinámica en lo que se refiere a sus fortalezas y debilidades. Los coches son auténticas piezas de arte tecnológico y un estudio rápido arroja unos números que asombrarían a cualquiera. Los monoplazas son capaces de generar una fuerza increíble, sobre todo a altas velocidades. Pero cuando la alta tecnología llega a estas alturas, se convierte en tecnología de laboratorio.
Es imposible imaginarse a los coches de Fórmula 1 actuales compitiendo por según qué circuitos del pasado. Lugares donde el asfalto es demasiado rugoso, con baches, con saltos… los monoplazas son tan sumamente perfectos que requieren también la misma perfección en el entorno. Asfalto perfecto, clima perfecto… y el aire entra también en esa ecuación. Los coches de Fórmula 1 lo pasan mal en cuanto el aire no les llega de la forma que se ha estudiado. ¿Ruedas detrás de otro coche? Mal asunto. ¿Cruzas el coche en una curva? El aire llega mal. ¿Qué será lo próximo? ¿Competir en un ordenador porque las condiciones ideales no se encuentran en el mundo real?
Hemos llegado a un punto donde cualquier cosa que no sea un coche de Fórmula 1 rodando al límite en su propia burbuja complica su pilotaje de la forma que se pretendía. Ojo, que hay que entender que esa es la naturaleza de la Fórmula 1. No se puede esperar defender la innovación tecnológica de la competición y esperar que el espectáculo se mantenga inalterado. Simplemente hemos tenido mala suerte que la evolución escondía este camino y no otro. Pero es inevitable y si lo que se quiere es el espectáculo de los años 80, no se puede esperar la tecnología de 2016.
Para los que de verdad aman la Fórmula 1 y son tan adaptables como esta misma, hay mucho más que luchas en pista. Las estrategias, los riesgos en carrera -que los sigue habiendo-, el trabajo técnico detrás de los pilotos y detrás de todas y cada una de las decisiones que se toman, … La Fórmula 1 actual es la que tenemos y si lo que se quiere hacer es defender el avance tecnológico, hay que tener una mente abierta y entender que las cosas pueden cambiar. A todo esto, está muy bien que haya comisiones que velen por el espectáculo, siempre que eso no comprometa el espíritu de la Fórmula 1.
A menudo leemos y oímos que aprender es fácil pero «desaprender» es imposible. De esto, los ingenieros del mundo de la Fórmula 1 saben un rato largo. Una vez se han aprendido una serie de conceptos e ideas aerodinámicas, es imposible esperar que limitar las normativas pueda cambiar la concepción de la aerodinámica moderna en la categoría reina del automovilismo… o en cualquier otra, dicho sea de paso. Sería como pedirle a un experto en filología anglosajona que hable en un excelente inglés sin utilizar palabras de un registro elevado. Inevitablemente, el resultado sufriría.
Estamos en un momento histórico en el que la aerodinámica está más avanzada que nunca. Siguen las soluciones creativas -dentro del restrictivo marco de la Fórmula 1- y los equipos se copian los unos a los otros, siempre intentando mejorar aquello que usa el rival. Lógico, en realidad. Se está trabajando de forma tan precisa que cualquier mínima mejora es válida y a prácticamente cualquier precio. Lo que sí es cierto es que se podrían limitar mucho las normativas para «forzar» que los departamentos técnicos de los equipos tuvieran que devanarse los sesos para conseguir sacar rendimiento. Es una solución posible, desde luego.
Pero, ¿es la que queremos? ¿Queremos limitar el espíritu innovador de la Fórmula 1 en pos de un espectáculo «falso»? Por muy emocionante que sea, siempre nos quedará esa duda sobre si realmente todo eso no es nada más que un deporte prostituido que cambió lo que debía ser para complacer a las masas. Y esto, señores, sería un verdadero drama. El peor que habría vivido la Fórmula 1 hasta el día de hoy. Pero bueno, mejor nos centramos en la pretemporada, que ya ha empezado. Esto de esperar tanto tiempo para ver los cochecitos es realmente malo para la salud mental.