Ya está. Has leído el titular y has pensado que estoy loco. Que cómo puedo decir eso si los monoplazas del Mundial de Fórmula 1 son híbridos desde hace más de un lustro. Y que en las 24 Horas de Le Mans si no vas con un híbrido no te comes un colín. Pues me reafirmo. El automovilismo está dando la espalda a los híbridos, una realidad en la carretera que hace vender muchos más coches a las marcas que los eléctricos que tanto terreno parecen estar ganando en nuestro deporte.
Vale, los tenemos en Fórmula 1 y en el Mundial de Resistencia (en realidad sólo en LMP1 y exclusivamente si estos proceden de fábrica), ¿y el resto? Tenemos de cuando en cuando algún invento al que permiten correr en alguna prueba de resistencia, como ocurrió con el Porsche 911 GT3R Hybrid o el menos exitoso Nissan ZEOD RC, o en raids y la excepción del Super GT japonés. Se acabó. Incomprensible: al final F1 y LMP1 no son más que prototipos y siempre será más fácil de identificar con el producto a la venta un turismo o un GT.
Se suele esgrimir que la hibridación abulta los presupuestos y complica la vida a los equipos privados. Puede. Pero más complicado parecía montar campeonatos totalmente eléctricos y ahí los tenemos. También el turbo era el enemigo de los equipos privados en Fórmula 1 a principios de los ochenta y oye, ha terminado imponiéndose. Lo absurdo es que teniendo la tecnología disponible para ir por la calle con ella se niegue la posibilidad de ponerla en pista. Ahí tenéis el Honda NSX GT3 capado por reglamento. De hecho es el ejemplo que me ha empujado a escribir.
¿Por qué tanto miedo a un coche híbrido en un reglamento GT3 que precisamente se caracteriza por igualar artificialmente las prestaciones de los vehículos? ¿De verdad es tan complicado que un campeonato de marcas como el DTM monte un sistema estándar? ¿Si el Mundial de Rallyes ha dado el paso de construir máquinas más veloces e invendibles, dejando el mercado de los privados para los R5, a qué esperan para abrir la mano con los híbridos? Total, más caro y aburrido es el regreso del diferencial central.
Y lo que más me molesta es que un coche de competición híbrido MOLA. Aunque yo sea un enfermo y no haga ascos a nada, entiendo que hubiera quien tuviera reticencias sobre los Audi R10 diésel en Le Mans o los SEAT León que campeonaron en el Mundial de Turismos. Admito que los 4×4 en circuitos sonaran a herejía tras las intentonas de Audi en los ochenta y noventa y la escalada de costes del DTM ya sin los cuatro aros de por medio. Incluso puedo llegar a aceptar la avalancha de comentarios críticos que recibimos cada vez que se nos ocurre publicar algo sobre eléctricos, pues la mayoría siguen siendo lentos en comparación con los vehículos de combustión y sí, ya, hacen poco ruido. ¡Pero un sistema híbrido sólo ayuda a que el trasto vaya más rápido!
Hala, me he tomado la pastillita, tranquilos. Afortunadamente en mi familia tenemos psiquiatra de cabecera.
Foto | Porsche