Últimamente me acuerdo mucho de mis clases de instituto y universidad y no sé muy bien por qué termino contándolo en Diariomotor Competición. La cosa es que en la facultad de Periodismo recibimos visitas de algunos profesores extranjeros, entre ellas la de un británico que nos habló de la prensa sensacionalista de su país. ¿Por qué un señor hecho y derecho se emocionaba hablándonos de The Sun?
Uno puede llamarlo prensa amarilla y pasar página, pero también puede admirar cómo son capaces de conectar con su público. Aunque la temática te importe un carajo, las portadas son realmente ingeniosas. Emplean un vocabulario propio de la calle. Apelan a los bajos instintos. Banalizan a personajes de otra manera inalcanzables para su público objetivo, aireando su vida privada o poniéndoles motes ridículos. Crean tramas propias sin depender de que la propia realidad les dé las noticias. Y sobre todo, no dejan indiferentes. Al final no sólo movilizan a su público, sino también a quien no los soporta. En definitiva: mueven masas tanto a favor como en contra.
Por eso en el título del artículo nombro a Sálvame. Pero me valdría también El Chiringuito. U otros programas españoles de corte similar. Tranquilo si eres extranjero, al final del artículo incluiré una nota aclaratoria. Todos ellos tienen una audiencia fiel. Y más heterogénea de lo que crees. Bien cerca de mí tengo a una persona que alterna la lectura de Flaubert y las aventuras de la familia Matamoros. Pero es que además todos aquellos que reaccionan de forma negativa a sus contenidos también les dan de comer. Como cuando los detractores de un ‘trending topic’ en Twitter terminan siendo los que lo mantienen a flote.
Después de tres párrafos es razonable que te preguntes por qué demonios cuento yo estas cosas en una página sobre automovilismo. Pues por culpa de Max Verstappen, por supuesto. Tras tres semanas moderadamente desconectado y en las que bastante tuve con poder ver el Gran Premio de Bélgica en directo para publicar la crónica en esta web, me he ido enterando más de sus batallitas dentro y fuera de la pista por quienes le reprenden que por interés real en ellas. La última es la de recordarle a Jacques Villeneuve que los dos andarían muy igualados en cuanto a temeridad en pista y que al desempate ganaría el quebequés por tener un cadáver en el armario.
Humanamente el comentario es despreciable. Y el bandazo a Kimi Räikkönen en Kemmel la semana pasada fue criminal. Y la obsesión por perjudicar a Sebastian Vettel en Les Combes es infantil. Lo de la salida no tanto, sigo pensando que fue culpa del alemán. Pero qué más da. A lo que voy es a que sí, que se ha portado muy mal, probablemente deberían haberle dado un toque más severo y si es mayor para pilotar un monoplaza puntero, también lo es para asumir responsabilidades. Pero tanto están inflando el globo sus defensores como sus detractores, porque a efectos de inflar una burbuja tanto importa reír constantemente las gracias como criticar absolutamente todo. Y diré más: os están sirviendo lo que habéis pedido.
¿Cuántos de los que habéis visto Rush no consideráis que entre sus escenas más memorables está precisamente una de las de menor rigor histórico, cuando James Hunt supuestamente apalizó a un periodista impertinente en Monza? ¿Y cuántos aplaudís con las orejas el tono de Ayrton Senna en su famosa entrevista con Jackie Stewart? Me encantaría saber el número de personas que han criticado a Max Verstappen por la sobrada de este fin de semana y que cada vez que Jacques Villeneuve ha abierto la boca en los últimos tres o cuatro años han ido rápido a tuitear de todo sobre su persona. En el fondo nos gusta que sucedan estas cosas aunque sea por criticar a los protagonistas, pues en realidad se están comportando como nos gustaría comportarnos a nosotros. ¿O me vais a decir que jamás habéis soñado con hacerle a alguien, cada uno a su escala, lo que Fernando Alonso le hizo a Johnny Herbert?
No digo que esté bien. Allá cada uno con su conciencia y sus problemas para conciliar el sueño. Pero es gracioso escuchar alabanzas sobre tiempos pasados en los que ocurría exactamente lo que ahora criticamos. Los pilotos se echaban de pista si estaban picados; los pilotos se insultaban fuera de ella. Hablaban libremente ante los periodistas sin que todas y cada una de sus palabras fueran escudriñadas. Y forma parte del juego. No lo vas a cambiar por llevarte las manos a la cabeza: al contrario, es un movimiento más de la coreografía preestablecida.
Creo que en Estados Unidos saben un poco de marketing y creación de narrativas aplicados al deporte. Si sigues la NASCAR sabrás a qué me refiero. Allí cada dos por tres tenemos actos de venganza en pista, peleas entre mecánicos, declaraciones altisonantes y multas del promotor que en el fondo sólo buscan echar aún más gasolina al fuego. Y aunque no sigas la NASCAR, creo que todos estos elementos son fácilmente reconocibles en otros campeonatos y deportes. Bienvenidos al deporte profesional. Bienvenidos a la televisión. Y bienvenidos al mundo actual. Porque a ti quizá no te guste Sálvame, pero te encanta que exista para poder criticarlo. Como tantas y tantas otras contradicciones: todos defendemos a muerte la versión original pero pecamos de forma reincidente con el doblaje en el cine. Mea culpa. Y gracias a Max y una polémica que originalmente me importaba entre poco y nada ya me he embolsado unos eurillos más este mes. Cuánta razón tenían los publicistas que le endosaron a Vodafone aquella campaña de ‘Benditos malvados’ con Lewis Hamilton de protagonista.
Nota aclaratoria: consciente de que sois muchos los lectores hispanoamericanos a los que os cuesta a veces seguirme el hilo, considero imprescindible explicar que Sálvame es un ejemplo de lo que viene siendo denominado telebasura. Un programa que ocupa todas las tardes de la cadena líder en España, así como dos de sus noches. Originalmente programa del corazón, hoy en día es un teatro en el que los propios presentadores y colaboradores protagonizan tramas guionizadas. Un modelo que ha terminado siendo exportado al fútbol, siendo el otro ejemplo citado El Chiringuito.
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