La única cita norteamericana del Mundial de Rallyes es posiblemente una de las más exóticas y coloridas del calendario. Es por ello que cuando Volkswagen nos ofreció ser uno de los tres medios que le acompañaran en el Rally de México lo consideramos una ocasión que no se podía dejar escapar. Más aún cuando supimos que nuestro maestro de ceremonias particular iba a ser ni más ni menos que todo un bicampeón del WRC, Luis Moya, el cual nos hizo de guía y nos acompañó durante todo el viaje.
Dado las dificultades que conlleva tener que hacer al menos 9.000 kilómetros para poder asistir al rally, la de México es una de las pruebas en las que se da menos presencia de prensa internacional y en la que por tanto los pilotos tienen mayores posibilidades de atender a los medios. Esto también afecta al propio Luis, ya que se puede extender más en sus visitas guiadas por la asistencia de Volkswagen e incluso sondear con calma la tienda de souvenirs en la que descubrimos una de las grandes pasiones del coruñés: el Western.
Una vez llegados a los dominios de los de Wolfsburgo dentro del Parque de Asistencia, podemos pasear hablando sobre la logística del equipo, en este caso especial, al tratarse de una de las cuatro pruebas fuera de Europa. Prácticamente todo el material utilizado en México, incluido los coches de reconocimiento, será trasladado a Argentina de cara a estar listo para la cuarta prueba del WRC que se disputa en algo más de un mes y después de eso será empaquetado y enviado en barco ya hacia China.
Tan sólo hay dos cosas que no estarán dicho barco: los coches (los cuales son enviados de nuevo a Hannover tras cada prueba gracias a los contenedores especiales de 30.000€ capaces de ser transportados en un avión de mercancías) y la carpa de asistencia, que es utilizada en todas y cada una de las pruebas del WRC. También en una de las zonas pudimos encontrar a los mecánicos pasando los ‘ratos muertos’ del viernes por la mañana poniendo a punto las Ducati con matrícula mexicana que suelen utilizar Jost Capito u otros miembros de la formación para desplazarse rápidamente a los tramos.
Ante nuestras preguntas acerca de los rallyes no europeos, el ex-copiloto de Carlos Sainz nos dejaba claro la necesidad de que el WRC tenga más pruebas en otros continentes y además nos dejaba el dato de que el Rally de China que se disputará este año será el mismo que en el que compitió la pareja española allá por 1999, pero esta vez sobre asfalto ya que aquellos caminos de tierra fueron alquitranados hace ya unos años. Ante la pregunta de si no le preocupa la seguridad o la falta de aficionados, Moya dejaba claro que México también comenzó con únicamente “cuatro niños” en las cunetas y que ahora es una prueba consolidada dentro del Mundial, mientras que en términos de seguridad no espera que salga nada mal con la cita del gigante asiático. Paciencia y oportunidad son las palabras que más repitió el gallego al hablar de la mayor novedad en el calendario 2016.
Pasear con Luis Moya por una asistencia te hace ver cosas a las que los aficionados o la prensa de los rallyes estamos muy acostumbrados desde otro punto de vista. Entre ellas el gran trabajo que realizan los mecánicos, capaces de hacer la sustitución de una caja de cambios en un absoluto record de 11 minutos, o detalles tan importantes como los brazos que se sitúan justo encima de los Volkswagen Polo R WRC y que cuentan con un cable que además de transferir la telemetría y demás datos directamente a las pantallas de los ingenieros, también sirve para cargar la batería.
Los numerosos kilómetros de distancia entre el Poliforum, centro neurálgico del Rally de México, y los tramos, nos dejaron momentos para las charlas, conversaciones distendidas e incluso algún que otro momento mágico que será difícil de olvidar. Para alguien que ha crecido viviendo las gestas de la pareja española y que ha ido haciéndose fuerte con los sinsabores que también les tocaron vivir, no deja de ser casi una experiencia religiosa ver cómo Luis Moya le cantaba notas al chofer de uno de los Shuttle de VW mientras que todos los ocupantes de la furgoneta tratábamos de agarrarnos a lo que pudiéramos para poder seguir grabando dicho instante a pesar de los ‘rotos’ caminos interiores de la región de Guanajuato. Allí nos confesaba además lo meticuloso que era Carlos Sainz con los reconocimientos y las notas y que incluso él le llegaba a decir al piloto madrileño que “apuntaré todo lo que me sea posible leer” debido a lo detalladas que le gustaban hacer las indicaciones al también bicampeón del WRC.
