Confieso que llevo buena parte del día leyendo y releyendo la investigación «Un modelo multinivel para determinar el éxito y el rendimiento en la fórmula 1», realizada por Andrew Bell, docente de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, en mi interés por indagar en el método científico que aplicó para establecer cuáles son los mejores pilotos que han participado en la Fórmula 1. La metodología utilizada luce interesante y digna de analizar más aún cuando se observa que nombres como Christian Fittipaldi, Nico Rosberg, Dan Gurney, Marc Surer, Louis Rosier, Nick Heidfeld, Tom Pryce, Daniel Ricciardo, Richie Ginter y el Principe Bira de Siam figuran entre los 50 mejores, en tanto el tricampeón Niki Lauda aparece en el lugar 142.
Ciertamente, el análisis científico sustentado sobre datos estadísticos, y por supuesto fórmulas matemáticas, suele resultar una buena base para extraer conclusiones que se aproximen al planteamiento de la investigación, el cual sería precisar cuál es el mejor piloto en la historia de la Fórmula 1. En los antecedentes a la investigación, los trabajos previos siempre se inclinaron por asentarse en la sumatoria de títulos, victorias, podios y puntos, enfatizando en la efectividad de tales logros durante los años en actividad. Así se podían comparar, mediante números, pilotos que jamás coincidieron en pista, de distintas épocas y coches muy disimiles; al final todo quedaba en un ejercicio mental parcializado hacia la subjetividad de quien intenta problematizar algo y más o menos tiene cierta noción de cuál debería ser el resultado.
No obstante, en la metodología aplicada por Bell destacan variables muy particulares. La piedra angular son los puntos alcanzados en las mejores temporadas de cada piloto, ajustándolos al sistema anterior, desde 1991 hasta 2002, que concedía 10 unidades por victoria, luego se determinó el promedio por año. En este punto, el autor explica que para elaborar la clasificación se añadió a la estadística el desempeño del piloto con el coche menos competitivo de su carrera, además se tomaron en cuenta otras situaciones como los retiros por averías o errores cometidos por el equipo.
Importante también es señalar que la estadística se enfoca en un período máximo de 5 años en lugar de contabilizar todas las trayectorias. Además califica, mediante otra ponderación, la influencia del piloto dentro del equipo, para ello se elabora una carga numérica para conceder valores a los coches, tecnologías utilizadas, personal involucrado en el diseño, desarrollo de la escudería y de diversos componentes físicos como neumáticos, motores y cajas, entre otros.
El número de equipos para los cuales corrió cada piloto durante el período a contabilizar y la cantidad de rivales que enfrentó también entran entre las variables. Un dato interesante en este punto es que por lo regular, los mejores resultados de un piloto se vinculan con sus temporadas en escuderías ganadoras. En el informe se puede leer que por ejemplo, los Williams de la primera mitad de los 90, con toda la tecnología implicada, y el Brawn 001, con su doble difusor, concedieron ventajas a sus pilotos. También la influencia de determinados factores como la aerodinámica, el Kers y el DRS influyen en los resultados porque no todos los pilotos han disfrutado de tales facilidades para adelantar. En tal apartado, se manifiesta que el trabajo del equipo es más relevante que el factor individual representado por el piloto.
No obstante, para otorgar cierto equilibrio, Bell decidió ponderar la actuación de los pilotos en distintos tipos de circuitos y bajo diversas circunstancias climáticas. En el actual calendario sería Mónaco el trazado más complicado para adelantar y más aún si se corre sobre asfalto mojado. Así que las pistas sinuosas y las carreras en lluvia tendrán un valor agregado con respecto a las demás, es por ello que se advierten nombres de pilotos que participaron en la Fórmula 1 hace bastante tiempo.
La metodología aplicada, como en todas que utilizan estadísticas, ofrece un modelo cuya repartición de unidades se realiza de forma automática, dejando de lado cualquier condición. De esta forma, la victoria de un piloto con un equipo que por tradición no sea ganador no tendrá mucha diferencia con la de otro instalado en la mejor escudería en ese mismo lapso temporal. Luce un tanto injusto tal criterio pero en una investigación de carácter científico no hay lugar para la subjetividad.
Según los resultados de la tesis de Andrew Bell, los 20 mejores pilotos de la Fórmula 1 serían:
Juan Manuel Fangio, Alain Prost, Jim Clark, Ayrton Senna, Fernando Alonso, Nelson Piquet, Jackie Stewart, Michael Schumacher, Emerson Fittipaldi, Sebastian Vettel, Christian Fittipaldi, Lewis Hamilton, Nico Rosberg, Graham Hill, Dan Gurney, Jody Scheckter, Jenson Button, Marc Surer, Damon Hill y Louis Rosier.
