Aunque la función que desempeña Niki Lauda en Mercedes, asesor y presidente no ejecutivo, a simple vista luce como un puesto ornamental, parece que detrás de sus reiterados desvaríos ante la prensa subyace una labor de gran importancia: disuadir a los medios para que presten atención a otros asuntos. En las dos últimas semanas, el gran campeón austriaco volvió a agitar su trapo rojo y los titulares se volcaron hacia sus acciones y contradicciones. Esta estrategia no es nueva en el ámbito deportivo ya que han sido incontables los casos en que directivos inventan escándalos para convertirse en atracción principal, mientras desciende la angustia en los predios de sus dirigidos.
Las comparaciones son odiosas pero hay que dejar en claro que ni Lewis Hamilton es Ayrton Senna ni tampoco Nico Rosberg es Alain Prost, pero aquí Niki Lauda sí es auténtico, una leyenda viviente de la Fórmula 1, un zorro viejo que realiza un gran trabajo a la sombra de los actuales pilotos de Mercedes. Así que en esta ecuación, y por más ilógico que parezca, quien actúa con sensatez es Lauda, no se debe olvidar que en sus años en actividad fue considerado el más inteligente dentro y fuera de los circuitos.
En tal sentido, nada de lo que diga o haga Lauda lo va a desprestigiar públicamente ya que sus hazañas en la Fórmula 1 serán imborrables. Solo aquellos que no entiendan que en cada campeonato también entran en escena factores políticos, económicos y comerciales, acusarán a Lauda de ser un anciano maniático. Pero es que en todos los deportes de élite, y en equipos exitosos, alguien se encarga de mantener el equilibrio interno y en Mercedes, Lauda está desempeñando su papel con solvencia, aunque no lo parezca.
Por los vientos que soplan, el campeonato debería definirse entre Hamilton y Rosberg, con Toto Wolff atravesado entre ambos, pero el director ejecutivo de la escudería se va a mantener de bajo perfil ante los medios porque su posición así lo requiere. Tal vez en la adrenalina de las carreras, y en la voracidad por coleccionar victorias, a los pilotos se les pase por alto que detrás de sus increíbles máquinas está el esfuerzo de miles de personas que trabajan al más alto nivel; está el prestigio de Mercedes Benz.
Pero Lauda siempre emerge en el momento indicado para darles a ambos pilotos otra lección de lo que significa egocentrismo. Las repetidas apariciones de Lauda para alborotar el ambiente ante las cámaras de televisión no son espontáneas, y eso se puede constatar cuando se observa la labor de representantes de otras escuderías como Red Bull, Ferrari, McLaren y Renault; en modo distracción. A todos les interesa que sus pilotos permanezcan enfocados en sus funciones y no en actividades que alimenten a la prensa. Que los rumores se confirmen o se derrumben en la pista.
Para Lauda es fácil comprender que el título, las victorias, las derrotas y las decepciones estarán merodeando en las mentes de Hamilton y de Rosberg; pero hay que tener mucha perspicacia y agudeza para intervenir en el instante cuando gente ajena al equipo inventa disparates para ganar notoriedad. Lo que Lauda declara ante los medios está preconcebido, proviene de alguien que se mantuvo en el ojo del huracán y en la cima del mundo al mismo tiempo, de allí que es sencillo distinguir cuando asume un papel protagónico para que hablen de él y no de aquello que en realidad puede perjudicar a Mercedes. Además, Niki Lauda nos recuerda que la opinión del público no influye en los resultados, así la gente abuchee, grite, critique, patalee, maldiga o se queje; la Fórmula 1 solo tiene un campeón cada temporada.