El comienzo de la segunda etapa fue más normal. Esos nervios de enfrentarte a lo desconocido habían desaparecido en parte, nos quedaba una impresionante jornada de más de 300 kilómetros por delante y en mi caso un error del que me acordaría el resto de la mañana: no tomarme mi habitual café matinal. Con una ‘empanada’ importante llegamos a la especial que se disputaba en uno de los circuitos de karting de Benicasim.
Y la verdad es que todo salió bastante bien hasta que casi nos saltamos la salida después de completar las dos vueltas obligatorias. Afortunadamente para aquel entonces ya habíamos pasado el control secreto donde se determinan las penalizaciones (la forma de decidir las victorias en los rallyes de regularidad, cada segundo de diferencia con el tiempo marcado por la organización significa un punto de penalización).
En ese momento. Tras el susto de casi saltarnos la meta teníamos una sensación muy amarga, a pesar de que el tramo nos había salido prácticamente redondo, aprovechando que el tamaño del Golf GTE se adaptaba a la perfección a la ratonera pista, mucho mejor que los gigantescos Audi Q7 e-tron Quattro o Mercedes-Benz C220 CDI BT del equipo Quadis. No nos enteraríamos (seguíamos con nuestra política de no mirar los resultados online) pero nuestra actuación nos había permitido estar por delante de equipos mucho más experimentados e incluso de campeones como Miguel Fuster o Luis Climent. Para los que os lo estéis preguntando, sí, voy a imprimir y enmarcar la clasificación de ese tramo, e incluso no descarto mandarla como felicitación de Navidad a mis familiares.
Los errores aquí también se pagan caros:
Sin embargo, nuestra no tan mala actuación en el TC5 se iba a ir al traste sólo unos kilómetros más allá, en el segundo tramo del día. Después de casi perdernos en una de las rotondas del enlace (no fuimos los únicos, Salvador Cañellas tuvo el mismo problema justo delante de nosotros) y llegar con la lengua fuera al control horario, cometimos un error de principiante, saltándonos una viñeta ya en la especial. Tras unos cientos de metros discutiendo hacia dónde era, llegó el momento de tomar una decisión.
Mi copiloto tiró de intuición indicándome el camino de la derecha, mientras que yo de reojo miraba la viñeta que él me señalaba. Las prisas me llevaron a elegir sobre la marcha el camino de la izquierda y obviamente estaba equivocado. Esto se tradujo en unos kilómetros de más, adelantar a unos cuantos ciclistas y finalmente caer en la dura realidad de que nos habíamos equivocado de camino. Para entonces ya nos habíamos dado cuenta de que la regularidad se había ido al traste y que tal vez tendríamos que ir algo más rápido que la media indicada para tratar de llegar a nuestra hora al siguiente control horario.
Después de unos kilómetros detrás de otro piloto participante (ellos sí habían tomado el camino correcto), conseguimos tener algo de aire limpio y recuperar tiempo, mandando al traste también los consumos pero afortunadamente llegando al siguiente tramo a nuestra hora. Un único dato, ese error adelantándonos en una viñeta nos supuso una penalización de 2.000 puntos, más del doble de los puntos que acumulamos el resto del rally.
KO por acumulación de puntos:
Con la consigna intacta de seguir divirtiéndonos y hacer ‘reset’ después de esta monumental cagada metedura de pata, el resto de especiales nos permitió darnos cuenta de la razón por la que el resto de equipos que llevaban la aplicación también equipaban un gps portátil. Y es que entre montañas la señal y por tanto la medida en metros no era todo lo precisa que sí fue por ejemplo en el tramo del karting. Con un error que en ocasiones rozó los +/- 200 metros, era inevitable sumar más puntos de penalización, por mucho que nos estuviésemos empleando a fondo.
No había excusa posible. Habíamos pecado de novatos y lo estábamos pagando, pero, ¡qué divertido estaba siendo! Más aún cuando los organizadores, en colaboración con la Guardia Civil, cerraban un tramo que había formado parte del Rally de la Cerámica en ediciones anteriores para que todos pudiésemos atravesar una de las secciones más difíciles, estrechas y bonitas de todo el Eco Rallye de la Comunidad Valenciana.
Aún nos quedaría vivir otra situación comprometida. La hasta el momento casi infalible aplicación de Maralba no se inició al empezar a uno de los tramos, por lo que estuvimos casi 300 metros sin que el cuentakilómetros y el cronometro funcionaran. Esto en un rally de regularidad en el que tienes que seguir las tablas te obliga a hacer cálculos de nuevo y corregir el error de cada una de las medidas. Tras hacer gala de mi título universitario y hacer unas cuantas operaciones mentalmente pudimos proseguir la marcha con normalidad ya con las nuevas medidas, sin embargo, en ese momento a mi copiloto ‘se le había comido la lengua el gato’ y en un arranque me salió una reacción que la mayoría de los aficionados al WRC recordará: aquel Rallye de Alemania 2006 y la salida por los viñedos de Pons y del Barrio. Con un “va, va, ¡canta!” Carlos (ambos) recuperó la concentración y proseguimos con normalidad.
Los primeros separados por sólo unos metros:
Mientras tanto, los equipos que estaban peleando por el triunfo hacían todos y cada uno de los tramos sumando menos de cinco puntos de penalización por especial, algo impensable para nosotros teniendo en cuenta que tampoco contábamos con elementos tan precisos como el Terratrip o el novedoso y caro Blunik (según los profesionales, el nuevo aparato referencia en la regularidad gracias a su velocidad de refresco mostrando el delta que tienes que cumplir) que sí llevaban los equipos que luchaban por posiciones de honor. Las formaciones más potentes incluso llevaban consigo ouvriers que pasaban antes de los tramos (el recorrido es secreto) para indicar posibles peligros a piloto y copiloto.
Sólo faltaba por completar las últimas cuatro especiales y quedarnos con la tranquilidad de dejar el coche en el parque cerrado sin un arañazo (esta vez los puestos de carga funcionarían correctamente y llenarían por completo las baterías). Impecable el chasis del GTE que se adaptó a la perfección al recorrido a pesar del peso extra que supone la parte eléctrica respecto al modelo convencional. Había quedado constatadas mis sospechas, los rallyes de regularidad y los eco rallyes son alarmantemente divertidos. ¿No me crees? Pruébalos y verás.
Nuestro resultado fue el de 14º en la categoría VII-VIII (penúltimos y a mucha honra), muy lejos de los ridículos 39 puntos acumulados por Eneko Conde y Marcos Gutiérrez para llevarse el triunfo entre los híbridos y coches propulsados por gas dentro del apartado de regularidad, mientras que José María y Javier Fortuño lograban lo propio en consumo. En eléctricos, (Categoría III), Albert de la Torre y Albert Sánchez hacían lo propio, mientras que la EF, con Lucas Pérez y Miguel Ángel Casado lograban el triunfo (también en eficiencia) por delante de Luis Climent y Miguel Fuster.
Nos queda el consuelo de pensar en qué hubiera pasado si nos quitamos de encimas esos más de 2.000 puntos que nos lastraron. Tal vez hubiéramos podido competir hasta el último momento con el equipo SsangYong, en el que el copiloto era ni más ni menos que Antonio Boto, el copiloto que dejó el testigo a Luis Moya a la derecha de Carlos Sainz. ¡Ah! por cierto, si alguien se lo preguntaba, durante todo el rallye consumimos 18,31 € de Gasolina 95 en 428 kilómetros.