Es un día triste para el automovilismo. A pesar de estos nueve meses en coma y las declaraciones descorazonadoras de sus padres, muchos no habíamos perdido la esperanza de volver a ver sonreír a Jules Bianchi. Sin embargo, el francés se ha ido, en silencio, de noche, tratando de no perturbarnos con su marcha. Hoy sólo podemos decir que “nunca te olvidaremos Jules”, porque te has ganado a pulso tener un hueco en nuestros recuerdos, tanto por lo que has hecho dentro de los circuitos, como para todos los que te han conocido fuera de la pista.
Dos temporadas en la Fórmula 1 pudimos disfrutarle y ya desde el primer momento nos enamoró ese estilo de pilotaje agresivo, de velocidad pura y capaz de levantarnos del asiento con aquel Gran Premio de Mónaco. Cualquier homenaje de Manor-Marussia a él será pequeño por lo que hizo el piloto galo por el equipo. Tal vez estos días en vez de hablar del posible fichaje de Bottas para sustituir a Räikkönen, estaríamos hablando del regreso del hijo prodigo Bianchi a la Scuderia que le formó como piloto. Quizás, eso ya poco importa. Gracias y adiós Jules.
