Sólo quedan unos minutos para el inicio de la edición del centenario de las 24 Horas de Le Mans. Un siglo de una carrera que es prácticamente una forma de entender la vida. Todos los meses de junio, millones de aficionados al automovilismo se dan cita frente a las pantallas o en el Circuito de La Sarthe para seguir la que para muchos es considerada la carrera por excelencia, un duelo en el que máquinas y humanos pelean contra el reloj, los elementos y una competición que elige siempre a sus ganadores.
Los inicios de la prueba se remontan de esta forma a principios del Siglo XX, mucho antes de ese año 1923 que marcó el inicio oficial de la historia de las 24 Horas de Le Mans. ACO fue la responsable de echar a andar un proyecto que se remontó dos décadas atrás de esa primera edición del conocido como Le Mans Grand Prix d’Endurance.
Las carreras ville à ville eran insostenibles:
Era una época en la que conductores y fabricantes querían llevar al límite a las mecánicas. Se estaban dando los primeros pasos ya consolidados del automóvil como transporte principal, por lo que los retos, las búsquedas de hitos en términos de movilidad, resistencia e incluso fiabilidad eran una constante. También lo era la muerte, ya que las medidas de seguridad eran inexistentes, tal y como se demostró cuando en la carrera de París-Madrid fueron varios los participantes que sufrieron accidentes mortales, entre ellos Marcel Renault (cofundador de la empresa automovilística Renault), algo que incluso llevó a que la carrera ni siquiera se internara en territorio español ya que la policía le puso fin anticipado en Burdeos.
No se podía seguir con ese tipo de eventos en carretera abierta porque se corría el riesgo no sólo a tener más víctimas mortales, sino también a crear una mala imagen en torno al automóvil, hasta el punto de que corriera peligro incluso su desarrollo. Es por ello que se empezó a pensar en 1905 en que las carreras en circuitos cerrados deberían reemplazar a esas “courses de ville à ville” de finales del Siglo XIX. Fueron los americanos los que comenzaron a imponer esta nueva tendencia de correr en trazados preestablecidos y cerrados al tráfico y a los viandantes, pero en 1906 la Sarthe también encabezó una iniciativa en Francia para poder llevar a cabo este tipo de pruebas.
ACF lanzó una licitación y en este punto, de entre 17 candidaturas, la ciudad de Le Mans, la misma localidad que vio nacer el primer coche comercializado por Amédée Bollée (un vehículo a vapor de nombre: Obéissante), consigue imponerse para llevar a cabo una carrera en 1906 en La Sarthe, concretamente en un trazado triangular de 103,18 kilómetros de recorrido y con grandes rectas que fue diseñado por un ingeniero llamado Verney. Al final de la prueba fue todo un éxito ya que entre los 33 coches participantes sólo hubo que lamentar una pierna rota después de completa 1.200 kilómetros. Era el camino a seguir y la Sarthe era pionera de una carera cuyas tradiciones han conseguido resistir el paso del tiempo y adaptarse a la actualidad.
La Primera Guerra Mundial lo frena todo:
ACO (Automóvil Club de l’Ouest, ACF también conocido como Automobile Club de France) quedó más que satisfecha con el resultado, por lo que no tardaron en organizar el que era conocido como el Gran Premio de Francia, en este caso empleando un recorrido más compacto de 54 kilómetros de cuerda y en el que ya estaba presente la recta de Mulsanne, la cual por entonces era conocida por el nombre de “Route des Records” ya que era la empleada por fabricantes y conductores para poner a prueba sus coches. Los Grand Prix se siguieron sucediendo, pero evidentemente, la Primera Guerra Mundial fue un gran freno tanto en lo humano como en lo económico en un primer momento.
Ya con el final de la guerra, ACO siguió con sus iniciativas, teniendo además el respaldo de la sociedad debido a sus iniciativas durante el conflicto. El circuito fue puliéndose y pasó a emplearse un nuevo layout reducido de 17 kilómetros, el cual empezó a valorarse la opción no sólo de ser cerrado al público, sino establecerlo definitivamente como un trazado permanente. Estábamos ya en la década de los veinte y el evento ya tenía fama internacional.
El Salón del Automóvil de París de 1922 terminó por ser el gran espaldarazo que necesitaba el evento. Una delegación asistió al evento con Georges Durand, secretario general y tesorero del ACO. Allí, en medio de una charla acerca de llantas y ruedas de su vehículo personal, Charles Faroux, redactor jefe de La Vie Automobile saltó a la palestra para asegurar que sus lectores estaban proponiendo una carrera entre los automóviles construidos industrialmente. Durand dijo que el ACO tenía el circuito y las autorizaciones pertinentes para hacer algo así.
¿Cómo surgió la idea de hacer una carrera de 24 horas?
Acababa de germinar el “Grand Prix d’Endurance du Mans”, hasta el punto de que Émile Coquille, responsable de la marca de ruedas Rudge-Whitworth (con el que Durand estaba hablando de las ruedas de su automóvil), inmediatamente ofreció un apoyo financiero de 100.000 francos para el evento, mientras que Charles Faroux, un ingeniero mecánico formado en la Ecole Polytechnique fue el encargado de la reglamentación. Se propone que la prueba esté reservada a coches de serie para que los fabricantes puedan perfeccionar sus coches.
Faroux propone en un primer momento un evento de ocho horas, cuatro de ellas de noche, pero rápidamente Durand propuso la idea de las 24 horas, algo que Coquille seguramente también apoyó pensando en el rédito en materia de publicidad que le daría a su marca. Curiosamente, sobre la mesa estaba la idea de que sólo se consideraría ganador su después de ganar una edición, el conductor y el equipo conseguía repetir actuación al año siguiente, pero evidentemente, esta idea quedó desterrada por su dificultada para llevarla a cabo. Esto se fue adaptando y resistiendo al tiempo, por lo que el ganador de tres ediciones consecutivas se lleva el trofeo en propiedad de las 24 Horas de Le Mans, de no lograrlo, lo tiene que devolver antes del inicio de la siguiente edición.
Así fue el inicio de las 24 Horas de Le Mans, con una edición que se celebraría en mayo de 1923.
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