Uno de esos momento mágicos que toca vivir: Luis Moya cantando notas de camino a un TC del Rally de México #WRC pic.twitter.com/elChABzsCl
— Iván Fernández (@fernischumi) March 10, 2016
Una Estrella y una Big Mac por favor:
Una de las anécdotas que menos se conocen son los gustos alternativos de los pilotos e integrantes del equipo Volkswagen. La primea de ellas tiene que ver con una empresa gallega, en concreto con la corporación Hijos de Rivera, la cual lleva la dirección de Estrella Galicia, firma que hasta hace sólo unos años se mantenía únicamente dentro de dicha comunidad autónoma y que hace poco realizaría una agresiva estrategia comercial que la llevaría a casi todo el territorio nacional y que incluso le ha permitido ser patrocinador de algún equipo dentro del Mundial de Motociclismo o apoyo personal de Carlos Sainz Jr. La relación con la familia Sainz viene de aún más lejos, ya que el padre de Carlos Sr. Fue el constructor de una de las plantas de Estrella Galicia, además de convertirse en uno de los primeros patrocinadores del actual piloto de Toro Rosso en su carrera deportiva de monoplazas. Ahora dicha cerveza acompaña a Volkswagen y Red Bull por casi todo el planeta, siendo la que se sirve en el hospitality para prensa, invitados y el propio equipo, con la excepción de México, donde se recurre a la tradicional Corona.
No es la primera vez que vemos también a los pilotos tomarse un ‘botellín’ de la ya popular cerveza gallega tras el rally, algo que viene unida a una de las tradiciones más pintorescas dentro del equipo. En este caso es Willy, el encargado de traer en palmitas a los corredores, el que los consiente y les hace llegar por tradición tres hamburguesas de McDonalds para que Latvala, Ogier y Mikkelsen devoren tras la ceremonia del podio y justo antes de asistir a la habitual rueda de prensa. Una tradición que en el caso de Volkswagen Motorsport se puede convertir en un hábito poco sano o en un atentado contra la rigurosa dieta de los pilotos teniendo en cuenta los muchos éxitos que suelen celebrar la formación liderada por Jost Capito. No es la única anécdota dentro del equipo, el cual cuenta con una gran ambiente a pesar de la gran variedad de nacionalidades y culturas que lo forman, y en el que nos encontramos desde una médico interina (varía dependiendo el país), hasta un arquitecto reconvertido en el ‘hombre de las estadísticas’ o un portugués llamado Joao que fue uno de los grandes responsables de la vuelta del Rally de Portugal al norte y con el que el propio Luis guarda una relación casi de hermanos.
Doblete en victorias y en accidentes:
A pesar del triunfo y del doblete conseguido por Latvala y Ogier, no fue del todo un fin de semana sencillo para Volkswagen. Especialmente la jornada del sábado se desarrollaba de forma accidentada, en la que la salida de Andreas Mikkelsen no era el único sobresalto. Y es que minutos antes el noruego protagonizaba junto a su copiloto una escena propia de una película de los Monty Python. Anders Jaeger se encontraba esperando a Mikkelsen para entrar en el control horario. El copiloto nórdico suele avisar a su piloto arrancando el motor, señal inequívoca que el ganador del Rally de Catalunya 2015 entiende como que es su turno. En esta ocasión, la primera marcha había quedado engranada, lo que hacía que el Polo R WRC #9 echara a andar con la consiguiente acción a la desesperada de Jaeger para tratar de detenerlo. En este movimiento, Anders engranaba por equivocación la segunda, por lo que el coche ganaba en velocidad y se dirigía hacia el puesto de comisarios. Finalmente todo quedaba en un susto y conseguían detener el Volkswagen a tiempo, sin embargo, nadie le quitaba el mal rato, la reprimenda y la sanción a la pareja noruega.
