Para cualquiera que haya viajado por los circuitos más tradicionales, la visita al Marina Bay Street Circuit es tan obligada como impactante. El circuito de Singapur es conocido por su presencia única dentro del calendario de la Fórmula 1 al disputarse la carrera y gran parte de las sesiones bajo la luz de la luna. Por lo tanto, todo aquello que rodea al propio circuito se ve afectado por la imagen única del lugar. Tribunas iluminadas, ambiente festivo nocturno y un espectacular paddock en el que incluso a las once de la noche parece que sea de día. Se trata de un lugar distinto a prácticamente cualquier otro y este año me toca descubrirlo desde dentro tras haberlo visto desde fuera en el pasado.
Tras haber estado este 2016 en Le Mans y Toronto además de Barcelona, la primera impresión del paddock de Singapur es de un contraste espectacular. Sí, es evidente nada más poner un pie que se trata de un paddock de Fórmula 1. Los tornos habituales y las caras conocidas -algunas más que otras- delatan lo evidente: la ‘troupe’ de la Fórmula 1 vive unos días en este país del sudeste asiático. Pero a pesar de no caber ninguna duda sobre su estatus como paddock de la categoría reina, esta característica zona de los circuitos de gran premio es bastante particular en Singapur.
El Marina Bay Street Circuit es, tal y como indica su nombre, un circuito urbano. Cierto es que los circuitos urbanos en tiempos recientes se han ido pareciendo cada vez más a trazados permanentes pero el de Singapur mantiene el carácter desafiante y temporal de los circuitos urbanos de antaño. Esto se aplica también a su espacio vital, con un paddock que de hecho está situado entre la recta de meta y la recta que sigue a la curva tres, lo cual ya hace que sea un paddock pequeño y estrecho -aunque no incómodo-. Este es el primer límite del espacio pero hay más.
En Singapur se cuida hasta el más mínimo detalle y sabiendo que el paddock aparece a menudo en la televisión, la organización se encarga de preparar unos modulos para cada equipo. Todos son iguales y le dan al paddock una imagen sorprendentemente ordenada. Aunque es bonito de ver -los módulos están decorados además con unos colores verdes bastante favorecedores-, echo de menos un poco el caos estético de las carreras europeas. En Singapur ya no vienen los grandes hospitalities de los equipos, que además tienen sus camiones detrás de los susodichos módulos.
De esta forma, el paddock de Singapur acaba siendo una especie de paddock «light», donde lo que más hay es gente y no construcciones. Aunque hay que reconocer que también es un cambio bienvenido dentro de la rutina de la Fórmula 1. Rápidamente me dirijo a la sala de prensa y allí me encuentro con un personal a la altura de lo habitual en Singapur. Servicial y atento, facilita el trabajo y lo hace todo mucho más cómodo. Adicionalmente, en Singapur hay servicio de IT en caso de problemas con los ordenadores y hasta reparación de cámaras en caso de que ocurra un percance. Incluso hay una sala habilitada con todo tipo de comida y bebida.
Vamos, que no nos faltará de nada este fin de semana. Pero aquí no hemos venido a hacer el turista y hay trabajo que hacer. Tras el «ritual» de elección de puesto de trabajo, me dirijo hacia él. Una vez sentado en la que será «mi» silla durante los próximos cuatro días, lo organizo todo y llega el momento de dar una vuelta -o dos, que es pequeñito- por el paddock, para ver qué se cuece. Hay una diferencia con respecto a las carreras europeas -o incluso americanas- a las que estoy acostumbrado. El trabajo no se completa hasta pasadas las once de la noche… y solo estamos a jueves.
Es lo que tiene trabajar en horario europeo, que todo termina seis horas más tarde. Pero para quien se ha levantado a una hora normal, la sensación es extraña. Entre viernes y domingo, se espera que el fin del trabajo no llegue hasta las 3 o las 4 de la mañana. La idea impone, quizás más por la logística de no tener transporte público que por otra cosa. El «glamour» de la Fórmula 1. Solo para «usuarios premium». Cierro el ordenador y salgo del circuito… dándome prisa para subirme al último tren del servicio. ¡Justo a tiempo! La primera impresión es buena pero lo bueno empieza mañana.