Tras un día previo al inicio de la actividad en pista, llega la hora de vivir de verdad lo que es el fin de semana de carreras en Singapur desde dentro. A diferencia de las citas europeas, aquí las categorías de promoción no tienen ningún monoplaza. La Fórmula 1 es la reina del lugar pero junto a ella encontramos a los coches del TCR, la Porsche Carrera Cup Asia y la Ferrari Challenge asiática. Precisamente en la primera hay presencia española por partida doble con los hermanos Oriola. Pero para llegar a todo eso, primero hay que pasar por alguno de los agujeros de la cota de malla que es el circuito de Singapur.
Emplazado en medio de una de las zonas más turísticas de la ciudad y con muchas estaciones de metro de por medio, llamar «compleja» a la organización logística del circuito es quedarse corto. Los alrededores del trazado se convierten durante los tres días de gran premio en una especie de laberinto muy delicado de navegar -ojo, y de ‘defender’ de intrusos-. Circular por determinadas zonas con «solo» una entrada para la carrera es algo caótico aunque cuenta con la ventaja de permitir ver varias tiendas donde comprar recuerdos, bebida o comida. Afortunadamente, armado con mi pase FIA -el verde, claro- consigo pasar todos los controles sin problemas.
Bueno, lo de sin problemas es un decir. En otros trazados la entrada es relativamente fácil y a uno le dejan pasar sin mayores registros. En Singapur, para acceder al paddock hay que pasar por el mismo tipo de control que para subirse a un avión. Revisión manual y electrónica de cualquier bolsa, registro para evitar presencia de objetos «sospechosos» y unas colas importantes. Esa será además la tónica del fin de semana. Claro, podría llegar más tarde pero desplazarme junto a los pilotos y mecánicos de los equipos de Fórmula 1 tiene un cierto encanto. Me encuentro con Marcus Ericsson brevemente, quien me cuenta que es optimista de cara al fin de semana, pero pronto le reclaman los gritos de los aficionados y procede a firmar autógrafos y hacerse fotos.
Un servidor sigue adelante y pronto lo tiene todo ordenado en lo que es la «base de operaciones» del fin de semana. Los coches de la Ferrari Challenge ya han rodado y las máquinas del TCR están a punto de salir a pista. Aún así, soy de los primeros periodistas en entrar en la sala de prensa, que se va llenando con el paso de los minutos. Ah, y hay algo digno de mención: el calor infernal a estas horas de la tarde. Realmente tampoco es que la temperatura sea insoportable pero estando cerca del Ecuador, el sol pica muy fuerte y la humedad hace que todo sea mucho más incómodo. Pero bueno, así es como son las cosas aquí. Tras unas pocas horas, empieza la primera sesión de entrenamientos libres y la primera sorpresa llega con el sonido: sí, es el mismo que en Barcelona pero con los edificios a lado y lado, el sonido es más fuerte.
Pero tampoco vayamos a negarlo… es más fuerte cuando está cerca. Desgraciadamente, en cuanto los monoplazas se alejan un poco de la sala de prensa, parece que se desvanezcan. Soy un firme defensor del sonido de los motores actuales, que no me disgusta en absoluto. Pero al César lo que es del César. A todos nos gustaba el estruendo «chillón» de los motores que se oían desde muy lejos. ¿O no? En cualquier caso, volver a escuchar los motores de Fórmula 1 por primera vez en cuatro meses se recibe con alegría y las horas de entrenamientos libres pasan volando, más con la cantidad de cosas que contar y analizar. El fin de semana se presenta interesante y eso siempre es algo que le llena a uno de motivación.
Las mencionadas sesiones de entrenamientos libres se viven muy de cerca desde la sala de prensa. En otros circuitos, el primer piso queda más elevado y a más distancia de la pista. No es así en Singapur, con un espacio mucho más reducido y un carril de boxes ligeramente más estrecho que altera la percepción general del lugar. Pero todo lo que sea un cambio positivo es bienvenido. Una vez terminados unos entrenamientos libres interesantes, hay que ponerse a trabajar duro para poder publicar todo lo que esta misma página trae, lo que incluye cosas como un paseo por el paddock para recoger las sensaciones de un Stoffel Vandoorne que bromea con Jenson Button sobre el número de entrevistas que tendrá cada uno el año que viene.
También hay tiempo para ir a hablar con los pilotos españoles. Y no sería exagerado decir que uno no sabe lo que es la vida hasta que se planta en el hospitality de Toro Rosso pasada la una y media de la mañana para escuchar a un piloto de Fórmula 1, en este caso Carlos Sainz. Lógico, teniendo en cuenta los horarios del fin de semana pero también hilarante, por lo surrealista de la situación. Tras escuchar al optimista piloto del equipo de Faenza, hay que volver para la sala de prensa y seguir trabajando para tenerlo todo listo antes de las cuatro, que es cuando se cierra el santuario. ¡A ver si nos vamos a quedar sin tiempo! Y aunque parezca mentira, sucede y llegan las prisas. Y con el viernes por detrás desde hace varias horas, llega el momento de cerrar por hoy. Toca dormir, recuperar energías para seguir con más de lo mismo mañana.