Voy a ser sincero una vez más, el Circuito de Sepang ha sido hasta ahora una de mis debilidades dentro del Campeonato Mundial de Fórmula 1, así que no es de extrañar que el anuncio de que las autoridades malasias le han dado la espalda y que el de 2018 será sobre el papel el último Gran Premio que se celebre ha sido posiblemente la noticia más desagradable que me ha tocado escribir esta tarde.
En la Fórmula 1 desde 1999, el Gran Premio de Malasia nos ha dejado durante las dos últimas décadas carreras muy emocionantes, en una mezcla de estrategia y adelantamientos gracias a la fisonomía de la pista de Sepang (muy ancha y con dos grandes rectas seguidas de fuertes frenadas). Además, la meteorología variable de la zona, propensa a dejarnos carreras marcadas por intermitentes tormentas siempre ha sido vista como algo positivo en lugar de un factor en contra, a pesar de que estos monoplazas siguen teniendo alergia a correr sobre agua.
Con todo ello, se hace difícil asimilar que la Fórmula 1 se vaya a quedar sin un Circuito de estas características en su calendario cuando acabe el contrato que lo liga para las temporadas 2016 a 2018. El seguimiento, el apoyo de las instituciones e incluso el respaldo de Mahindra, parece haberse hecho decantar a favor del Mundial de Motociclismo a la hora de lanzar la moneda al aire. Las palabras del Ministro de Cultura del país no dejan demasiado lugar a la esperanza.
El acuerdo actual está en vigor entre 2016 y 2018, después de esa fecha no tendremos más Fórmula 1 en Sepang. Los espectadores son cada vez menos, pero además de eso, el coste organizativo aumentó 10 veces en comparación con la primera vez que hicimos el Gran Premio.
