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Nico Rosberg; todos los hijos, todos los padres

Horas antes que Nico Rosberg se proclamara Campeón Mundial de Fórmula 1 escribí un artículo sobre retirarse con dignidad, con el respeto hacia sí mismo y la moral en lo más alto; de allí que la noticia sobre el retiro del alemán me otorgó cierta satisfacción, pues su padre, Keke Rosberg, también se alejó de la categoría, a los pocos años de conseguir el título, para dedicarse a su familia. A diferencia de Damon Hill, el otro hijo de campeón que logró el título, el vigente monarca sí pudo tener la dicha de celebrar junto a su padre, honrarlo en vida y emular su hazaña. Con su retiro, Nico Rosberg ha estampado una bofetada moral al deporte profesional porque en él no habitan anhelos de grandezas ajenas, de acumular títulos, trofeos, récords, riquezas y fama; esas apuestas por una incertidumbre, prefirió cerrar un ciclo que se trazó desde muy joven y además regaló una ejemplar lección a la sociedad.

Nico Rosberg es otro hijo de piloto, entre muchos, que vivió bajo la sombra de su apellido, de los sueños heredados. No debió ser fácil esta carrera porque tanto para él como para Damon Hill el título llegó después de cumplir los 30 años de edad y cuando se alinearon los astros para favorecer sus opciones. Su deseo de ser campeón ha sido satisfecho, pero observo con preocupación que la sociedad le exige reemplazar ese vacío con otro deseo aún más complicado. Que el disfrute de su título apenas perdure unos pocos meses, que realice más sacrificios en aras de una gloria abstracta para un público igual de difuso, que permanezca inmerso en un agitado mar de insatisfacciones para que al final seres ordinarios se atrevan a juzgarlo, ignorando todo ese transitar desde la niñez hasta el campeonato. No debe ser sencillo ser hijo de, ser familia de, vivir con ello y no poder desligarse de ese grillete emocional que representa el linaje, ese símbolo tatuado en la frente que invita a una constante comparación. Latente estará el miedo a fracasar en aquella actividad donde se debería destacar, por el simple hecho de llevar la sangre de.

Juan Manuel Fangio II, Bruno Senna, Wilson Fittipaldi, Jacques Villeneuve Sr., Ian Scheckter y Ralf Schumacher, por mencionar algunos, lo intentaron, pero simplemente no pudieron emular a sus célebres parientes, por ello sus trayectorias profesionales, al ser contrastadas, lucen condenadas al olvido. Sin embargo, más difícil aún resulta para los hijos de campeones ya que la mayoría, aunque sí se han dedicado al automovilismo, ni siquiera ha podido llegar hasta la Fórmula 1 y es allí donde se tambalea la naturaleza. Más allá de una inclinación innata hacia las carreras por la obvia influencia, la fase muy personal de aprendizaje, el esfuerzo, las carencias, los estudios, el sacrificio, el hambre, la necesidad y ese fuego interno que explota en las entrañas una vez en la vida no se hereda, cada quien debe experimentar y asimilar sus vivencias a través de sus propios sentidos.

En una sociedad donde se considera a la calvicie como una enfermedad y al éxito como un gen hereditario, se tiene como una máxima que un hijo de gato caza ratón, pero al parecer esto no resulta tan cierto en la dimensión humana, como sí ocurre, por ejemplo, en los cruces aplicados a los caballos purasangre de carreras. ¿Cuántos hijos de campeones han claudicado en el intento de reeditar el título de sus padres? En este punto habrá que reflexionar acerca del adoctrinamiento, de ese aprendizaje forzado al que tal vez fueron sometidos desde niños para defender el legado familiar, aunque en lo personal me resulta indescartable la obsesión de los padres por experimentar una segunda juventud a través de sus hijos.

Ahora mismo, Max Verstappen, Jolyon Palmer, Kevin Magnussen y Carlos Sainz Jr., son descendientes de pilotos que compiten en la Fórmula 1, pero sus padres no ganaron carreras en la categoría, situación que les concede la posibilidad de escribir sus propias historias, alejadas de cualquier comparación. Pero en los casos de Freddie Hunt, Mathias Lauda, Nicolas Prost, Joshua Hill, Michael Andretti, Derek Hill, Tomas Scheckter, Nelson Piquet Jr., Greg y Leo Mansell, Christian Jones, David Brabham y el malogrado Henry Surtees; las perspectivas fueron muy diferentes, los títulos y la gloria que sus padres alcanzaron han representado una pesada losa en sus vidas.

Aclaro que no estoy criticando la influencia de los padres en la toma de decisiones de sus hijos, acerca de seguir sus pasos en las carreras, no soy quien para hacer tal cosa, pero está claro que el ascenso y consagración de cualquier deportista no depende solo de un apellido y los casos antes mencionados son un reflejo de esa imitación, proceso innato en los seres vivos, ese deseo de igualar todo lo realizado por sus admirados padres pero que no pudo trascender. En este punto me pongo a pensar en Mick Schumacher, en la desequilibrada carga de expectativas que debe soportar a su edad y sin las orientaciones del gran campeón alemán. Insensato sería exigirle superar las estadísticas más elevadas por el simple hecho de ser hijo de Michael Schumacher, pero la sociedad lo hará, porque es piloto y es Schumacher, así de sencillo.

Nico Rosberg ha impartido una lección de humanidad que debería ser entendida en su justa magnitud. Se propuso un difícil objetivo, alcanzar el título más célebre del automovilismo, y lo logró. Ahora quiere dedicarse a conquistar otro aún más complicado, ser esposo y padre ejemplar, tal como se lo inculcaron. Encontró lo que anhelaba y ahora no desea luchar por los anhelos de otros. Su batalla por el título fue personal y salió victorioso, ahora las revanchas y las obsesiones que se las repartan los demás. Es su turno de brillar con la certeza de tener razón en todo lo que haga. Las escuderías, los otros pilotos, los circuitos, Bernie Ecclestone, Mercedes, Toto Wolff, Niki Lauda, Lewis Hamilton; todos estarán allí el año que viene para renovar sus interminables ambiciones, pero el sueño de Nico Rosberg, de ser campeón, estará ausente, se transformó en realidad este 2016 y ahora permanece en otro ámbito.

La lección de honrar a tu padre, de tener la fortaleza y la personalidad de dar la espalda al mundo para conceder prioridad a la familia, al único y más valioso legado que se deja en esta vida, te elevarán más alto que el campeonato logrado esta temporada. Dios te bendiga muchacho, a ti y a los tuyos.

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Humberto Gutiérrez

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