Este fin de semana se tendrían que haber disputado las 12 horas de Sebring de 2020, segunda cita del IMSA y una de las tres carreras de la triple corona de la resistencia. Por culpa de la crisis mundial del Coronavirus, la organización se ha visto obligada a suspender el evento para intentar frenar la propagación del virus. Es por ello que hoy os traemos un pedacito de la gran historia que guarda el aeródromo más famoso de Florida y no es otro que la edición de las 12 horas de 1983, una edición cargada de emoción, polémica y de acontecimientos que pueden parecer surrealistas.
Dos principales novedades habían con respecto a la edición anterior: el proceso de transición del IMSA y el Camel GT y una de las remodelaciones del circuito de Sebring, que acortaba la parte norte y reducía el trazado en más de 700 metros. Esta primera fue un factor muy determinante, pues además de los coches de años anteriores y los participantes locales, se añadieron los desarrollados para la nueva reglamentación, aumentando la lista de participantes hasta un total de 84, un récord que continúa vigente. La segunda también acabaría siendo determinante, pues sería la primera vez que una carrera transcurriera por esa nueva sección.
La polémica se desató antes de comenzar el evento
En la clasificación, los más rápidos fueron los pilotos del porsche 935 L, una versión cola larga que en esta ocasión estuvo conducida por Derek Bell, Michael Andretti y John Paul Jr. Otra consideración a tener en cuenta que marcaría también la carrera antes de empezar, aunque fuera por lo extradeportivo, fue la prohibición de entrar madera para hacer hogueras durante la noche. Una medida tomada para evitar que el humo llegara a la pista e impidiera a los pilotos ver con claridad. Durante las prácticas, el coche de seguridad fue robado por un aficionado que alegó que lo necesitaba para ir a buscar comida.
Un estafador decidió aprovechar la ocasión para vender madera cerca de la entrada del circuito, que luego sería confiscada en la puerta. Un compañero suyo le devolvía la madera requisada y siguió vendiendola hasta que se tuvo que fugar cuando avisaron a la policía. Con todo esto sucediendo antes ya de dar la bandera verde, uno se hace ya la idea de que no fue una edición tranquila, pero la verdad es que fue únicamente el comienzo.
El Porsche 935 de Swap Shop que salía desde la pole mantuvo en los primeros compases de la carrera una lucha por el liderato con el Jaguar XJR-5 del equipo Group44, el prototipo Phoenix JG1 diseñado para esta nueva normativa del Camel GT y el March 82G de Hinze Fencing. Pese a que los cuatro se mostraron los más rápidos en la clasificación y mandaron en el inicio, ninguno de ellos llegaría al ecuador de la carrera, siendo una auténtica prueba de resistencia.
Los 84 coches participantes supusieron un problema ya que nunca se había disputado una carrera con tantos y alguien no calculó bien la gasolina que iban a necesitar, por lo que fue necesario mandar a un camión para que trajera combustible. Mientras tanto, el asfalto de la parte nueva del circuito se comenzó a levantar y ocasionó largos periodos detrás del coche de seguridad. Cuando el camión con la gasolina llegó, no pudo cruzar por el puente debido a sus dimensiones, por lo que hubo que neutralizar la carrera para que cruzara por mitad de la pista.
El surrealismo aumentó cuando cayó la noche
La noche cayó sobre Sebring y los episodios las situaciones extravagantes fueron in crescendo. Las temperaturas bajaron y los aficionados no tenían madera con la que encender las hogueras, tan populares en las ediciones anteriores. En las inmediaciones del circuito encontraron un viejo granero y creyendo que estaba abandonado lo desmantelaron para encender los fuegos. Pero ese granero era parte de la casa de un vecino, que al ver como lo desmontaban salió enfurecido a recriminar dicha acción.
El nuevo trazado provocó también por la noche que muchos pilotos se perdieran por las antiguas pistas de aterrizaje del aeródromo. Uno de ellos estaba tan perdido que decidió parar el coche para subirse al techo e intentar orientarse. Al hacerlo, se encontró con las vacas de un granjero de la zona a las cuales les picó la curiosidad por saber que era el sonido del motor que se acercaba a su casa.
Era común en la época que cuando un coche se estropeaba y era remolcado hasta los garajes, los aficionados se acercaran para ver si podían coger alguna de las piezas rotas. En esta ocasión, uno de los Porsche 935 participantes llegó a los boxes, pero esta vez con más cosas de las que tenía anteriormente. El piloto se fue a pie, pero cuando llegó el coche remolcado había una muñeca hinchable en el asiento del conductor, cómo llegó eso hasta allí es algo que posiblemente nunca se llegue a resolver.
De entre la fauna de Florida, sin duda el animal más famoso es el Alligator y sin duda era un elemento que no podía faltar en esta historia. En las últimas horas de la carrera algunos pilotos vieron uno en la recta posterior y aunque no llegaran a encontrarlo, fueron varios los competidores que notaron su presencia y la advirtieron por radio.
Una carrera de auténtica resistencia
Dentro de la categoría GTO estaba el Porsche 934 #9 del equipo Personalized Autohaus con tres experimentados pilotos como Wayne Baker, Jim Mullen y Kees Nierop. Esta unidad, el chasis 009 0030, había tenido un exitoso pasado como Porsche 935 antes de que fuera modificado con la carrocería de un 934. Habiendo cosechado podios absolutos en las 24 horas de Le Mans y habiendo ganado las 24 horas de Daytona en 1981, es considerado como uno de los chasis más exitosos del modelo.
Con un motor personalizado de 3.2 litros turbo y una estructura trasera más rígida, consiguieron una apuesta muy seria para ganar la categoría GTO, pero que sobre el papel no tenía nada que hacer contra los GTP. Pero sin duda esta edición de 1983 no siguió el que sería el orden lógico de acontecimientos.
Con los líderes teniendo todos problemas, el Mazda RX-7 #7 tomó un fugaz liderato antes de tener que entrar a boxes para reparar los frenos. Lo mismo le sucedió al Porsche 935 del equipo Brumos, con Hurley Haywood y Al Holbert al volante, que también tuvieron que detenerse esta vez con problemas en el sistema de iluminación. Solo hubo un coche que se mantuvo firme, el Porsche 934 #9 amarillo que se colocó en primera posición a falta de una hora para el final.
La última hora tampoco fue nada tranquila
Wayne Baker sabía que estaban primeros en su categoría, pero en ningún momento le dijeron que estaba también luchando por ganar la carrera absoluta. Detrás, a más de una vuelta de distancia, estaba el Porsche 935 de Bob Akin, un coche de la categoría GTP que era más rápido que el GTO de Baker.
Pero no iba a ser tampoco una última hora tranquila. Baker avisó por radio que había un hombre haciendo autoestop entre las curvas 1 y 2. El piloto estadounidense repitió la misma frase una vuelta más tarde y las autoridades tuvieron que ir a retirarlo, pues estaba poniendo su vida en peligro y la de los competidores. Después de que un policía se lesionara yendo hacia el lugar de los hechos, finalmente lo arrestaron, en un claro estado de embriaguez y alegando que había perdido a su perro.
Baker cruzó la línea de meta y fue entonces cuando se le comunicó que había ganado la carrera absoluta, no solo la categoría GTO. David había vencido a Goliat, con un coche de una categoría inferior pero aguantando y gestionando la que posiblemente sea la edición más bizarra de las 12 horas de Sebring como una auténtica carrera de resistencia y supervivencia.