Stirling Moss es de sobras conocido como uno de los mejores pilotos de la historia de la Fórmula 1. Compartió pista con pilotos como Juan Manuel Fangio, Alberto Ascari, Mike Hawthorn o Jack Brabham, hecho que le impidió conseguir un solo título de campeón del mundo. Pero sus gestas perduraron y quedaron en la memoria de los aficionados, periodistas y compañeros en el automovilismo. Uno de los ejemplos incluye una hábil gestión de los neumáticos… con el césped.
En el Gran Premio de Argentina de 1958 se estrenó un nuevo set de normativas de carburante que impidió que los equipos Vanwall y BRM estuvieran listos para la primera carrera. Añadiéndole a ello el hecho que la cita de Buenos Aires estaba al otro lado del Atlántico, la inscripción fue paupérrima con tan solo diez coches -la menor de la historia de la Fórmula 1-. Stirling Moss era entonces piloto de Vanwall pero su escuadra le liberó para ese Gran Premio.
El motivo era que el británico pudiera competir así que Moss se plantó entonces en Argentina con uno de los vetustos Cooper T43 que estaban a punto de ser reemplazados por los T45. Con seis Maserati y tres Ferrari, Moss pilotaba el único coche británico. Ocupó la séptima posición en parrilla, lo que no daba demasiadas esperanzas para la carrera. Además, las altísimas temperaturas del día de carrera complicaban la vida al piloto de Cooper al acentuarse el desgaste de neumáticos.
Ferrari contaba con un sistema que permitía liberar las ruedas a golpe de martillo para cambiarlas. En el caso de Cooper, hacían falta más de tres minutos -aproximadamente dos vueltas- para reemplazarlas. Normalmente cuando un piloto sabe que no va a parar, intenta pilotar de forma más conservadora pero no así Moss, que salió a darlo absolutamente todo. Sus neumáticos aguantarían bien media carrera pero no las 80 vueltas a las que estaba programado el evento.
Cuando en Ferrari entendieron que Moss no iba a parar, estaban demasiado lejos y hubo que alterar la estrategia para intentar presionar al Cooper desde varios ángulos distintos. Pero Moss no se dejó asustar y gestionó el desgaste de los neumáticos hasta lograr ganar la carrera con tan solo dos segundos y siete décimas de ventaja sobre Luigi Musso después de más de dos horas de esfuerzo. Mike Hawthorn con el segundo Ferrari completó el podio y algo más atrás, Paco Godia finalizó en octava posición.
¿El secreto de la victoria de Moss? Con los neumáticos cada vez más desgastados y prácticamente en las lonas, había decidido rodar sobre el césped que rodeaba el asfalto argentino para bajar la temperatura de las gomas y así permtir que duraran más de lo previsto. Una idea que sería tan justo calificar de locura como lo sería calificarlo de genialidad al valorar el ingenio. Así mismo lo ve Stirling Moss, que simplemente reconoce que ese día hizo todo lo posible y más para ganar… y se llevó la primera victoria de un coche con motor trasero en la Fórmula 1.