En la Fórmula 1 son muy contadas las ocasiones en las cuales un piloto que ostentó el título se haya retirado de manera digna. Por el contrario, han sido muchos los que han postergado el final de sus carreras en aras de creer que el destino les concederá otra oportunidad de ganar. Se entiende que nadie desea terminar su trayectoria sumergido en la derrota, pero la historia del campeón que sale de la categoría por la puerta de atrás ha sido la misma durante décadas, sólo cambian los nombres y los años.
Considero que entender cuándo es el momento justo para retirarse debe resultar complicado para aquellos que estuvieron en la cima de algún deporte. Alcanzar el título y la gloria, ser reconocido como el mejor, el campeón y por tal razón erigirse como el centro de atenciones, de todas las miradas y privilegios; es el objetivo trazado para todos aquellos que tienen al deporte como una profesión. Pero son los intentos de preservar el cetro y la fama la razón por la que muchos distorsionan sus propias perspectivas y niegan lo evidente.
Tal situación no es exclusiva de la Fórmula 1, aplica para todos los deportes. Han sido innumerables los casos de atletas campeones que por aferrarse a sus logros pasados no caen en cuenta que nuevos adversarios más jóvenes y ambiciosos, además de la misma dinámica del deporte, los empujan hacia afuera. Entregar todo, invertir años, esfuerzos y recursos, padecer calamidades y desventuras para ascender hasta la cima y luego salir de la escena, convertirse en uno más entre la gente común, no debe ser fácil de asimilar para nadie, pero se debe hacer.
En la era moderna, solo Jackie Stewart, Alain Prost y Nigel Mansell pueden presumir de ser campeones que se retiraron en la cima. Aunque a diferencia del escocés y del francés, el inglés pretendió regresar, pero pronto entendió que la Fórmula 1 no le necesitaba para seguir adelante. Otros campeones como Alan Jones, Niki Lauda, Nelson Piquet, Mika Hakkinen y Damon Hill decidieron colgar el casco al poco tiempo de coronarse y con ello evitaron el riesgo de devaluar su legado por permanecer en la categoría bajo cualquier condición.
Recientemente, el siete veces campeón Michael Schumacher regresó, tras cuatro temporadas alejado de las pistas, para firmar las peores actuaciones de su trayectoria. Las consecuencias de sus anhelos no resultó como esperaba, fue una dura lección, salvando las distancias, como la golpiza que recibió Muhammad Alí a manos de Larry Holmes en 1980. La realidad se encargó de dar las respuestas ante la duda si todavía era lo que solía ser. Sin embargo, el caso más representativo de campeón que se empecinó en aferrarse a su título para seguir activo fue Jacques Villeneuve. El monarca de la temporada 1997, e hijo del gran Gilles Villeneuve, pasó nueve años pretendiendo reeditar sus poles y victorias de su época en Williams Renault, tarea que jamás pudo hacer. Apenas cuatro terceros lugares fue lo más destacable que logró posterior a su corona.
Aunque Jacques Villeneuve jamás tuvo intenciones de anunciar su retiro, pudo prorrogar su carrera unos cuantos años. La primera vez que le mostraron la puerta fue cuando estaba en el equipo BAR en 2003, incluso su salida fue tan traumática que para Japón fue sustituido por Takuma Sato. En 2004 fue requerido por Flavio Briatore para reemplazar a Jarno Trulli en los tres últimos grandes premios de la temporada, pero luego lo dejaron en libertad. Posteriormente, firmó un contrato por dos temporadas con Sauber, mismo que fue respetado hasta cierto punto cuando el equipo suizo fue comprado por BMW, pero tras la carrera de Alemania 2006 le indicaron que su lugar sería ocupado por Robert Kubica.
Lo interesante de todo este asunto es que si Jacques Villeneuve hubiera decidido alejarse de la Fórmula 1 al culminar el campeonato de 1998, tras padecer un frustrante año con el Williams FW20 Mecachrome, se estaría hablando de uno de los mejores pilotos del mundo. Los números de sus primeras dos temporadas fueron extraordinarios ya que alcanzó 11 victorias en 33 carreras y además venía precedido de un título en la IndyCar, incluido su triunfo en las 500 Millas de Indianápolis edición 1995. Se le consideró uno de los grandes antagonistas de Michael Schumacher, pero se empecinó en regresar a la cúspide con el proyecto BAR y su buena estrella se deshizo, transformándose en el campeón menos apreciado de las últimas décadas.
Este fin de semana se retira Jenson Button, el campeón de 2009, quien pondrá punto final a su trayectoria de 16 temporadas en la Fórmula 1. Sus 15 victorias y 8 poles en 305 carreras iniciadas son números que no destacan, sin embargo será recordado por su pasantía por Brawn GP, lo que le permitió dar un giro significativo a nivel personal y profesional. Button llegó a ostentar el cetro, lucir el número 1 en su monoplaza, tuvo el título más importante del automovilismo entre sus manos, pero cuando finalice el Gran Premio de Abu Dhabi será otro más que estará por allí escuchando el silencio que atormenta a los campeones retirados ya que las celebraciones desde hace rato están en otra parte.
Supongo que pasar cada temporada enfrascado en infructuosos intentos de conseguir de nuevo el título no debería ser fácil de digerir para nadie, sobre todo cuando la batalla es contra sí mismo y no contra los demás. Perder la ventaja en la lucha y sucumbir constantemente, por las razones que sean, es desagradable. Ese anhelo de elevarse otra vez sobre los adversarios es un motivo para romper cualquier promesa y postergar, hasta donde sea posible, entregarse a las comodidades del retiro. Probablemente, para un piloto nada supere a la sensación de gritarle al mundo «Soy el campeón». Esa certeza de ser el mejor, el más grande y poderoso del grupo; esa constante descarga de adrenalina y energía mientras se permanece en lo más alto del podio; esa exaltación del ego, del amor propio al estar a diario en los medios y ser el centro de toda publicidad; debe ser un sentimiento tan incandescente que no permite distinguir la realidad y enfrentar los hechos tal como son.
Cuando eres el campeón la gente te admira, te sigue y se preocupa por lo que haces. En cambio cuando te retiras te conviertes en el pasado. Así ha sido siempre, por tal razón muchos de los que han levantado el cetro se niegan a creer que su tiempo ha culminado, que el foco del espectáculo reposa en otro lugar. Es notorio que muchos de los ex campeones acuden a las carreras, pero el público actual no los reconoce, ni les pide autógrafos o los detiene para tomarse fotografías. Tal vez ese miedo de convertirse en seres anónimos sea una de las razones más fuertes para evadir el retiro, pero al final todos pasarán por el mismo punto ya que nadie puede volver a nacer y revivir su propia historia.