Y es aquí donde flaquea la tesis y el mismo Bell debe exponer algunos argumentos para que tenga sentido, sobre todo la explicación acerca de los pilotos que no alcanzaron títulos ni victorias y están muy por encima de otros con credenciales superiores. Para él, el desempeño de un piloto con diferentes equipos, la comparación con su compañero y sus resultados, contabilizando la mayor cantidad de rivales en pista, arrojan resultados que podrían parecer ilógicos, pero el sistema se aplica a todos los pilotos sin discriminación.
En este punto habría que comparar a cada piloto en su contexto situacional, es decir su lugar dentro de la generación a la cual pertenece, porque competir contra adversarios de gran nivel no puede ser igual que confrontar a rivales inferiores. Acá las estadísticas podrían resultar antipáticas. Bell solucionó tal particularidad a través de otro estudio que comprende resultados a partir de 1979, año en el que se supone inició la era moderna y profesional en la Fórmula 1.
Bell explicó que si un piloto compite en una sola carrera, al volante de un coche de media tabla, y gana no aportaría suficientes datos para ser considerado por el sistema ya que el mismo piloto debe demostrar, con un coche diferente, que su victoria no fue casual. De allí el por qué Niki Lauda está tan abajo ya que, más allá de sus títulos con Ferrari y McLaren, no demostró nivel con otros equipos. Entonces, según el sistema de Bell, la constancia en obtener buenos resultados con diversas escuderías sería otra de las principales bases de todo el trabajo. Afirma que su modelo y la aplicación de sus fórmulas matemáticas redefinen la selección del mejor piloto porque incluye y excluye información que no aparecen en otros sistemas. En el caso de Michael Schumacher, octavo en la lista, argumentó que a pesar de poseer los récords históricos de campeonatos y victorias, fue superado por su compañero Nico Rosberg cuando coincidieron en el equipo Mercedes. Para las estadísticas que sustentan la tesis, Rosberg se ubica en el puesto trece entre los mejores. En este punto hace la salvedad de que si no fuera por el retorno de Michael Schumacher en 2010, el campeón alemán estaría más arriba y Rosberg mucho más abajo.
Por su parte, para explicar cómo el sistema estadístico determinó que Christian Fittipaldi es el undécimo mejor piloto de la historia, a pesar de ni siquiera alcanzar un podio, Bell explicó que se debe a que el brasileño tuvo mejores resultados que todos sus compañeros de equipo y porque nunca estuvo en una escudería ganadora, así que las exigencias para evaluarlo no son tan elevadas. Agregó que el piloto fue capaz de alcanzar puntos con coches muy mediocres y poco fiables; y aunque los números no funcionan para vaticinar que un piloto será campeón si llega a un gran equipo, una vez analizados los números, el sistema ubicó a Christian Fittipaldi por encima de campeones como Jack Brabham, puesto 47, y el mencionado Niki Lauda; incluso Nick Heidfeld, puesto 23, está muy por encima del australiano y el austriaco, algo absurdo desde cualquier óptica.
En síntesis, la tesis de Bell concluyó que Juan Manuel Fangio es el mejor piloto de la historia, pero más allá de ese objetivo general, la investigación estableció que las escuderías están por encima de los pilotos. Por ello, estar en las mejores ha facilitado elevar los números, situación que se ha mantenido como una constante en el tiempo. Se admite que el sistema tiene defectos y ello incide en los resultados. Clasificar a pilotos que nunca ganaron carreras por encima de otros que sí lo hicieron, basados en el supuesto de que han podido ganar muchas con un coche “bueno”, no deja de ser una cuestión más hipotética que objetiva. También resulta imposible de ponderar desempeños cuando se imparten órdenes de equipo porque las comparaciones con el compañero carecerían de sustento.
Ciertamente, el análisis y la tesis luce interesante, pero insostenible en su pretensión de establecer jerarquías, medir parámetros y comparar elementos de distintas épocas. Como ejercicio científico está muy bien sustentado, pero en la práctica, y sin creerme catedrático, el profesor Andrew Bell aplica fundamentos de estadística educativa a una actividad deportiva y es allí donde creo se diluye la teoría y la metodología.
La investigación completa se puede leer aquí.