Investigando un poco en internet encontré varios artículos dedicados a los «coches más feos de la Fórmula 1», donde observé una reiteración de monoplazas a los que incluso se le asignan adjetivos ofensivos y despectivos, pero ningún autor, hasta donde pude indagar, expone su criterio para considerar feo o antiestético a los diseños, cuando es necesario contrastar con aquello que se tiene por hermoso, tomando en cuenta los contextos históricos y situacionales. Se debe partir del hecho de que la noción de belleza está en constante evolución, de allí que resulte un tanto descabellado plantarse en el presente y evaluar con ojos contemporáneos aquello que fue expuesto muchos años atrás.
El ser humano sería incapaz de valorar la belleza si no contara con la fealdad como referencia comparativa, pero resulta que tal percepción es subjetiva y por lo tanto no es universal. Según los entendidos en el tema, el concepto de belleza se desprende de la filosofía platónica, donde la proporcionalidad y la simetría de las formas constituyen las bases para considerar a un cuerpo u objeto hermoso. Es lógico entonces pensar que todo aquello alejado del ideal de belleza es diferente, negativo o simplemente feo.
A pesar de estar ubicados en la antigua Grecia, los juicios estéticos a partir de tal razonamiento han mantenido cierta vigencia, aunque indudablemente se han renovado las miradas, en cuanto al ideal de belleza, desde la Edad Media, pasando por la Modernidad hasta llegar al período Contemporáneo. En tal sentido, la Fórmula 1, desde su instauración en la década del 50, también ha tenido mucho que ver con la percepción de belleza, en lo que respecta a los diseños de los monoplazas, la mecánica, la ingeniería y la eficiencia; entre otros factores; elementos que también se insertan en épocas y culturas con baremos estéticos bien delimitados.
En lenguaje figurado, un Fórmula 1 bien podría semejar a un cuadro de Picasso, al ser radicalmente diferente, en cuanto a los cánones estéticos de su tiempo, dejando de lado los principios convencionales de simetría y proporción, pero no por ello se puede catalogar de feo solo por alejarse de la línea de los demás. Las primeras referencias para explicar tal situación se pueden hallar en la década del 50, allí el Alfa Romeo 158, el Ferrari 375 y el Maserati 250 F resultaron los exponentes más populares de una generación de monoplazas con características muy similares.
Ese diseño en forma cilíndrica, semejante a un tabaco con ruedas, fue un standart en la Fórmula 1 hasta completar la década del los 60, misma época en la cual el movimiento artístico denominado Vanguardia irrumpe en escena con tal fuerza que compromete la apreciación de belleza ya que su postura apostaba por lo diferente, un criterio de lo estético que pronto se convertiría en un estereotipo múltiple y accesible. En la Fórmula 1, para 1969, todavía se apostaba por lo seguro, la referencia era el Brabham BT24, pero también ese año apareció el Cosworth 1, un prototipo con tracción en las cuatro ruedas diseñado por Robin Herd. Inusual desde cualquier ángulo, el concepto partió desde el motor Cosworth DFV pero se bifurcó hacia latitudes nada convencionales. A pesar de exhibir gran velocidad en línea recta, el monoplaza resultaba complicado de maniobrar en zonas mixtas, de allí que no llegó a participar en ningún gran premio, pero pasó a la posteridad como algo diferente a lo instituido.
Un juicio estético será el resultado de una apreciación de los sentidos, así que lo considerado bello o feo dependerá del gusto de cada quien. Lo que incide es la diferencia ya que el concepto rompedor, al chocar directamente con la tendencia vigente, por lo regular produce cierto rechazo en aquellas personas de posturas conservadoras, en tanto resulta del agrado para los que pretenden un cambio.
El «feísmo» en lo artificial, como en el caso de los diseños de los Fórmula 1, también incide en la apreciación de belleza porque es a partir de experimentos como el planteado en el Cosworth 1 que se logra avanzar en otras propuestas que posteriormente se volverían ideales de belleza y modelos a seguir. No es casual entonces observar en la década de los 70 a numerosos monoplazas experimentales. los cuales, más allá de arcaicos e inciertos conceptos aerodinámicos, exhibieron características muy particulares, pero sin duda alguna alejados de aquello que el gusto actual cataloga como belleza.
En mi revisión particular realicé una selección de esos coches que, según mi criterio, resultaron los más influyentes en lo que respecta a los cambios estéticos. Lotus 56B, March 711, Eifelland March E21, Ensing N173, March 731, Shadow DN1, Brabham BT44, BRM P201, Ensing N174, Hesketh 308C, Copersucar FB03, Kojima KE007, Ligier JS5, Shadow DN5, Williams FW05, Copersucar F5, Arrows A1 y ATS HS1; todos con credenciales para ingresar a una galería de feos. Pero se debe tomar en cuenta que básicamente todos los monoplazas diseñados en esa época eran de conceptos vanguardistas, así que de distinguir algún modelo que sirva de referencialidad estética para comparar y concluir que los otros son feos a su lado sería el Lotus 78.
En estos casos, lo antiestético estaría sujeto a los mismos principios relativos que se utilizan para exponer la noción de belleza. Ahora, creo que el enfoque para determinar si algo es hermoso tendría que ver con la proporción, tal como lo explicaron los griegos. En la mayoría de los monoplazas de esa década se advierte una desproporción en sus formas desde varios ángulos y es allí donde surge esa noción de fealdad y rechazo. Todos los coches mencionados, fabricados en escala 1:64 serían dignos de admiración, pero en tamaño real resultan desagradables. Se puede explicar mediante el ejemplo de la mariposa, la cual se considera hermosa a pesar de ser desproporcionada en sus formas: ojos, cuerpo, alas y patas. Pero si la mariposa fuera del tamaño de un perro no sería hermosa sino un animal monstruoso.
