Que un piloto de Fórmula 1 diga que ha vivido el mejor momento de su carrera deportiva muy lejos de los circuitos del Gran Circo no es nada fácil. Tampoco lo es conseguir la victoria en las 24 Horas de Le Mans en su primer intento, como lo hizo Nico Hülkenberg, con otros dos compañeros que disputaban por primera vez la gran cita de la resistencia al volante de un LMP1 y con una marca tan mítica para esta categoría como lo puede ser Ferrari para la Fórmula 1.
La voz entrecortada, las lágrimas que no se dejaban ver, el gesto de rabia ante tanto trabajo, sufrimiento, talento gastado en monoplazas poco competitivos… Hülkenberg se liberaba el pasado domingo a las tres de la tarde, como si un gran peso se quitara de sus espaldas. Había ganado Le Mans junto al resto de su equipo, algo que a buen seguro no imaginaba cuando llegaba hace un lustro a la escudería Williams F1 o cuando la propia Porsche le ofrecía correr con ellos el WEC. Muchas bocas cerradas que llegaron a poner en duda el talento de Nico.