El pasado domingo asistí con estupefacción a las airadas críticas de medio Twitter hacia Pirelli por el rendimiento de los neumáticos ultrablandos en el Gran Premio de Mónaco. Los Mercedes de Lewis Hamilton y Nico Rosberg llegaron a completar 47 vueltas con el compuesto más blando de la gama ofrecida por el fabricante italiano a los equipos de Fórmula 1. Es decir, hicieron el sesenta por ciento de la carrera con él. ¿Y a alguien le extraña?
Para mí estaba cantado que se iba a ir a una parada en Mónaco, con independencia de las expectativas que todo el mundo tuviera puestas en el ultrablando. El problema no es este compuesto, que demostró ser rápido. Es el asfalto urbano de Montecarlo donde es tremendamente complicado que un neumático sufra una degradación extrema y el hecho de que un trazado en el que resulta tan complicado adelantar no invita a realizar paradas en boxes: compensa quedarte en pista aún rodando segundos más lento que tus rivales, pues difícilmente te superarán en pista.
La crítica a Pirelli no puede ser porque el ultrablando haya salido rana, al fin y al cabo no puede hacer un compuesto pensando exclusivamente en un circuito donde además es imposible realizar test durante el año. La crítica debe ser por no haberse animado a llevar el ultrablando a otros circuitos, como Sochi, donde sí podríamos ver una diferencia real entre el ultrablando y otros compuestos más duros. Veremos qué ocurre en Canadá.
Foto | Daimler