Los intentos de varios fabricantes en la Fórmula 1 de intentar tener éxito con coches con tracción a las cuatro ruedas son medianamente conocidos. Bastante menos famoso es otro intento que también tiene relación con las cuatro ruedas aunque en lugar de tratarse de cuatro ruedas motrices, hablamos de cuatro ruedas directrices, algo único en la categoría reina.
El equipo Benetton decidió en plena época de explosión tecnológica de la Fórmula 1 intentar dar un paso más allá que los demás equipos. La temporada de 1993 es conocida por la presencia de infinidad de ayudas electrónicas como control de tracción, ABS, suspensiones activas… en el equipo italiano fueron más lejos y desarrollaron un sistema mediante el cual las cuatro ruedas marcaban la dirección.
En realidad, «solo» se cambiaba la dirección de las ruedas en dos grados hacia un lado o el otro gracias a un sistema hidráulico preparado para volver a una posición neutra en caso de fallo técnico. Se probó en el circuito de Estoril tras el Gran Premio de Portugal de 1993 y aunque Michael Schumacher que quedó satisfecho con él, la mejoría en los tiempos por vueltas era demasiado pequeña como para considerarlo útil.
El alemán lo usó de nuevo en los entrenamientos libres del Gran Premio de Japón -su compañero, Riccardo Patrese, se encontraba incómodo con él- y tras concluir que en curvas lentas era poco eficiente, el llamado B193C se desechó. La FIA acabó prohibiendo también el uso de esta tecnología para 1994 como parte de su revolución de normativas que vio la desaparición de la mayoría de ayudas electrónicas de una temporada a otra.