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Control Stop. La catedral de los rallyes separó a héroes de vencidos

Hacía tiempo que no veíamos en el Mundial de Rallyes una victoria tan contundente de un piloto que no llevara una Volkswagen o se llamase Sébastien Loeb. Kris Meeke no estaba del todo convencido en sus posibilidades de triunfo antes de la carrera, es más, ponía a Ogier como virtual favorito debido a que los tramos de la primera etapa no le eran tan perjudiciales como en otras ocasiones. Sin embargo, el norirlandés dominó de principio a fin la prueba lusa, dando grandes muestras de rapidez y consistencia a la que no nos tiene acostumbrados el pelirrojo de Dungannon, al menos no de poner ambos ingredientes juntos.

No es una victoria normal. Durante el último lustro, ninguno de los pilotos que ha conseguido estrenar su palmarés (Sordo, Ostberg, Neuville, Paddon, Mikkelsen y el propio Meeke) había sido capaz de conseguir una segunda victoria en su carrera dentro de la categoría absoluta del Mundial de Rallyes. Los últimos en lograrlo antes de Kris fueron Sébastien Ogier en 2009-2010 y Jari-Matti Latvala en 2008-2009, algo que da buena muestras de que en este Mundial está siendo muy difícil que los nuevos pilotos se consoliden y luchen habitualmente por las victorias.

Un mundial que está controlado por unos pocos y que cada vez que se sale del guion escrito parece que cobra mayor interés. En este caso, la catedral, ‘O nosso rally’ fue el escenario perfecto para que los actores secundarios del campeonato pidieran su cuota de pantalla. En el caso de Sordo, hizo una muy buena primera mitad de rally, desinflándose con la llegada de los tramos con más tierra suelta en los que el Hyundai i20 WRC no se suele adaptar bien al estilo del cántabro en zonas más lentas (sí lo hizo por ejemplo a la de Paddon en Argentina, el cual reconoce que tampoco le gustan demasiado esos rallyes). Previsiblemente, rallyes como Polonia o Finlandia puede ser un buen terreno para volver a ver al ‘New Generation’ pelearse con los Polo R WRC.

El cuarto puesto parece recompensa insuficiente, pero en esta ocasión no se produjeron tantas bajas como en pruebas anteriores entre la cabeza de carrera, lo que vendió muy caras las opciones de subirse al podio. En cuanto a Mikkelsen, destacar que por fin volvimos a ver al Andreas combativo y luchador que muchos esperábamos ver con mayor asiduidad después de su victoria en el Rally de Catalunya 2015. Pegarse metafóricamente con Ogier en los tramos nunca es fácil. Hacerlo teniendo con el podio y el honor de batir al tricampeón como mayores incentivos en un terreno tan difícil como Portugal menos aún. Otros de los que necesitaban un buen resultado, Jari-Matti Latvala, volvió a quedarse con un sabor muy amargo. El finlandés no levanta cabeza y aquí el fallo de la dirección asistida también le pasó factura físicamente

Entre los grandes ‘perdedores’ del fin de semana, si se le puede decir así, obviamente Hyundai se ha llevado la palma. A Kevin Abbring es de esos pilotos a los que se le nota la inactividad, buena muestra de ello es que cada vez que se le ha dado una oportunidad con el i20 WRC ha sufrido percances que le han obligado a abandonar. No se le puede exigir más a un piloto que lleva meses parado. Lo de Paddon no dejó de ser mala fortuna. El neozelandés fue víctima de un agujero que otros pilotos como Ott Tänak o Mads Ostberg también se encontraron y el coche calcinado no estuvo en sus manos (momento según muchas voces autorizadas para que la FIA estudie la eliminación de los catalizadores de los coches de rallyes).

Lo que sí estuvo en manos de alguien fue el abandono de Thierry Neuville en la segunda jornada. Los errores humanos suceden, y en este caso la retirada del belga tras quedarse sin combustible es una de esas catastróficas desdichas que ocurren una vez pero que un equipo oficial tiene que poner las medidas para que no vuelva a ocurrir, más después del error con los neumáticos que echó a Dani Sordo del podio en México.

En M-Sport tampoco levantan cabeza. Al Ford Fiesta RS WRC se le nota poco a poco que es el modelo menos evolucionado. El gap con el resto de coches se duplicado respecto a la temporada pasada, especialmente con Hyundai, la cual ha realizado una gran mejora este invierno en términos de motor. Ostberg está sufriendo en su regreso al coche de la marca del ovalo, e incluso Eric Camilli este fin de semana hizo algún que otro crono que deslumbró más que la actuación realizada por el ganador del Rally de Portugal 2012. Aunque sin duda, la gran derrota fue la de Bernardo Sousa.

El portugués salía al rally de su país no sólo con la ventaja que le da ser el local, sino que también por ser el más experimentado de la DRIVE DMACK. Un fallo de novato a la hora de encontrar el punto de frenada en la última especial y todo el trabajo del fin de semana tirado por tierra. Las heridas en el Fiesta R2 eran menos dolorosas que el marcado orgullo de Sousa. No fue el único que falló. Lamentablemente muchas de las jóvenes promesas del Mundial como Bergkvist, Pärn, Ole Christian Veiby o Quentin Gilbert no superaron las múltiples trampas que tiene este rally. Incluso a nuestro Cohete Suárez también le pasaron factura.

Felicitar por su parte a la organización de la prueba, la cual adecentó los tramos lusos tras las cuantiosas lluvias caídas en la zona durante las últimas semanas. Con unas pistas sin casi roderas y con un firme digno del Mundial de Rallyes, la edición de este año del Rally de Portugal ha superado con nota el examen al que va a ser sometido año tras año después de tomar toda la decisión de devolverlo al norte. Ahora tendrán un buen trabajo las próximas semanas volver a adecentar las especiales por donde han pasado los coches, no sólo en las pistas de tierra, sino también por las calles de Oporto, donde los World Rally Cars, con su capacidad de tracción arrancaron literalmente los adoquines. El espectáculo de ver a tantos aficionados en enclaves históricos refrenda los datos de que los rallyes no son un deporte tan minoritario como muchos dicen.

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Iván Fernández

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