Aun así, no era el único sobresalto para un piloto de los de Wolfsburgo ese mismo día. Una vez llegados al autódromo de León, en el que además de poder darnos una vuelta dentro de un Polo GTI (sin duda uno de los tracción delantera con el eje trasero más divertido en los que me he montado), también asistíamos a una exhibición de malabarismos de una Amarok que terminaba su trayecto a dos ruedas con las cuatro mirando al cielo… Afortunadamente aquí tampoco resultaba nadie herido y todo ello quedaba en una anécdota que daría lugar a otras muchas dentro de este pequeño circuito que suele ser utilizado para carreras de turismos.
Además del acoso y derribo al que era sometido Dani Sordo (sin duda uno de los pilotos más solicitados), también veíamos alguna cara conocida. Entre ellas, la de uno de los hombres más adinerados del planeta, Carlos Slim, que se dejaba ver saludando entre otros al vigente Campeón. El mexicano, dueño de Telmex y gran aficionado a la Fórmula 1, fue testigo del gran ambiente que se respira en los rallyes, con unos pilotos espoleados por los gritos del peculiar speaker y algunas de sus expresiones que variaban entre la “la bala Latvala” o “se asomó al balcón del diablo” cada vez que los participantes encaraban el gran salto presente en el recorrido.
Ambiente de despedida:
A nuestra llegada a la asistencia, justo antes de la última superespecial de la segunda etapa, pudimos charlar unos minutos con Ogier y Latvala. Para aquel entonces ya conocíamos el abandono de Mikkelsen, aunque no sería hasta horas después que no veríamos a los mecánicos revisar y finalmente abandonar sus intenciones de reparar el Polo R WRC, el cual debía retirarse definitivamente. En cuanto al estado anímico de los dos puntas de lanza de Volkswagen, me encontré a un Ogier muy sonriente, sabedor de lo difícil que era ganar a Latvala después de abrir pista durante 300 kilómetros contra el crono y a pesar de que lo consideraba como un buen resultado, el de Gap me dejó claro nada más terminar la pregunta que sí lucharía por los puntos de la Power Stage. El abrazo con el propio Capito y la sonrisa de su pareja al verle conseguir el segundo puesto y los 3 puntos extra, nos dejaba entrever que eso era considerado como una gran actuación.
Por su parte, Latvala no ocultaba su nerviosismo. El finlandés nos aseguraba no tener todavía clara su estrategia de cara al último día, e incluso decía no saber todavía si lucharía por la victoria en la Power Stage. El clima dentro del equipo, lejos de ser de tensión al estar luchando por el triunfo dos de sus integrantes, era muy distinto. Luis, además de ser embajador de la marca y ‘educar’ a los invitados, también es pieza clave en el buen feeling de la formación y cada vez que se acerca, pilotos y copilotos lo reciben con una sonrisa, aceptando sus consejos y utilizando como particular confesionario de preocupaciones o miedos.
Sin más contratiempos, el último día se desarrollaba prácticamente sobre el plan, con la victoria de un sonriente Latvala, el cual decía adiós a toda la presión acumulada en Monte-Carlo y Suecia. Mientras que M-Sport celebraba su 200 rally consecutivo puntuando (algo en lo que el propio Luis Moya tenía parte de culpa), Volkswagen igualaba su record de 12 triunfos seguidos sin ser batido y Ogier sumaba su 100º rally junto a Ingrassia en el WRC con un segundo puesto que los hace ser más lideres de la general. A pesar de ello, el francés sigue considerando a Jari-Matti ‘the bullet’ (apodo que el mismo finlandés gritó en el podio) como su principal rival. El ambiente dentro del equipo sigue siendo el de despedida. Jost Capito está cerca abandonar su puesto como jefe y eso se nota en cada celebración, la cual es enfocada como si fuera la última. A partir de ahí la fiesta es digna de decir que lo que pasa en México, se queda en México, pero al menos puedo decir que la imagen de Jari-Matti, con la caja de las botas en mano haciendo el check-out fue lo primero que vi el lunes por la mañana (6 am para ser exactos) y no se me olvidará en mucho tiempo.