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Oriol Servià o cómo ganar sin ganar

Injustamente ignorado demasiado a menudo, Oriol Servià es uno de los pilotos españoles más exitosos de las últimas décadas, atreviéndose a hacer las Américas cuando aquello parecía una locura. Un viaje sin retorno, temía el catalán, cuyo objetivo final era en ese momento llegar a la Fórmula 1. Pero todo cambió cuando empezaron a llegar los éxitos. El primero de ellos, el de la Indy Lights en 1999, cuando Servià enseñó cómo ganar sin ganar.

Una frase y expresión contradictorias pero que explican a la perfección lo que fue la temporada 1999 para el piloto de Pals. Tras un año especialmente regular, llegó un título importantísimo para lanzar hacia adelante su carrera deportiva -sobre todo en América-. Pero se trataba de un título que llegaba sin ninguna victoria en pista. Había logrado el difícil hito de ser el mejor sin haber sido necesariamente nunca el más rápido, algo a lo que pocos llegan.

Servià estaba encuadrado dentro de la estructura Dorricott Racing desde 1998, cuando se produjo su debut en la categoría. En ese entonces se subió al podio en tres ocasiones, terminando la temporada en séptima posición. No era un mal resultado para un debutante pero era perfectamente consciente de que el segundo año tenía que ser el decisivo. A estas alturas, cada año sin título es un año más en el que cualquiera puede pensar que no vales y los pilotos que buscan llegar a lo más alto lo saben.

Así se plantó en 1999 con dos compañeros de equipo igualmente prometedores: Casey Mears y Philipp Peter. Los tres pilotos formaban un tridente interesantísimo y desde la pretemporada se mostraron competitivos. Aún así, el inicio no fue especialmente bueno. La victoria de la primera carrera del año en Long Beach fue a parar a manos de Mario Domínguez. Mientras tanto, los pilotos de Dorricott Racing eran quinto, sexto y décimo tercero. Pero en la segunda cita del año en Nazareth, Peter ya se llevó la primera victoria.

Fue la primera de tres triunfos para el austríaco, apoyado por Red Bull. Solo él consiguió ganar con uno de los coches de Dorricott Racing, pero su irregularidad le mantenía algo por debajo en cuestión de puntos. Mears y Servià iban carrera a carrera, sin cometer errores y sumando puntos valiosísimos sin parar. Servià consiguió meterse dentro de los diez primeros en diez de las doce carreras de la temporada mientras que Mears lo hizo en once. La regularidad era total.

Pero donde Mears estuvo casi siempre alrededor de la quinta y sexta posición con tan solo tres podios, Servià fue mucho más efectivo. El español fue segundo cinco veces, siendo esas todas sus apariciones en el podio. Un número superior al de cualquier otro rival a pesar de haber pilotos con varias victorias. Peter se llevó tres pero también Derek Higgins logró tan destacable rendimiento. Pero a veces es tan importante ser rápido como lo es ser constante y lo que vale son los puntos.

El verano fue especialmente amable con el piloto del número 32, con tres podios seguidos y todos los cinco en siete carreras entre principios de mayo y principios de agosto. Era un mazazo importante a unos rivales que veían en Servià quizás no a un talento impresionante capaz de ganar con ventajas imposibles de enjuagar pero sí a un trabajador incansable capaz de sacar el máximo provecho a su talento, evitar los errores y terminar el año con más puntos que nadie.

En defensa de Oriol Servià, hay que decir que velocidad no le faltaba, puesto que de hecho consiguió tres poles, siendo el piloto que más veces partió desde la primera posición en la parrilla de salida. Pero en las carreras y sobre todo cuando uno se está jugando un título, a veces lo más inteligente es no tomar riesgos innecesarios. Algunos pueden pensar que eso es falta de instinto de piloto. Pero en la era moderna, el verdadero piloto va más allá del pilotaje. Debe ser inteligente, capaz de sacarle el máximo partido a todo aquello de lo que dispone. Y Servià supo hacerlo.

El objetivo del piloto de carreras es ganar. Se trata de un animal competitivo y se alimenta de victorias. Pero todas estas actividades tienen un orden, una forma de funcionar. Van más allá de la simple carrera al estar encuadradas dentro de un campeonato. Al final, lo importante acaba siendo no tanto ganar, sino ganar. Cerrar el año con más puntos que nadie incluso si ello implica que nunca se consigue cruzar la línea de meta en primera posición. Luego, ¿qué es ganar, en realidad?

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