La NASCAR ha recorrido un largo camino desde sus inicios a finales de la década de los 40. Pero si hay algo característico de la mayor categoría norteamericana -y de la cultura de carreras en Estados Unidos en general– es su imagen de la «América profunda» y aficionados «rednecks» copando los circuitos esperando accidentes y golpes más que carreras. Es algo prácticamente sinónimo con la categoría aunque probablemente no se corresponda con la competición que se ve en pista y con el nivel de competitividad que hay en ella. Puede que por eso la historia de Wendell Scott sea la de un verdadero héroe afroamericano del depore estadounidense. Un hombre que consiguió destacar y sobrevivir en la NASCAR a pesar de sus orígenes.
Nacido en Danville, Virginia, se pasó su infancia siendo «el chico negro que competía con los blancos». Era el único niño negro con una bicicleta y a bordo de esta y de sus patines demostró su bravura relizando acrobacias y yendo más rápido que nadie. Heredó de su padre el amor por la conducción y la velocidad. Tras combatir en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, abrió una tienda de reparaciones de coches en la que trabajaba de día. De noche, pasaba whiskey de contrabando, al igual que muchos otros futuros pilotos de NASCAR en esa primera época. La policía le alcanzó una vez, soltándole con la espada de Damocles sobre la cabeza: si le pillaban otra vez en los siguientes tres años, iría a la cárcel. Scott siguió a lo suyo pero la policía no volvió a alcanzarle.
Su carrera deportiva empezó en 1952. En Danville había carreras pero raramente había dinero para gastar en ellas. Los organizadores, buscando promocionar sus carreras, pensaron en encontrar a un piloto negro para luchar con los «chicos ricos», todos ellos blancos. En su beneficio, hay que decir que buscaban a un piloto con talento y no a un hombre cualquiera que quedara mal. El primer paso fue preguntarle a la policía por el hombre negro más rápido de la zona y sin dudarlo ni un momento, la recomendación fue para Wendell Scott, el contrabandista de whiskey al que tantas veces habían perseguido pero solo una habían alcanzado. A sus 30 años daba comienzo una carrera deportiva que desde el primer momento se vio afectada por el racismo.
En su primera aparición, varios espectadores gritaron en su contra y la rotura de su coche durante la carrera difícilmente dejó un buen sabor de boca. Pero Scott lo tenía claro. Quería ser piloto puesto que había quedado enamorado por el pilotaje. No en vano había ido muy a menudo a mirar carreras. Carreras en las que hasta el momento solo habían competido hombres blancos. Él tenía ahora la oportunidad de representar a todos los afroamericanos. Lo intentó en varios eventos regionales de la NASCAR pero no se le permitió competir por ser negro, llegando a ofrecerle los oficiales de la propia NASCAR que pusiera a un piloto blanco y entonces el coche podría correr.
Viendo la situación, decidió tomar parte en eventos y circuitos que no tuvieran nada que ver con la organización. Tan solo doce días después de su debut, consiguió ganar su primera carrera y empezó a viajar por todo Virginia, llegando a tomar parte hasta en cinco eventos semanales. Desafortunadamente, a menudo los aficionados le insultaban por ser negro y algunos de los demás pilotos, sabiendo que Scott no iba a querer meterse en peleas, le golpeaban a propósito en pista -algo común en la época aunque las víctimas solían devolver la jugada, algo que no hacía Scott por miedo a empeorar su reputación-. La actitud del no tan joven piloto fue valorada y poco a poco fue ganándose el respeto de otros competidores.
A menudo, algunos de sus nuevos amigos en las pistas llegaban a hacerle incluso de guardaespaldas. Veían en Scott a un hombre que era su igual. Un tipo que creía en el trabajo duro y que iba a correr por pasión y no para ganarle a los blancos en su juego. Esto y sus habilidades como mecánico le hicieron cada vez más popular. Su velocidad en los circuitos y su creciente popularidad gracias a varias victorias y récords causaron que los periódicos empezaran a escribir notas positivas sobre él. Pero para seguir subiendo en su carrera como piloto, el camino era indudablemente la NASCAR, a pesar de todo lo ocurrido en 1952. Tan solo un año después, Scott encontró la manera al acudir a un evento de la NASCAR en Richmond y pedirle a un oficial llamado Mike Poston que le proporcionara una licencia.
Poston no era una figura importante en la NASCAR pero sí tenía la potestad de firmar licencias así que después de asegurarse que Wendell Scott sabía dónde se metía, se la dio. El primer piloto negro de la NASCAR estaba listo. En una ocasión, tras negarse uno de los oficiales a pagar por su gasolina -algo que sí se había hecho con todos los demás pilotos, blancos-, Scott fue a hablar personalmente con Bill France, padre de la asociación. La respuesta de France fue impoluta, afirmando que su color no tenía ningún tipo de importancia y que no sería tratado con ningún prejuicio. Tras esas palabras, France sacó 30 dólares de su bolsillo y se los dio al piloto. Era el doble de dinero del que se había dado a los demás.
Tras nueve años en competiciones regionales y muchos títulos, Scott subió en 1961 a la Grand National -lo que hoy en día se conoce como la Sprint Cup- con el objetivo de ganar. Desde el primer momento demostró estar a la altura y en 1963 consiguió vencer una carrera en el Speedway Park de Jacksonville a bordo de un Chevrolet Bel Air. Scott se situó en cabeza a 25 vueltas del final tras adelantar a un Richard Petty cuyo coche empezaba a fallar. A día de hoy, es la primera y única carrera de la categoría más alta de la NASCAR ganada por un piloto afroamericano. Terminó la temporada en décimoquinta posición en la general. Pero ni siquiera en el día más dulce de su carrera deportiva pudo disfrutar libre de prejuicios.
La organización de la carrera anunció inicialmente a Buck Baker, segundo clasificado, como el ganador. El motivo, evitar el caos por culpa del racismo de los espectadores e incluso de dentro de la propia NASCAR. Apenas dos horas después, los oficiales descubriendo horrorizados que Scott había ganado y que lo había hecho con dos vueltas de ventaja sobre los demás. La victoria no le fue otorgada oficialmente hasta dos años después. En cuanto al trofeo, nunca llegó a tenerlo, puesto que su familia lo recibió en 2010, 47 años después de la carrera y 20 después de su muerte. Durante los años siguientes, continuó siendo un piloto competitivo con buenos resultados, a menudo dentro del top 10 en carreras y en ocasiones en el top 10 de la clasificación general.
En 1966 obtuvo su mejor resultado con un sexto puesto final aunque su mejor año en cuanto a ganancias por sus resultados fue 1969. Tras un accidente en Talladega en 1973, se vio obligado a retirarse de las carreras a la edad de 52 años. Dejando las carreras de lado Scott falleció en 1990 tras perder la batalla con el cáncer. Su legado es amplio, sobre todo en lo que se refiere a la lucha contra el racismo. Los homenajes a su persona se dieron sobre todo en su ciudad natal, en Danville -donde tiene incluso una calle con su nombre- hasta que en 2013 fue nominado para entrar en el «Hall of Fame» de la NASCAR y en 2015 fue aceptado en él.
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