Tras una historia triste, era más que adecuado dar un salto al otro lado del espectro así que hoy tenemos algo distinto y mucho más agradable de mencionar. Para Ayrton Senna, la temporada de 1993 de Fórmula 1 fue algo realmente duro. Con un monoplaza -sobre todo un motor- que no estaba a la altura de los Williams y Benetton, ganar carreras se había convertido en un desafío aún mayor de lo habitual. Puede que por ello el sexto triunfo en el Gran Premio de Mónaco fuera tan dulce para él.
La curiosa historia el lunes después del Gran Premio de Mónaco, en Londres. Ayrton Senna llamó a su asistende personal y confidente, Betise Assumpção -actualmente esposa de Patrick Head- y le pidió encontrarse en un McDonald’s. Adriane Galisteu, la nueva pareja de Senna, había expresado su capricho de ir a comer una hamburguesa allí y el piloto brasileño se decidió a ir con ella y su asistente. Siendo las tres de la tarde en el Reino Unido, el lugar no estaba especialmente lleno de gente pero a Senna le preocupaba que le reconocieran puesto que estaba relajado y sólo quería estar con su gente sin que nadie le molestara.
Cuando le llegó el turno al particular grupo de tres de pedir su comida, el dependiente se quedó mirando a Senna, reconociéndole «de algún lugar». Tras unos momentos y la pregunta de rigor sobre si era posible que le reconociera de algo a lo que Betise le respondió divertida implicando que probablemente fuera así, el joven del McDonald’s identificó a Senna como un famoso piloto de carreras. ¡El problema fue cuando dijo el nombre de Alain Prost! Las risas de Betise y Adriane fueron las primeras en inundar el local. La reacción de Senna no se hizo esperar: «Maldita sea, ¡si vengo de ganar en Mónaco por sexta vez!»
Aparentemente el propio tricampeón debió finalmente encontrarle la gracia al asunto -la tenía y mucha- porque tras su propia constatación acabó uniéndose a las risas de su asistenta y su chica. Afortunadamente para todos, el emocional piloto brasileño pudo continuar con su agradable tarde sin ser molestado por demasiados aficionados -o no- al mundo de las carreras que fueran a molestarle y a rodearle para pedirle autógrafos sin parar. Betise tenía una buena cámara y se la pudo haber llevado para inmortalizar el momento pero lamentablemente, no fue así…