Para la década de los 80 el ideal de belleza y estética se orientó hacia otras bases, de allí que el equilibrio y las formas más simples y redondeadas marcaron la pauta. Fueron contadas las propuestas arriesgadas en gran parte por la eliminación del doble chasis y del efecto suelo. Para aquel entonces, las autoridades decidieron intervenir en el apartado técnico y comenzaron a influir directamente en la estandarización de los diseños. Así que tan rápido como en 1981, el Tyrrell 010 y el McLaren MP4/1 pasaron a ser referentes de lo que vendría en los años sucesivos y también servirían para comparar con sus predecesores.
El Theodore TY01 que aparece en portada sería una de esas excepciones, pero se debe entender que fue diseñado por Tony Southgate, el responsable de firmar las propuestas más radicales de los equipos Shadow y Arrows en la década anterior. Aunque ciertamente su particular ubicación del alerón frontal puede considerarse alejada del vigente cánon estético, el que no obtuviera buenos resultados también influyó en la predisposición para catalogar al TY01 como feo. En contraste, en 1990, Harvey Postlethwaite presentó otra radical propuesta en la zona frontal del Tyrrell 019 y a pesar que a primera vista resultó extraña y antiestética, el coche demostró que era una solución efectiva, así que pronto pasó a ser imitada por la mayoría de los equipos, convirtiéndose en moda y necesidad.
Aunque el Tyrrell 019 no aparece en las galerías de feos, el McLaren MP4/10 de 1995 es una fija en casi todas las selecciones. Sus resultados fueron tan escuetos que sus conceptos aerodinámicos, como el tercer alerón instalado sobre la tapa del motor, no halló eco en los demás equipos. Por este planteamiento se podría inferir que lo feo deja de serlo cuando pasa a ser efectivo, o por lo menos eso parece.
Ciertamente, la belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad porque hasta los nombres también suelen relacionarse con la estética, por ello unos resultan más agradables que otros aunque no tengan nada que ver con aquello que identifican. Por ejemplo, mencionar Ferrari, Lotus y McLaren; por lo regular, suele evocar belleza en el diseño de los coches y es algo sencillo de comprobar, por la misma relación lógica que, en la mayoría de los casos, lleva a asociar nombres como Gumersindo, Nepomuceno, Cuasimodo, Clodomira, Pánfila o Gertrudis con imágenes de personas poco agraciadas en el plano físico. Se aclara que los nombres no son feos, pero por convencionalismos, modas o influencias políticas, sociales y culturales permanecen en el subconsciente colectivo como sinónimos de fealdad.
La exposición anterior viene al caso porque Ferrari, Lotus y McLaren también tienen su lado oscuro, en cuanto a coches poco agradables a los sentidos, pero vamos por parte. Al dejar atrás la década de los 90 y entrar en el nuevo milenio, la noción de estética realiza un giro y se inclina hacia los apéndices aerodinámicos y las líneas curvas. El primer monoplaza que rompe con lo convencional es el Williams FW26. Diseñado por Patrick Head, Gavin Fisher y Antonia Terzi, el coche impulsado por el V10 BMW resultó, además de antiestético, poco competitivo. Fue tan criticada la propuesta de Williams que para el Gran Premio de Hungría ya se había desechado el particular diseño frontal.
La línea que separa a lo hermoso de lo feo en esa época vendría signada por el McLaren MP4/20 y sus formas, cuernos de vikingo incluidos, ya que se convirtió en una referencia en la parrilla. Todas sus líneas, aunque a simple vista luzcan recargadas, lucen en armonía, enfatizando el principio de proporción que suele identificar al ideal de belleza. Posteriormente, en la temporada 2008, el BMW Sauber F108, llevaría la tendencia de los apéndices aerodinámicos al nivel más extremo que se haya visto, produciendo un desequilibrio en las formas que originó opiniones contrastantes en cuanto a su estética.
Con determinados ideales de belleza y estética fuertemente arraigados, la década que inicia a partir de 2010 presenta a unos Fórmula 1 desagradables a la vista, producto de una reglamentación técnica que condicionó los diseños hacia un sentido más simple, pero también estableció unas medidas en la zona frontal que originó monoplazas tan extravagantes como el Force India VJM03, el HRT F110, el Mercedes F1 W03, el Ferrari F2012, el Caterham CT03, el Ferrari F14T, el Lotus E22 y el Toro Rosso SRT9, otra generación con las credenciales para estar en la galería de los feos.
Llegado a este punto se podría decir que el juicio estético estaría subordinado a un criterio personal, reservando los adjetivos hermosos y feos para los propios sentidos, pero también va a influir en la selección la época en la cual se realiza la evaluación. Si hipotéticamente el prisma se ubica en la década de los 70, la más radical en cuanto a diseños, los actuales Fórmula 1 no fueran tan extraños. Pero si el juzgar depende de la opinión de aquellos que observaron la diversidad de conceptos desde los años noventa para acá, entonces lo visto en las últimas temporadas sería similar a un circo de rarezas y no a un desfile de feos.