La llegada de Heineken a la Fórmula 1 supondrá seguramente un gran cambio en la imagen de la categoría reina de cara al público. Pero algo que no debería conseguir conquistar es el podio. A fin de cuentas, ¿a quien se le ocurriría reemplazár el tradicional champán por cerveza? Pues irónicamente, precisamente en Canadá ya sucedió esto en el pasado.
Corría el año 1978 y Canadá no era ni mucho menos un país con éxitos deportivos de altos vuelos. Sus mejores días en el deporte quedaban reservados a competiciones típicas de lugares fríos. Nada de fútbol, de atletismo o automovilismo. De ahí que la victoria ese día de Gilles Villeneuve fuera algo especial. El trofeo fue entregado por el mismísimo primer ministro Pierre Trudeau en persona, que además ondeaba una bandera de Ferrari en honor al equipo de «su» piloto.
Un primer ministro entregando al ganador canadiense -québecois, además- un trofeo con la hoja de arce y el «O Canada» sonando por los altavoces de todo el circuito. Había poco que pudiera hacer ese momento más canadiense y la cervecera local Labatt, patrocinador principal de la carrera, se encargó de hacerlo. Hicieron llegar rápidamente al podio una enorme botella de su producto estrella, Labatt 50 -cerveza rubia- y Villeneuve pudo rociar al público con ella. Nada mal, ¿eh?