No es la primera vez que vemos a un piloto de primer nivel tener un disgusto al volante de lo que se denomina en España como carrilanas o coches de gravedad (Soap Box en inglés que queda más trendy). Hace unos años ya vimos a Thierry Neuville, cuando formaba parte de Citroën arrastrar el casco tras volcar con su particular unidad con los colores de Red Bull y desde entonces ha ocurrido unas cuantas veces, e incluso hombres como Peterhansel y Despres ya doblaron las ruedas de sus replica de 2008 DKR.
Una práctica más que habitual realizada por Red Bull ha estado en más de una ocasión a punto de costar un disgusto. Es el caso de Max Verstappen, que se plantará este fin de semana en el exigente Gran Premio de Mónaco todavía con un doloroso recuerdo de su exhibición en Valkenburg tanto en la espalda como en una de sus rodillas. Un salto demasiado alto, un coche que carece de suspensión y ningún tipo de medida de seguridad han provocado que el segundo piloto de Toro Rosso, escudería que mueve millones de euros cada Gran Premio, tenga que afrontar una de las carreras más especiales de la temporada sin estar al 100%. Hora de replantearse este tipo de exhibiciones… o al menos las medidas de seguridad mínimas.
El aterrizaje fue duro, pero terminé la carrera. Tengo un poco de dolor pero nada roto, que es lo principal por supuesto. Espero que mi espalda no sufra en Mónaco. Parece ser un buen circuito para nosotros, por lo que un lugar en el Top 10 parece posible.